Capítulo 8
"Primera en Tirar la Piedra"
"El que de ustedes esté sin pecado,
sea el primero en
tirarle una piedra"
—Juan 8:7
El principio más importante de este capítulo está basado en el hecho de que ninguna de nosotras está libre de pecado como para ser las que tiremos la primera piedra a nadie, puesto que se nos ha concedido el perdón mediante la sangre derramada por el Señor para todos los que han sido nacidos de nuevo.
¿Qué tan tonto y peligroso es cuando juzgamos la conducta inmoral de nuestra hija, o la debilidad por la pornografía de nuestro hijo? ¿Quién de entre nosotras no ha pecado como para tirarle la primera piedra a nadie? Si fuéramos juzgadas por nuestros pecados todas nosotras acabaríamos en el infierno, que es donde deberíamos estar realmente. “Si alguno oye Mis palabras y no las guarda, Yo no lo juzgo; porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo” (Juan 12:47). Si el objetivo de Jesús no fue juzgar sino salvar (a través de Su amor aún siendo pecadores), ¿quiénes somos nosotras para juzgar a alguien?
A pesar de ser pecadores, Jesús murió y cargó la culpa, clavando nuestros pecados y los pecados del mundo; incluidos los de su esposo, su hijo, su hija, su vecino y los de su jefe. En lugar de juzgarnos unos a otros, recordemos lo que Jesús hizo por nosotras y concedamos nuestro perdón a esa persona ¡de la misma forma que Jesús nos perdonó y continúa perdonándonos! “Y Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Y los soldados echaron suertes, repartiéndose entre sí Sus vestidos” (Lucas 23:34).
Yo personalmente encuentro absolutamente increíble que las personas “perdonadas” de este mundo, los cristianos, son a menudo los que menos perdonan. ¿Cómo podemos ignorar lo que nuestro Señor ha hecho por nosotras hasta el punto de estar en el lugar donde decidimos no perdonar a otra persona? Esta parábola claramente nos habla de cuál será el resultado cuando nuestros corazones no desean perdonar a nadie por nada. Jesús lo explica de esta forma en Mateo 18:23-35 NVI.
“»Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al comenzar a hacerlo, se presentó uno que le debía diez mil monedas de oro. Como él no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos y todo lo que tenía, para así saldar la deuda.
“El siervo se postró delante de él. “Tenga paciencia conmigo —rogó—, y se lo pagaré todo”. El señor se compadeció de su siervo, perdonó su deuda y lo dejó en libertad. Al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y comenzó a estrangularlo. “¡Págame lo que me debes!”, exigió.
“Su compañero se postró delante de él. “Ten paciencia conmigo —rogó—, y te lo pagaré””.
“Pero él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido”.
“Entonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! —le dijo—, te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?”
“Y enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía.”
“Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano”.
A pesar de que en este capítulo nos centraremos en el pecado del adulterio dentro del matrimonio, el perdón es un principio que todas nosotras debemos aprender y aplicar en nuestras vidas con todo el mundo. Es mi deseo que cada una de ustedes se tome su tiempo para leer a través de este capítulo para renovar su mente sobre la idea errónea de que el adulterio y la infidelidad es un motivo para el divorcio, cuando, de hecho, usted aprenderá como yo hice, ¡que el adulterio es una oportunidad para el perdón!
El Adulterio: ¿Un motivo para el Divorcio?
o
¿Una Oportunidad para el Perdón?
¿Deberían de perdonarse el adulterio u otras inmoralidades?
Sí. Jesús le dijo a la mujer a la que encontró en adulterio: “¿Ninguno te ha condenado? … Yo tampoco te condeno. Vete; desde ahora no peques más”. (Juan 8:10-11). De hecho, no solo el adulterio no es un motivo de divorcio sino que es un motivo para perdonar como Jesús nos enseñó en Juan 8:10 “Yo tampoco te condeno”.
También tenemos el ejemplo de un esposo perdonando el adulterio en Oseas 3:1 “Y el Señor me dijo: Ve otra vez, ama a una mujer amada por otro y adúltera”. Luego en 1 Corintios 6:9-11, cuando Dios se refiere a los adúlteros y fornicadores, Él dice: “Y esto erais algunos de vosotros; pero fuisteis lavados, pero fuisteis santificados, pero fuisteis justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios”. El adulterio y cualquier otro pecado, pueden ser lavados por Su sangre de perdón.
Aún así, demasiados pastores dicen que el adulterio es un motivo de divorcio. “Habéis oído que se dijo: «No cometerás adulterio». Pero yo os digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5:27-28). ¡Si fuera verdad que el adulterio es un motivo de divorcio, ¡entonces la mayoría de las mujeres casadas serían libres de divorciarse de sus esposos puesto que la mayoría de los hombres han codiciado a mujeres en la televisión o en revistas!
Y para aquellas que han cometido adulterio, deben confesar el pecado a sus esposos si es que él no está al tanto de su infidelidad. Esto también va para madres y padres que tienen un hijo o hija promiscua, cuando ellos mismos cayeron en el mismo pecado o uno similar cuando eran jóvenes (o incluso como adultos). “Él que encubre sus pecados no prosperará, mas el que los confiesa y los abandona hallará misericordia” (Proverbios 28:13).
Tantas mujeres fabrican excusas, incluso algunas válidas (cuando es sabido que un esposo es un hombre violento), por las que no pueden confesar su adulterio. Pero, querida, la vergüenza y la culpa de un pecado no confesado conllevan una carga mayor. Y por favor, no tengas miedo. El Señor es más que capaz de protegerla cuando elige confesar en lugar de caminar en el miedo y la condenación. He visto esto demostrado innumerables veces.
¿Debería de ser perdonado el adulterio de mi esposo? ¿Debería perdonarse la pornografía de mi hijo? ¿Debería de perdonar a mi hija que se acuesta con cualquiera?
¿Qué hizo Jesús? Jesús le dijo a la mujer a la que encontró en adulterio “¿Ninguno te ha condenado?”...Yo tampoco te condeno. Vete; desde ahora no peques más” (Juan 8:10-11).
Pero usted no entiende: ¡él (o ella) es “reincidente”!
What did Jesus say when Peter asked how many times he should forgive his brother who sinned against him. “Seven times?” he suggested. But Jesus replied, “I do not say to you, up to seven times, but up to seventy times seven.” That’s 490 times! (See Matt. 18:22.) Too often when women have husbands who are repeat offenders (like mine was), a pastor or counselor convinces the women not to forgive or it will encourage him to continue; however, this is simply not scriptural.
¿Qué dijo Jesús cuando Pedro le preguntó cuántas veces debería de perdonar a su hermano que había pecado contra él? “Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (Mateo 18:22). Demasiadas veces, cuando las mujeres tienen esposos que son reincidentes (como lo fue el mío), un pastor o consejero las convence para no perdonar, no sea que esto le anime a continuar pecando más; sin embargo ¡esto sencillamente no es bíblico!
Lo que un esposo hace o deja de hacer, con respecto al arrepentimiento (alejándose del pecado) no tiene nada que ver con si perdonamos o no perdonamos. Claramente, la Biblia es clara—debemos perdonar 490 veces si es necesario. Es cuando elegimos no perdonar cuando nos ponemos en peligro. Hasta que soltemos a nuestro ofensor, mediante el perdón, el ofensor no percibirá el efecto total de su pecado, sino que por el contrario, seremos nosotros los que llevaremos esa carga.
Fue por el amor y la compasión que las rameras y otros pecadores sentían en Jesús lo que volvió su corazón hasta el punto de que fueron capaces, y deseosos, de alejarse del pecado que los había tenido atados. Lo mismo ocurre con su ser querido.
¿Está usted libre de pecado, como para tirar la primera piedra? Jesús también dijo a las personas que querían castigar a esta mujer adúltera: “El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en tirarle una piedra” (Juan 8:7). ¿Está usted libre de pecado, como para tirar la primera piedra a su marido? La verdad es: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8). Cuando realmente sentimos el perdón del Señor por nuestros pecados, entonces podemos liberar fácilmente a otros que han pecado contra nosotros.
¡Pero yo nunca hice algo tan pecaminoso! Permítame mostrarle que Dios agrupa sus pecados junto con los que tanto le disgustan. Mire como Dios ve su pecado: “Ahora bien, las obras de la carne son evidentes, las cuales son: (¿de él o de ella?) inmoralidad, impureza, sensualidad, idolatría, hechicería, (¿ahora las suyas?) enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, sectarismos,” (1 Gálatas 5:19-20). El pecado es pecado, simple y llanamente. El pecado nos separa de la comunión con Dios, y lo mismo pasa con no perdonar. No se preocupe por lo que hace o deja de hacer su marido o su hijo o su hija, sino céntrese en su relación con el Señor y aumente su intimidad con Él. Como resultado, será capaz de amar a todos, incondicionalmente, lo que a su vez pronto los liberará del pecado que los ata.
La ira, la discusión o la condenación mantiene a la persona que usted dice amar atada o ligada al pecado. ¡Libérelos con ese amor que nunca falla!
e, then the Lord is free to relieve you of your pain and bind up your wounds.
¿Y si no perdono? ¿Cuáles son las graves consecuencias de no perdonar? “Pero si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará las vuestras” (Mt. 6:15). Este es un castigo bastante fuerte para aquellos que eligen retener el perdón. Querida, no vale la pena aferrarse a su dolor; sí, a su dolor. Al retener el perdón se aprisiona a si misma con el dolor. Una vez que perdona, entonces el Señor es libre para aliviarla de su dolor y vendar sus heridas.
Cuando Dios se refiere a los adúlteros y fornicadores, Él dice: “Y esto erais algunos de vosotros; pero fuisteis lavados, pero fuisteis santificados, pero fuisteis justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:9-11).
¡Pero el adulterio se repite! Recordemos lo que Jesús dijo cuando se le preguntó cuántas veces debemos perdonar a alguien. “Y si peca contra ti siete veces al día, y vuelve a ti siete veces, diciendo: «Me arrepiento», perdónalo” (Lucas 17:1-4). (Vea “Un Espírtitu Suave y Apacible”, en Una Mujer Sabia sobre este tema, y sobre los peligros de usar el “Amor Duro”).
¡Pero él no se ha arrepentido! A muchos cristianos se les ha dicho que no necesitan perdonar hasta que el ofensor se arrepienta. Esto no es bíblico. Mientras Jesús colgaba de la cruz por sus pecados, clamó: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Y Esteban siguió el ejemplo del Señor mientras era apedreado injustamente. “Y echándolo fuera de la ciudad, comenzaron a apedrearle; y los testigos pusieron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo. Y mientras apedreaban a Esteban, él invocaba al Señor y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y cayendo de rodillas, clamó en alta voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Habiendo dicho esto, durmió” (Hechos 7:58-60).
Honestamente pensé una vez que lo que necesitaba era que mi esposo pidiera perdón con un corazón sincero para superar la vergüenza, el dolor y la humillación de ser engañada una y otra vez. Pero mi curación y mi alegría llegaron mucho antes de que él se arrepintiera. Llegó cuando elegí dejarlo ir con la otra mujer (ya que ella fue su elección sobre mí), porque había ganado la intimidad con el Señor, ¡cuyo amor era mucho más grande que cualquier amor humano podría ser o sería jamás!
Las mujeres no pueden imaginarse no ser abrazadas o estrechadas por una persona real (su marido o incluso otro hombre). No pueden imaginar ser abrazadas o estrechadas por el Señor, que realmente es nuestro verdadero Esposo. La única manera de intentar describirlo es preguntarse si alguna vez la han abrazado y ha deseado desesperadamente sentir “un calor” en su interior, pero sólo ha sentido dolor (tal vez porque dudaba del amor de ese hombre por usted).
Cuando el Señor la abraza con fuerza, lo siente tan dentro que quiere estallar, aunque en realidad no sienta brazos humanos a su alrededor. Lo que una mujer necesita no es superficial, sino algo profundo en su corazón. Un hombre nunca puede llenar el vacío que usted siente —el amor fue creado por Dios y sólo puede ser pleno verdaderamente a través de Su Hijo: Jesús.
“No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien”. Dios pidió específicamente a su profeta Oseas que volviera a casarse con su esposa Gomer, incluso después de que ella le fuera descaradamente infiel. Oseas 2:2 dice: “porque ella no es mi mujer, y yo no soy su marido…”. Luego, en el versículo 7: “Entonces dirá: «Iré y volveré a mi primer marido, porque mejor me iba entonces que ahora»”. Más adelante, en el versículo 3:1: “Y el Señor me dijo (Oseas): «Ve otra vez, ama a una mujer amada por otro y adúltera»”. Dios utilizó la historia de Oseas y Gomer para mostrar Su compromiso con Su propia esposa, la iglesia (véase el libro de Oseas).
También tenemos el ejemplo de cómo Dios quiere que tratemos el pecado en otros en Lucas 15 cuando el hijo mayor le dijo a su padre “...vino este hijo tuyo, que devoró tus riquezas con las rameras, mataste por él el becerro gordo”. Entonces el padre dijo a su hijo mayor: “Pero había que alegrarse y regocijarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha comenzado a vivir, y estaba perdido y ha sido encontrado”. ¿Qué encontrará su marido o su hijo o su hija cuando llame o pase por casa? ¿El becerro gordo, su túnica y un anillo, o se encontrará con ira, juicio y más condenación?
Dios nos dice que tenemos que ir más allá del perdón e incluso reafirmar nuestro amor a quienes la mayoría diría que son indignos de nuestro amor. Dice: “así que, por el contrario, vosotros más bien deberíais perdonarlo y consolarlo, no sea que en alguna manera este sea abrumado por tanta tristeza. Por lo cual os ruego que reafirméis vuestro amor hacia él” (2 Cor. 2:7-8). Esto no es lo que escucha de sus amigos cristianos o de su consejero cristiano, y lo más probable es que si les mostrara este versículo, usarían algún tipo de táctica psicológica de que si lo hace le permitiría seguir pecando, o alguna otra tontería por el estilo. La Palabra de Dios es la única verdad, por lo tanto, si hace lo contrario sólo cosechará continuos sinsabores y problemas.
¿Podré volver a confiar en él? Dios dijo que confiaramos sólo en Él. Mucha gente me preguntaba cómo podía volver a confiar en mi marido después de su infidelidad tras dejarme y volver la primera vez. Yo siempre respondía: “No confío en él”. Entonces cité en quién dice Dios que sólo debemos confiar: “Maldito el hombre que en el hombre confía, y hace de la carne su fortaleza,.... Bendito es el hombre que confía en el Señor, cuya confianza es el Señor” (Jeremías 17:5-7).
Dios puede provocar Su ira: ¡no lo haga! “Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría. Pues la ira de Dios vendrá sobre los hijos de desobediencia por causa de estas cosas” (Colosenses 3:5-6). “Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo pagaré. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo!”. (Heb. 10:30-31). Si usted no ha perdonado de verdad a su esposo o a su hijo o hija, puede que se alegre cuando comience la “ira de Dios”. Sin embargo, Dios nos advierte: “No te regocijes cuando caiga tu enemigo, y no se alegre tu corazón cuando tropiece; no sea que el Señor lo vea y le desagrade, y aparte de él su ira” (Proverbios 24:17-18).
Después de que mi esposo me dejara por segunda vez, e incluso cuando me enteré de que se casaba con la otra mujer, hablé con el Señor para que por favor siguiera adelante y los bendijera. Le dije al Señor que yo era tan feliz con Él que verlos miserables o sufriendo no me traería felicidad. El Señor me dijo que yo tenía el corazón correcto, pero que Él es un Dios de justicia. Me entristece ver a los que sufren por malas acciones, ya que esa persona, si no fuera por la gracia de Dios, ¡podría haber sido yo!
No puedo evitar sentir un poco de dolor en mi corazón por la otra mujer, ya que no hay duda de que pronto (si no ha sucedido ya) volverá a ser herida. Todas las mujeres (tú, yo y tu adúltera) anhelamos ser amadas. Si no fuera por el amor de Dios, yo podría ser fácilmente una mujer adúltera, y de hecho lo fui. Yo soy la novia del Señor (y usted también), y El es nuestro Esposo, pero mi corazón no lo tenía a Él en primer lugar en mi vida, por lo tanto, yo también fui adúltera en mi compromiso con mi Esposo.
Ningún hombre nos traerá jamás la alegría y nos dará el amor que cada una de nosotras anhela. Le insto a que no vea a la otra mujer en la vida de su esposo como el enemigo, sino como una hermana que claramente pronto se sentirá herida y decepcionada. Todos nos sentimos decepcionados o heridos después de decir “sí, quiero”, porque el matrimonio nunca es lo que esperábamos y soñábamos que sería.
Esto es válido para cualquier persona con la que su hijo o hija pueda estar involucrado, o por qué está involucrado con alguien o algo. Sólo la verdadera intimidad con el Señor, que es el amante de nuestras almas, traerá esa alegría y plenitud que cada una de nosotras anhela disfrutar.
No se engañe: no necesita investigar lo que hace su esposo, su hijo o su hija. “Pues no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido y salga a la luz” (Lucas 8:17). Todo lo que está sucediendo a sus espaldas se está haciendo, y le ha sido ocultado por Dios, ¡quien desesperadamente quiere protegerla! Aquellas que frustran la protección de Dios espiando o investigando son infelices; ¡por favor no cometa el mismo error! “Porque es vergonzoso aun hablar de las cosas que ellos hacen en secreto” (Ef. 5:12). Desgraciadamente, demasiada gente le animará a seguir a su esposo o hijo o hija y a meter las narices en las cosas cuando debería apartarse de ellas. Cuando Dios quiera que sepa algo, Él mismo se lo revelará.
Poco después de que mi esposo solicitara el divorcio, dos personas me dijeron el mismo día que, sin duda, mi esposo había vuelto a tener relaciones con otra mujer. Continué diciéndoles que no era posible, pero me dijeron que todas las señales estaban allí y que tenía que ser verdad ya que él era un “reincidente”. Cuando entré en mi armario de oración, me quedé de piedra cuando me encontré preguntándole al Señor si era verdad (aunque sabía que no lo era). El Señor me dijo que lo era, me mostró una lista de todas y cada una de las veces que mi marido había tenido contacto con su novia del instituto, ¡e incluso me dijo su nombre! Pero como fue el Señor quien me lo dijo, de Su manera amable, gentil y amorosa, ¡no me dolió nada! La primera vez, cuando me enteré, estuve en posición fetal durante tres días, ¡y no pude comer ni dormir durante casi dos años!
Mantenga sus ojos en el Señor y pase tanto tiempo como necesite en su armario de oración en la presencia del Señor. Cada vez que sienta dolor en su corazón (incluso la más leve punzada) acuda a Él en busca de consuelo. Aunque no lo haga por usted, hágalo por sus hijos o por su familia, que también se duele cuando la ve sufrir.
Mis hijos experimentaron una pérdida cuando su padre se fue y se mudó a nueve horas de distancia. Sin embargo, yo no aumenté su dolor porque me mantuve cuidadosamente entregando mis problemas al Señor en mi armario de oración (cuando el dolor era grande) y a lo largo del día (para todos esos pequeños dolores que pueden cansarla). ¡El resultado fue alegría en mi vida y alegría en nuestro hogar, tanto que empezamos a atraer a muchos jóvenes (amigos de mis hijos y de mi hija) que decían que les gustaba cómo se sentía nuestro hogar!
La alegría, querida, puede ser suya. Todo lo que tiene que hacer es caminar esto de la misma manera que Jesús caminó fuera de su traición y persecución. “Porque para este propósito habéis sido llamados, pues también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas, … y quien cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a aquel que juzga con justicia (Dios)” (1 Pedro 2:21-23).
Se trata de una batalla espiritual. Debe librarse y ganarse en el Espíritu. Ignore y resista siempre la tentación de luchar en la carne, ya sea de forma cruel o tentadora. Los libros, los programas de entrevistas y los amigos bien intencionados pueden tratar de convencerla de que administre el enfoque del “amor duro”, el cual, lo hemos experimentado de primera mano, conduce a aún más daño y a un completo desastre en su restauración y en su vida.
El otro consejo, le dirán, es que sea más romántica o seductora para recuperar a su marido. Ninguno de estos consejos es la causa ni la solución del adulterio. Este, como todo pecado, es una batalla espiritual. Debe ser peleada y ganada en el Espíritu. El amor, como se describe en 1 Corintios, capítulo 13, ¡es siempre la respuesta correcta!
Una vez que su esposo le demuestre que se siente capaz de confiar en usted (porque sabe que no va a intentar que vuelva con usted, sino que le ha dejado ir) entonces es el momento de atraerle como se describe en el libro de Oseas. Atraer es muy diferente de seducir. Las palabras amables y cariñosas son atrayentes. El perdón es atrayente. Alguien que está en paz es atrayente. “Yo la voy a enamorar: la llevaré al desierto y le hablaré al corazón..” (Oseas 2:14).
¡¡¡Aunque fui guiada a seducir a mi esposo la primera vez que me dejó, esta vez el Señor me mostró que Su deseo era que yo fuera seducida!!! ¡Qué asombroso! Durante muchos meses tuve tanto a mi ex-esposo como al Señor seduciéndome, hasta que el Señor finalmente ganó. Muchas mujeres temen perseguir al Señor como yo lo hice ya que no quieren terminar “solteras” pero la verdad es que si Dios la creó para estar casada, usted lo sabrá ya que Dios ama darnos a cada una de nosotras “el deseo de nuestros corazones”.
Para mí, mi elección fue hecha mucho antes de que mi esposo comenzara a perseguirme y seducirme después de que él pidió el divorcio por segunda vez. Dos años antes de que él se fuera yo ya añoraba el tiempo en que tuve profunda intimidad con el Señor, cuando mi esposo me había dejado la primera vez en 1989.
Mi mente lamentaba continuamente no haber apreciado y disfrutado de esa profunda intimidad porque también tenía un miedo increíble, que se traducía en dolor. Mis dos años con el Señor, a solas, a causa de mi miedo fueron agridulces. Así que una vez que se me dio otra oportunidad, de estar a solas con el Señor, no sólo por dos años, sino por toda la eternidad, no hubo vuelta atrás.
Muchas mujeres que desean la restauración del matrimonio creen que otro matrimonio restaurado sería el mejor testimonio para mí. Sin embargo, el esposo y la esposa son meramente una “representación” del matrimonio entre Su novia (nosotras, la iglesia) y el Novio, Jesús. Hay muchas mujeres que nunca se casaran o continuarán siendo rechazadas por el hombre que ellas aman. Mi vida ahora prueba que el amor de Jesús es más que suficiente para todas y cada una de las mujeres.
Si como mujeres seguimos poniendo la importancia de tener un hombre (humano) como única forma de sentirnos mujer o de ser amadas (como todas anhelamos ser amadas), ¿qué podemos decirle entonces a esa joven adolescente que es abusada y utilizada por su novio que sólo quiere satisfacer su lujuria? No es lo que decimos, sino cómo vivimos lo que lo dice todo. Mi vida actual es el mensaje que quiero transmitir a mis hijas y a todas las mujeres.
Lo que les he estado diciendo a ellas, y a sus amigas, es que “corran tras el Señor con todo lo que tienen ¡persiganlo con pasión, y los hombres piadosos las perseguirán!”. (Sé que esto es verdad porque, alabado sea Dios, mis hijos y sus amigos están buscando mujeres jóvenes que pongan al Señor en primer lugar, ¡y les está costando mucho encontrarlas! He tenido la bendición de escuchar por casualidad muchas de sus conversaciones). Y entonces les digo a estas chicas (y también se lo digo a usted), que tan pronto como este hombre piadoso comience a correr detrás de usted, no mire atrás, sólo corra más rápido hacia el Señor. Cualquier hombre que sea capaz de alcanzarla, ¡es digno de usted!
No, no soy feminista, sino una mujer que cree que las mujeres de hoy en día se han vendido por nada más que amor humano que nos dejará vacías y con ganas; por lo tanto, vulnerables al abuso, y al mal uso. Una mujer quiere amor, no sexo, no importa lo que los medios de comunicación quieran retratar en sus películas y en la televisión.
Hágale un gran favor a sus hijas, sobrinas y a todas las jóvenes de su vida y persiga a Dios con pasión, aunque esté en un matrimonio humano. Es solo Dios quien va a satisfacer todas nuestras necesidades, por lo tanto, nuestras vidas deben reflejar esta verdad si vamos a ser capaces de salvar a esas queridas jovencitas que han sido engañadas por nuestro ejemplo de hacer de los hombres nuestra meta final.
Por acuerdo. Muchas mujeres me preguntan qué deben hacer si sus maridos infieles se acercan a ellas para tener intimidad física. Esto es lo que dice la Biblia: “pero, por el peligro de la prostitución, cada uno debe tener su propia esposa, y cada mujer su propio esposo. Y, tanto el esposo como la esposa deben cumplir con los deberes propios del matrimonio. Ni la esposa es dueña de su propio cuerpo, puesto que pertenece a su esposo, ni el esposo es dueño de su propio cuerpo, puesto que pertenece a su esposa. Por lo tanto, no se nieguen el uno al otro, a no ser que se pongan de acuerdo en no juntarse por algún tiempo para dedicarse a la oración. Después deberán volver a juntarse; no sea que, por no poder dominarse, Satanás los haga pecar” (1 Corintios 7:2-5).
Si aún está legalmente casada, y aun así se niega a tener intimidad, se resiste a los avances de su esposo, le ordena que se vaya de su cama, o inicia el dormir separados (por cualquier razón), está violando las Escrituras sin importar lo que su pastor le haya dicho. Usted será quien sufra las consecuencias de la desobediencia, pero claramente aquellos que eligen creerle a un pastor o consejero es porque quieren que sus pastores (y todo el mundo) les digan esto. “Porque va a llegar el tiempo en que la gente no soportará la sana enseñanza; más bien, según sus propios caprichos, se buscarán un montón de maestros que sólo les enseñen lo que ellos quieran oír. Darán la espalda a la verdad y harán caso a toda clase de cuentos” (2 Timoteo 4:3-4).
La otra manera de saber si lo que hace o cómo reacciona es ver si es la misma manera en que el mundo respondería. Una mujer que no es creyente ciertamente le ordenaría a su esposo que se fuera de su cama o de su casa si él estuviera en adulterio. “Si ustedes aman solamente a quienes los aman a ustedes, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los pecadores se portan así” (Lucas 6:32).
Cuando un pecador o alguien que era “impuro” venía a Jesús, Él siempre respondía amablemente e incluso los tocaba. Él dice que de ninguna manera echará fuera a nadie que venga a Él (Ver Juan 6:37). No importa cuántas veces un pecador venga al Señor, Él siempre lo acepta aunque sabe que pronto lo rechazará de nuevo. Entonces, la pregunta es, ¿es una imitadora de Jesús, quien nos mostró cómo vivir?
¿Y qué hay de la posibilidad de contraer algún tipo de enfermedad venérea? La verdad es que casi todos los hombres engañan a sus esposas y han tenido intimidad con otra mujer (o muchas mujeres) antes de ser atrapados o confesar. Creo, y he comprobado que es cierto, que una mujer que teme al Señor también obtendrá Su protección si continúa sometiéndose a su marido sin dejarse atemorizar por ningún miedo. “Así obedeció Sara a Abraham, llamándolo señor, y vosotras habéis llegado a ser hijas de ella, si hacéis el bien y no estáis amedrentadas por ningún temor” (1 Pedro 3:6).
“Y estas señales acompañarán a los que han creído: …. tomarán serpientes en las manos, y aunque beban algo mortífero, no les hará daño” (Marcos 16:17-18). No se castigue si no tiene este tipo de fe. Dios es capaz de protegerla de la intimidad (si lo que teme es la enfermedad), haciendo que su esposo la aborrezca (ver Sal. 88:8, 18) o mediante el divorcio.
El divorcio significa no tener intimidad con su ex esposo; los versículos de 1 Corintios 7:2-5 cubren claramente a los que todavía están legalmente casados. Si se ha producido un divorcio, este es el momento en que debe abstenerse de intimidad cuando su ex-esposo se lo pida ya que los tribunales han concedido el divorcio. La intimidad con un ex-esposo es lo mismo que los jóvenes que se acuestan o viven con alguien antes de estar casados—es pecado simple y llanamente.
Dios recompensará su deseo de pureza y devoción a Él y a Su Palabra de la misma manera que recompensará a su hija o a las otras jóvenes en su vida a quienes ha animado a permanecer puras.
Testimonio: ¡Dios restaura una relación de 20 años!
¡Alabo a mi Abba Padre! ¡Él ha restaurado la relación entre mi hija y yo!
¡Yo fui la peor madre! ¡Nunca nos llevamos bien! Le hice mucho daño abandonándola antes de que creciera. Mis padres la criaron. Su padre biológico era muy abusivo y nunca le permití que la viera. Cada vez que la miraba, lo veía a él. Era tan egoísta que descargué mi rabia con ella al no tener nada que ver con ella. Siempre elegía a los hombres antes que a ella. Nunca quería estar sola; siempre tenía novio, pero siempre me sentía desgraciada.
¡Alabado sea el Señor por separarme de mi precioso esposo! ¡Me he enamorado del Señor y Él me ha estado moldeando para ser la madre piadosa de mi hija! ¡Aleluya! Hace dos semanas, en julio, mi hija y yo fuimos a una caminata larga. Ella expresó sus sentimientos acerca de lo mala madre que yo fui. Yo estaba gritando en mi cabeza y corazón, “JESÚS... JESÚS... JESÚS…” Todo lo que podía decir era ¡JESÚS! Sus palabras eran penetrantes, pero ciertas.
Le rogué al Señor que prevaleciera Él porque no quería escuchar todos estos dolorosos comentarios; ya estaba destrozada por el rechazo de mi esposo. Aleluya, ¡el Señor prevaleció! Mi hija le dijo a su abuela que ya no sentía rabia por su madre, por mí. Ella dijo que después de nuestra larga caminata, yo finalmente entendí que todo lo que mi hija quería era ser la número uno en los ojos y el corazón de su mamá. Alabado sea Dios, ¡ahora lo es! Dios ha restaurado una situación terriblemente mala de 20 años entre mi preciosa hijita y yo. Ahora ella tiene 20 años. Ella le dijo a su abuela, “¡Abuela, soy la número uno en el corazón y mente de mamá! ¡Yo lo siento! ¡Lo sé! Mi mamá me ama!”
¡Por la gracia de Dios, El quitó el muro de odio que ella tenía hacia mí, ella ahora está libre de sustancias y no quiere tener nada que ver con chicos! ¡Alabado sea el Señor! Si mi esposo hubiera estado en casa, mi atención hubiera seguido centrada en él y no hubiera prestado atención a mi hija.
Gracias, Señor, por hacer de mí un objeto de aborrecimiento para mi esposo durante una temporada. Gracias, Señor, por este inmenso dolor, porque tú, Señor, haces que todas las cosas sean buenas para los que te aman.
~ Chizette en Idaho
Compromiso personal: perdonar. “Basándome en lo que he aprendido en las Escrituras, me comprometo a confiar en el Señor y a negarme a luchar en la carne. Continuaré, diariamente y momento a momento, perdonando a mi esposo, hijo y/o hija y a cualquiera que haya estado involucrado con él o ella. Permaneceré mansa y tranquila mientras camino en un espíritu de perdón y me niego a tirar la primera piedra”.