Lea el Testimonio de matrimonio RESTAURADO de Paloma,
¡Es como un cuento de hadas hecho realidad!

Este testimonio fue tomado de uno de nuestros muchos
libros por palabra de sus Testimonios
para ayudarle a
superar cualquier duda o el miedo  en
la capacidad de Dios y el deseo de
restaurar su matrimonio!

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Capítulo 15 "ABRIENDO LAS VENTANAS DEL CIELO"

"Pónganme ahora a prueba en esto», dice el Señor de los ejércitos,
«si no les abro las ventanas de los cielos,
y derramo para ustedes bendición hasta que sobreabunde"
—Malaquías 3:10

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Esta es una declaración muy poderosa de Dios. En ningún otro lugar de las escrituras Dios nos dice que lo probemos, excepto en este versículo. ¿Qué es lo que Dios dice que va a causar que El abra las compuertas del cielo y derrame su bendición sobre nosotras hasta que sobreabunde?

“‘Traigan todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en Mi casa; y pónganme ahora a prueba en esto’, dice el Señor de los ejércitos, ‘si no les abro las ventanas de los cielos, y derramo para ustedes bendición hasta que sobreabunde’” (Malaquías 3:10).

¿Lo vio? Es a través del diezmo. El diezmo hará que Dios abra las ventanas del cielo y que derrame Su bendición sobre su vida. Muchos cristianos se alejan y no aprenden todo lo que se puede de este principio tan importante, ¡pero por favor no se lo pierda! Dios quiere que seamos fieles y obedientes en todas las cosas y cuando descuidamos u optamos por ser desobedientes en un área de nuestra vida, también se afectan las otras áreas.

¿Qué es exactamente diezmar? Es devolverle a Dios el diez por ciento de lo primero de sus ingresos.

Nuestra sociedad en su conjunto ignora este principio. Muchas iglesias le fallan a su gente al descuidar la enseñanza de la importancia del diezmo ¿Por qué es tan grave? Dios se enoja cuando fallamos en devolverle lo que es legítimamente suyo. “Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y los que en él habitan” (Salmos 24:1). Diezmar es un acto de adoración.

Hay muchos cristianos que viven en la pobreza o que tienen tantas deudas como un no creyente. Dios quiere hacer de cada creyente “cabeza y no cola”. El quiere que esté en la “cima” y no “en el fondo” de las deudas o cualquier otra cosa que quiera dominar o controlar su vida (Deuteronimio 23:13). Se nos dice que “No deban a nadie nada, sino el amarse unos a otros…” (Romanos 13:8). “El rico domina a los pobres, y el deudor es esclavo del acreedor” (Proverbios 22:7).

La mayoría de cristianos son bendecidos con mucho, especialmente si vemos a otras naciones y el nivel de pobreza en el que muchas personas del mundo viven. Nosotros gastamos nuestros ahorros en placeres mientras nuestras iglesias, nuestros misioneros y nuestros ministerios luchan por llegar a fin de mes. ¿Por qué? Esto se debe a que tratamos de aferrarnos a lo que no nos corresponde quedarnos.

Tomamos pero damos tan poco. “Pero esto digo: el que siembra escasamente, escasamente también segará; y el que siembra abundantemente, abundantemente también segará”. Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría (2 Corintios 9:6-7).

Nosotras pedimos y después nos preguntamos por qué no recibimos. “Piden y no reciben, porque piden con malos propósitos, para gastarlo en sus placeres” (Santiago 4:3).

Dios quiere bendecir a su gente. Sin embargo, Él no lo hace porque no están dispuestos a dar a Su templo. Él nos dice en Hageo 1:6-7, “Siembran mucho, pero recogen poco; comen, pero no hay suficiente para que se sacien; beben, pero no hay suficiente para que se embriaguen; se visten, pero nadie se calienta; y el que recibe salario, recibe salario en bolsa rota. Así dice el Señor de los ejércitos: ¡Consideren bien sus caminos!”

 “Esperan mucho, pero hay poco; y lo que traen a casa, Yo lo aviento. ¿Por qué?, declara el Señor de los ejércitos. Por causa de Mi casa que está desolada, mientras cada uno de ustedes corre a su casa” (Hageo 1:9).

Comprendiendo el diezmo

Es irónico como muchos cristianos creen incorrectamente que no son “capaces” de diezmar y bendecir a Dios con sus ofrendas. La verdad es que ellos simplemente se encuentran en un círculo vicioso para el cual la obediencia y la fe son la respuesta. ¡Ellos no son capaces de dar porque, ellos roban a Dios para pagarle a los hombres, y por eso se están robando a ellos mismos la posibilidad de ser bendecidos!

Es un hecho, cuando estamos en total pobreza es cuando Dios nos pide que demos. Muchos cristianos en Macedonia entendieron y aplicaron este principio de dar. “En medio de las pruebas más difíciles, su desbordante alegría y su extrema pobreza abundaron en rica generosidad” (2 Corintios 8:2 NVI). ¿No suena igual a la situación en la que muchas de nosotras estamos?

¿Por qué un 10 por ciento?

 La palabra diezmar en el hebreo es “ma´asrah,” que traducido significa “una décima”. Por eso cuando Dios en todo momento nos habla en Su Palabra y nos dice la palabra “diezmo”, Él se refiere a que le demos una décima.

¿Por qué debo dar primero el diezmo antes de pagar mis cuentas?

 Ese es el principio de las “primicias” de nuestro trabajo. Deuteronomio 18:4 nos dice que “Le darás las primicias de tu grano, de tu vino nuevo, de tu aceite y del primer esquileo de tus ovejas”. A continuación, en Éxodo 34:24 y 26, Dios dice “Porque Yo expulsaré a las naciones de tu presencia y ensancharé tus fronteras… Traerás a la casa del Señor tu Dios las primicias de los primeros frutos de tu tierra…”

Esto está también confirmado en el Nuevo Testamento cuando Jesús nos cuenta en Mateo 6:33, “Pero busquen primeroSu reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas”.

¿Dónde debo diezmar?

Malaquías 3:10 afirma, “‘Traigan todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en Mi casa; y pónganme ahora a prueba en esto’, dice el Señor de los ejércitos, ‘si no les abro las ventanas de los cielos, y derramo para ustedes bendición hasta que sobreabunde’”.

Su alfolí (o almacén) es en donde usted se alimenta espiritualmente. Muchos cristianos cometen el error de dar donde ellos no son alimentados espiritualmente o prefieren dar en un lugar donde ellos ven que verdaderamente hay una necesidad, pero esto es una locura. ¡Es como ir a un restaurante, ordenar comida, pero cuando te llevan la cuenta, le dices al cajero que preferirías dar ese dinero al restaurante que está calle abajo porque no le está yendo muy bien! 

Si usted asiste a una iglesia en donde está siendo alimentada, entonces debería diezmar por lo menos una décima parte de sus ingresos a su iglesia. Esto significa que si está asistiendo a una iglesia en otro lugar y se siente inclinada a sembrar financieramente en nuestro ministerio (o en otro ministerio o misión), entonces eso sería una ofrenda “por encima y más allá” de su diezmo. No queremos que robe a su iglesia para sembrar en nuestro ministerio “porque eso no sería provechoso para ustedes” (Hebreos 13:17).

De la manera que, muchas de las integrantes de nuestro compañerismo que no asisten a una iglesia (por una variedad de razones) y están siendo alimentadas a través de nuestro ministerio, diezman sembrando para restaurar matrimonios, ya que aquí es donde están siendo alimentados espiritualmente.

Una vez más, como la he alentado en el transcurso del libro, busque a Dios. Esto va para todo, incluyendo sus finanzas. ¡Después sea obediente y fiel con El!

No cometa el error de ser diligente siguiendo todos los principios en restaurar su matrimonio y sin embargo fallar en dar el diezmo, no sea que encuentre que su matrimonio no está restaurado porque le está robando a Dios.

Recuerde, Malaquías 3:8-10 establece, “¿Robará el hombre a Dios? Pues ustedes me están robando. Pero dicen: “¿En qué te hemos robado?”. En los diezmos y en las ofrendas. Con maldición están malditos, porque ustedes, la nación entera, me están robando”.

Pero como no estoy bajo la ley y vivo por gracia, ya no se requiere el 10%. ¿O lo es?

 La gracia de Dios nos ordena dar más, no menos. Cuando hemos experimentado Su perdón, Su misericordia, Su compasión y Su sacrificio por Su sangre derramada nos volvemos partícipes de Su gloria y esto hace que aumente nuestra voluntad de dar más, y no menos, esto es sin duda.

“…de gracia recibieron, den de gracia” (Mateo 10:8).

“El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?” (Romanos 8:32).

Sin embargo, “…y el que siembra abundantemente, abundantemente también segará. Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Corintios 9:6-7).

Si somos indecisas, y no confiamos verdaderamente que Dios nos proveerá, “No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago 1:7). Cuando nos aferramos a lo que tenemos para tratar de cuidar de nosotras mismas, nunca veremos el asombroso poder de Dios a favor nuestro.

El deseo de Dios es derramar Su poder y Sus bendiciones en nuestra vida de tal manera que nos desborden y nos abrumen. Cuando nosotras damos el diezmo, estamos siendo obedientes. Pero, cuando por gratitud y adoración absoluta, damos ofrendas más allá de lo instruido, estamos realmente abriéndole la puerta a Dios para que derrame Sus bendiciones y haga Su voluntad en nuestras vidas.

Sabemos que Él “…es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20 RVR 1960).

“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). ¿Tomamos a Dios en Su Palabra o no?

Principios de administración

Tal y como lo hemos estudiado, el diezmar es un principio importante en la Biblia. Dios espera de nosotros que demos de regreso una porción de lo que El tan generosamente nos ha dado. De hecho, todo lo que nos ha dado sigue siendo de Él: nosotros somos administradores, de lo que Él nos ha confiado a nuestro cuidado la tierra y todo lo que está en ella. Cómo manejemos lo que Él nos ha confiado, —nuestro dinero, nuestros talentos, nuestro tiempo— demuestra nuestra obediencia a Su Palabra, nuestra confianza en Su Promesa de proveer y, lo más importante, nuestra fe en Él.

La forma en que ve y maneja sus finanzas crea una base en su crecimiento como cristiana, y el entendimiento de los principios de Dios sobre la administración le permitirá madurar en su caminar espiritual y heredar las bendiciones que Dios tiene para su vida.

Como habrá leído hasta ahora en lo que lleva del libro, Dios trata con muchas áreas de nuestra vida que indirectamente afectan nuestro matrimonio. No es suficiente concentrarse únicamente en los principios del matrimonio, permítame recordarle una vez más, que Dios está utilizando esta prueba en su matrimonio para transformarla más a Su imagen, mientras la saca de los caminos destructivos del mundo y le enseña la senda de la vida.

Las riquezas de Dios no nos fueron dadas para “hacernos ricos” en la misma forma en que el mundo busca riqueza, sino que Sus bendiciones son parte de nuestra herencia. Dios quiere hacernos prosperar (Jeremías 29:11) siempre y cuando El sepa que nosotros usaremos nuestra herencia sabiamente, sin permitir que la prosperidad nos traiga ruina. Darle un carro a un muchacho que es muy joven ciertamente puede terminar en una tragedia. No es sino hasta el momento en que un padre observa madurez que estará dispuesto a darle las llaves del carro.

Dios quiere que tengamos una actitud madura hacia el dinero, ya que éste tiene el poder de afectar el poder de afectar nuestra capacidad para tomar decisiones sabias. “Dos cosas te he pedido, no me las niegues antes que muera: aleja de mí la mentira y las palabras engañosas, no me des pobreza ni riqueza; dame a comer mi porción de pan, no sea que me sacie y te niegue, y diga: ‘¿Quién es el Señor?’. O que sea menesteroso y robe, y profane el nombre de mi Dios” (Proverbios 30:7-9).

Es evidente, al menos, que el deseo de Dios es bendecir a sus hijos. Aquí hay más versículos que muestran el corazón de Dios hacía usted, como uno de los Suyos:

“La bendición del Señor es la que enriquece, y Él no añade tristeza con ella” (Proverbios 10:22).

“La recompensa de la humildad y el temor del Señor son la riqueza, el honor y la vida” (Proverbios 22:4).

“Con conocimiento se llenan las cámaras de todo bien preciado y deseable” (Proverbios 24:4).

“El hombre fiel abundará en bendiciones, pero el que se apresura a enriquecerse no quedará sin castigo” (Proverbios 28:20).

Estos versículos nos muestran que existen condiciones para las bendiciones financieras (madurez espiritual) y que este asunto es verdaderamente un asunto del “corazón” (una ausencia de avaricia).

Todas nosotras queremos las bendiciones de Dios en nuestra vida, ¿pero sabía que la manera en que maneja sus bendiciones financieras tiene mucho que ver con cómo crece en el Señor y hasta qué punto Dios puede trabajar con su vida?

“Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o apreciará a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24). (Riquezas engañosas, dinero, posesiones o cualquier otra cosa en la que confiemos).

“El que es honrado en lo poco, también lo será en lo mucho; y el que no es íntegro en lo poco, tampoco lo será en lo mucho. Por eso, si ustedes no han sido honrados en el uso de las riquezas mundanas, ¿quién les confiará las verdaderas?” (Lucas 16:10-11 NVI).

Crecer en nuestra capacidad de ser utilizadas por Dios, que es riqueza espiritual y ganar las cosas más grandes (tener el poder y la presencia de Dios en nuestras vidas) depende en parte en cómo manejemos nuestras finanzas.

Para probar esto, hay aproximadamente alrededor de 500 referencias en la Biblia acerca de la “fe” y 500 acerca de “la oración”, ¡pero hay más de 2,000 versículos que se refieren a nuestras finanzas! Adicionalmente a las leyes espirituales que Dios puso en su lugar cuando creó el universo (vea el capítulo 1), además Dios ha establecido leyes financieras, que ha compartido con nosotros por medio de Su Palabra. Nosotros nos beneficiamos de seguir las reglas o sufrir las consecuencias si no las seguimos. No tiene importancia si somos ignorantes de ellas o decidimos rechazarlas; éstas leyes, como la de la gravedad, existen y no pueden ser debatidas.

Principio # 1: Cosechamos lo que sembramos.

Uno de los principios más importantes de la administración es la siembra y la cosecha. Para obtener una cosecha, primero debemos sembrar la semilla. Hay muchas escrituras que nos dan una idea del tema de la siembra y la cosecha. Aquí hay algunas:

“Pero esto digo: el que siembra escasamente, escasamente también segará; y el que siembra abundantemente, abundantemente también segará” (2 Corintios 9:6).

“Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo” (Salmos 126:5).

“No se dejen engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará” (Gálatas 6:7).

“Porque el que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gálatas 6:8).

“No nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos” (Gálatas 6:9).

¡Cuando sembramos con la comprensión de este principio y con fe en el Señor y en Su Palabra nosotras debemos esperaruna cosecha en el lugar donde hemos sembrado! ¡Esto es realmente emocionante!

Ningún agricultor se tomaría el tiempo o el dinero de sembrar una semilla sino esperara cosechar. Además, si quiere tener una cosecha de maíz, debe sembrar maíz. Y si quisiera cosechar trigo, tendría que sembrar trigo.

Por lo tanto, si usted desea cosechar bondad, debe sembrar bondad. Si desea obtener perdón, debe sembrar perdón. Si desea obtener la restauración de su matrimonio, entonces debe sembrar restauración por medio de ministrar y/o financieramente: ¡¡entonces anticípese a la cosecha, ya que los principios de Dios y Sus promesas son verdad y Él es fiel!!

También podemos creer la promesa de Dios que sembrar en Su trabajo significa que estamos invirtiendo en nuestro futuro eterno. “No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; sino acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6:19-21). Más importante aún, lo que hacemos con nuestro dinero en la tierra es un verdadero indicador de dónde esta nuestro corazón.

“Y el que suministra semilla al sembrador y pan para su alimento, suplirá y multiplicará la siembra de ustedes y aumentará la cosecha de su justicia. Ustedes serán enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual por medio de nosotros produce acción de gracias a Dios”. (2 Corintios 9:10-11).

En otras palabras, cuando Dios nos da una cosecha abundante, no es para que nosotras podamos quedarnos egoístamente con ella sólo para nosotras, sino que es para que podamos sembrar más en el reino del cielo.

Hay muchos cristianos adinerados que hoy son canales para poder mantener el ministerio caminando, envían misioneros a tierras lejanas y mantienen nuestras iglesias florecientes para que puedan alcanzar a los perdidos del Señor. Ellos no usan sus finanzas para su propio placer, sino que ellos han encontrado que sembrar en las cosas de Dios les trae verdadera alegría y contentamiento.

Sin embargo, nosotras tenemos que recordar que la pobreza y la prosperidad son términos relativos. Lo que denominamos el “nivel de pobreza” en los Estados Unidos podría parecer opulencia en muchos otros países.

Como cristianas tenemos que encontrar contentamiento en cualquier situación. El apóstol Pablo nos recuerda en Filipenses 4:12, “Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad. En todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad”.

De hecho, hay momentos en que Dios llama a Sus santos al sufrimiento, al martirio o a la pobreza (como la viuda que dio dos monedas: que era todo lo que ella tenía), para glorificar al Señor. Cuando Él nos llama a la pobreza o al sufrimiento Él nos da gracia para llevarlo con alegría y en acción de gracias (y sin murmuraciones ni quejas).

A pesar de que no podamos entender todas las razones de Dios para permitir la pobreza, podemos creer que Sus caminos son superiores a nuestros caminos. “Pues en medio de una gran prueba de aflicción, abundó su gozo, y su profunda pobreza sobreabundó en la riqueza de su liberalidad” (2 Corintios 8:2). ¡Algunas veces los que han sufrido más son los que se convierten en los más generosos!  Para alguien que ama el dinero, la pérdida de riquezas puede ser una de las formas en que Dios nos destruye, nos atrae hacia Él y nos enseña a confiar únicamente en Él.

Sin embargo, en nuestro país la pobreza y la deuda no suelen llamar el interés o atención de nuestra familia, amigos o vecinos. Si hemos sido bendecidas con mucho, nosotras debemos ser testigos para otros no predicándoles sobre nuestra propia corrección o condenándoles su estilo de vida sino permitiendo que “lean” a Dios en nuestra vida. “Ustedes son nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres” (2 Corintios 3:2). Debemos mostrar los frutos de Aquel que es nuestro Padre. Debemos estar en paz en medio de las dificultades, bendecir a nuestros enemigos, perdonar libremente y caminar en la prosperidad que el Señor nos permita. ¡Nuestra generosidad debe glorificarle y puede ser la bondad que Dios use para atraer otros a Él!

“… y digan continuamente: engrandecido sea el Señor, que se deleita en la paz de Su siervo” (Salmos 35:27).

Principio #2: Dios es dueño de todo.

El Salmo 24:1 (NVI) simplemente dice, “Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella…” Todo lo que tenemos le pertenece a Dios.

“Tuya es, oh Señor, la grandeza y el poder y la gloria y la victoria y la majestad, en verdad, todo lo que hay en los cielos y en la tierra; Tuyo es el dominio, oh Señor, y te exaltas como soberano sobre todo” (1 Crónicas 29:11).

“‘Mía es la plata y Mío es el oro’”, declara el Señor de los ejércitos (Hageo 2:8).

Todo lo que tenemos, ya sea mucho o poco, nos es prestado, nosotras somos administradoras. Una vez más, cómo manejamos lo que se nos ha sido confiado (como es explicado en la parábola de Lucas 16) es lo que va a determinar si Él nos bendice con más o si Él nos quita lo que ya tenemos.

Principio #3: Dios provee todo.

“No sea que digas en tu corazón: “Mi poder y la fuerza de mi mano me han producido esta riqueza”. Pero acuérdate del Señor tu Dios, porque Él es el que te da poder para hacer riquezas, a fin de confirmar Su pacto, el cual juró a tus padres como en este día. Pero sucederá que si alguna vez te olvidas del Señor tu Dios, y vas en pos de otros dioses, y los sirves y los adoras, yo testifico contra ustedes hoy, que ciertamente perecerán” (Deuteronomio 8:17-19).

“Pero ¿quién soy yo y quién es mi pueblo para que podamos ofrecer tan generosamente todo esto? Porque de Ti proceden todas las cosas, y de lo recibido de Tu mano te damos. Porque somos extranjeros y peregrinos delante de Ti, como lo fueron todos nuestros padres; como una sombra son nuestros días sobre la tierra, y no hay esperanza. Oh Señor, Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificarte una casa para Tu santo nombre procede de Tumano, y todo es Tuyo. (1 Crónicas 29:14-16).

 “Y mi Dios proveerá a todas sus necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19).

¡Ya sea que se lo haya ganado en su trabajo o que se lo hayan dado, ¿quién es la Fuente de todo lo que tiene? Es solamente Dios.

Principio #4: Dios quiere la primera porción de lo que Él nos da.

Muchos cristianos dan a su iglesia y a otras organizaciones de caridad pero no son bendecidos porque no entienden este principio tan importante. Dios es muy claro a lo largo de toda la Biblia en que El quiere ser el primero de cada área de su vida.

Si paga sus cuentas antes que darle a Él lo primero, Dios no es el primero en su vida y estará perdiendo la bendición. Hemos aprendido en el capítulo 5 “Su primer amor”, que Dios nos quita lo que hemos puesto primero que a Él.

“Honra al Señor con tus bienes y con las primicias de todos tus frutos; entonces tus graneros se llenarán con abundancia y tus lagares rebosarán de vino nuevo” (Proverbios 3:9-10). El principio es claro, tenemos que darle a Dios primero.

A menudo cuando los cristianos empiezan a considerar el diezmo, no pueden imaginar cómo van a diezmar si apenas logran llegar a fin de mes. Eso es porque ignoran de lo que le está pasando a sus finanzas. En Hageo 1:9 dice que Dios “disipa de un soplo” lo que usted trae a casa, y que Él también permite al devorador venir y tomar lo que es legítimamente suyo.

“Traigan todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en Mi casa; y pónganme ahora a prueba en esto», dice el Señor de los ejércitos, «si no les abro las ventanas de los cielos, y derramo para ustedes bendición hasta que sobreabunde. Por ustedes reprenderé al devorador, para que no les destruya los frutos del suelo, ni su vid en el campo sea estéril», dice el Señor de los ejércitos” (Malaquías 3:10-11).

Cada mes, los cristianos que no diezman son sorprendidos por gastos “inesperados,” cosas como reparaciones u otras necesidades que no previeron. Eso es sólo porque son ignorantes de este principio. Porque si Dios es primero en su vida –primero en su corazón, primero en su día y primero en sus finanzas- entonces (y sólo entonces) querrá Dios “abrir las compuertas del cielo, y derramar sobre bendición que sobreabunde,” y fielmente “reprender al devorador por usted”.

¡Aquellas que se humillan dando a Dios sus diezmos y ofrendas se deleitarán en abundante prosperidad! “Pero los humildes poseerán la tierra y se deleitarán en abundante prosperidad” (Salmos 37:11) Su Palabra nos dice, “A los pecadores los persigue el mal, pero los justos serán recompensados con el bien” (Proverbios 13:21).

Principio #5: Lo que haces con la primera parte determina lo que Dios hace con el resto.

Cuando Dios le pidió a Abraham su hijo, él no lo retuvo. Como resultado, Dios le dijo, “Porque ahora sé que temes a Dios, ya que no me has rehusado tu hijo, tu único… que por cuanto has hecho esto y no me has rehusado tu hijo, tu único, de cierto te bendeciré grandemente…” (Génesis 22:12, 16-17).

Dios le dijo al ejército que tomó Jericó que no tomaran el botín de la primera ciudad y que por eso Dios les daría el resto. Dios siempre pone a prueba nuestros corazones primero. “El crisol es para la plata y el horno para el oro, pero el Señor prueba los corazones” (Proverbios 17:3). Sin embargo, uno de los soldados, Akin, no pudo resistirse y tomó un poco del botín. Cuando iban a tomar la siguiente ciudad, Ai, en una batalla que era mucho más pequeña y que era fácil de ganar, fueron derrotados (vea Josué 6).

Este principio no es sólo para sus finanzas o para su restauración, sino que es para cada área de su vida. Cuando fallamos en darle a Dios primero, entonces le estamos robando a Dios lo que nos ha pedido. El no quiere ningún otro dios antes que Él: ni nuestro dinero, ni nuestros esposos, ni nuestro matrimonio, ni nuestra carrera. Lo que hace de primero con todo determina lo que Dios hará con el resto: bendecirla o maldecirla.

¿Está en una crisis financiera?

“Pero busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:33).

¿Ha buscado al Señor para sus finanzas? En Filipenses 4:19, la Biblia claramente nos enseña que Dios es el Único que va a suplir todas nuestras necesidades. Pero, si primero acudimos a otros en nuestras necesidades, en lugar de buscar al Señor, —si fallamos en “buscarlo a Él primero”— entonces “todas las cosas” no serán “añadidas a” nosotras.

¿Está seguiendo los principios para la seguridad financiera que se encuentran en las escrituras? Las escrituras nos enseñan que debemos diezmar con el fin de ser “llenados con abundancia” y “desbordados” (Proverbios 3:9-10). También se nos anima a “sembrar” si queremos cosechar (Gálatas 6:7, 2 Crónicas 9:6). ¿Ha estado sembrando y diezmando fielmente? Tómese el tiempo de leer estos pasajes de las escrituras una y otra vez. Después, ore al Señor para que le enseñe cómo quiere que confíe en Él, mientras cumple su mandato para todos los creyentes. Empiece por darle una porción de regreso. 

Si está diezmando fielmente y aún así está en una crisis financiera asegúrese de estar cumpliendo los mandatos de Dios. Hay muchas referencias en la escritura de acciones que llevan a la pobreza, incluyendo no pedir (Juan 4:2), pedir por el motivo equivocado (Juan 4:3), adulterio (Proverbios 6:26), consumo excesivo de alcohol o comportamiento glotón (Proverbios 21:17, Proverbios 23:21), pereza (Proverbios 10:4, Proverbios 14:23, Proverbios 28:18-20), no aceptar la censura o corrección (Proverbios 13:18), tomar decisiones apresuradas (Proverbios 21:5), oprimir al pobre (Proverbios 22:16), y por supuesto retenerle a Dios lo que es legítimamente Suyo.

Cuando le demos a Dios de regreso por medio del diezmo y las ofrendas, tenemos que estar seguras de darle a nuestros esposos el honor que se merecen. “En ella confía el corazón de su marido, y no carecerá de ganancias” (Proverbios 31:11). ¿Si su esposo tuviera dificultades para proveer, está segura de que podría confiar en usted? Si él le ha dicho que se deshaga de las tarjetas de crédito, ¿todavía las tiene? ¿Hace compras racionales y sabias y cuida bien los gastos de la casa? ¿Lo ha avergonzado frente a otros? Asegúrese de que su corazón es puro y fiel a su esposo en todo sentido.

Cuando estaba arruinada financieramente como madre soltera de cuatro niños, aprendí el principio del diezmo. Aún cuando vivía cerca del nivel de la pobreza, empecé a diezmar por primea vez en mi vida. No únicamente sembraba, diezmando el diez por ciento de la escasa cantidad de dinero que recibía, sino que también sembraba en la vida de mujeres que estaban experimentando tragedias en sus vidas (al decirles que Dios tiene la habilidad de restaurar matrimonios). 

Mi darle al Señor estableció el estándar en nuestro hogar cuando mi esposo se fué. ¡Dios honró esto al guiar a mi esposo a diezmar poco después de que volviera a casa sin tener que decirle nada! Si está luchando con dar tanto, le ayudaría saber que Dios es dueño de todo lo que tenemos, y que solamente gracias a Él es que tenemos “poder para hacer riquezas, a fin de confirmar Su pacto…” (Deuteronomio 8:18). ¡Por lo tanto, es necesario, asegurarse que le damos a Él lo primero para confirmar que Él es el primero en nuestra vida!

¿Le va a servir a Dios o a mamón (dinero)?

Muchos se esconden de la enseñanza de dar por los abusos y porque ellos no quieren ser considerados “buscadores de dinero”, pero nada de esto elimina la verdad del mensaje. Busque la verdad por sí misma. Pruébelo a Él para ver si Él es fiel a Sus promesas. Dele primero a Dios, diezme en su iglesia (donde es espiritualmente alimentada) y mire si en su vida hay cambios y es bendecida en todas las áreas de su vida.

Dios es el que le provee a nuestro ministerio y a nuestra familia. Nosotras sembramos en la vida de los que tienen el corazón roto y regamos con apoyo contínuo a través de nuestra comunión, pero es Dios quien trae el incremento. Nosotras no acudimos a nadie para que supla nuestras necesidades, solamente a Dios. Fallar al enseñar correctamente este principio sería fallar en alimentar a la oveja y al pastor, aquellas que vienen a nosotras por ayuda, apoyo y dirección.

Jesús dice que hay que alimentar a Sus ovejas y Dios dice en Óseas que su pueblo pereció por falta de conocimiento (Oseas 4:6). Muchas de las que vienen a nosotras son cristianas nuevas o están acudiendo a una iglesia donde este principio, así como otros principios de restauración, no los están enseñando. Nuestro trabajo es hacerlas discípulas del Señor y darles las herramientas que necesitan para transformar su vida.

Para aquellas que nunca han dado su diezmo a Dios, que Dios les muestre que se puede hacer más con el 90 por ciento de su ingreso que con el 100 por ciento que antes controlaban. Esto tomará un paso de fe, pero, al igual que como cuando decidió restaurar su matrimonio, en lugar de seguir adelante, su vida nunca será la misma.

Para aquellas de ustedes que dan (pero que Dios no es primero) pueden reorganizar sus prioridades en cada área de su vida para demostrarle a Dios que Él tiene el primer lugar.

Dios es un Dios que anhela ser misericordioso con nosotras, ¡Él anhela bendecirnos! “…y digan continuamente: ‘Engrandecido sea el Señor, que se deleita en la paz de Su siervo’” (Salmos 35:27).

Permítanme concluir con esta maravillosa promesa: “Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo” (Salmos 126:5). ¡¡Aleluya!!

Compromiso personal: dar. “Basada en lo que he aprendido en las Escrituras, me comprometo a confiar y bendecir al Señor con mis finanzas. Buscaré al Señor sobre cómo y dónde diezmar. Sembraré para restaurar matrimonios al compartir las buenas nuevas acerca de la restauración con aquellos a quienes Dios trae a mi vida y a través de mis ofrendas financieras a medida que Dios me guía y me provee fielmente”.

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