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Kelly

Todd 

Mi viaje de Restauración—

Una novela basada en una historia real

  Editorial NarrowRoad


Kelly Todd

“Demasiado tarde”

Mi viaje de Restauración — Una novela basada en una historia real

Por: Kelly Todd

Publicado por: Editorial NarrowRoad
POB 830
Ozark, MO 65721 U.S.A.

Los materiales del Ministerio de Restauración fueron escritos con el único propósito de animar a las mujeres. Para más información, visítenos en:

 

EncouragingWomen.org
RestoreMinistries.net

 

El permiso de la autora ha sido otorgado a quienes deseen imprimir o fotocopiar este libro para sí mismos o para otros, estrictamente con fines de estímulo e información; sin embargo, tales copias o reimpresiones no pueden venderse en ninguna forma sin el permiso previo por escrito de la autora.

A menos que se indique lo contrario, la mayoría de los versículos de las Escrituras están tomados de la Nueva Biblia de las Américas (NBLA). Las citas de las Escrituras marcadas como RVA se han tomado de la versión Reina Valeria Antigua de la Biblia, y las citas de las Escrituras marcadas como NVI se han tomado de la Nueva Versión Internacional. Nuestro ministerio no se inclina por ninguna versión de la Biblia en particular, sino que las ama a todas para poder ayudar a toda mujer de cualquier denominación que necesite estímulo y que tenga el deseo de lograr una mayor intimidad con su Salvador.

Copyright © 2021 por Kelly Todd

Diseño de portada por Tara Thiele


Tabla de contenido

1. Soy un desastre
2. Simplemente Perfecto
3. Veinte y Sin Preocupaciones
4. Enraizada en el caos
5. Perdida y Encontrada
6. La Única Cosa que Escuché
7. En negación
8. Demasiado tarde
9. Cambios en mí
10. Bendiciones sobreabundantes
11. Comportamiento extraño
12. Pensamientos Caóticos
13. Un aguacero
14. Apartada
15. Libertad forzada
16. Era oficial
17. Querido diario
18. Epílogo


 ———–— Capítulo 1 ————

Soy un desastre

Miércoles, 14 de mayo de 2018.

 

Son las diez de la noche y la televisión está encendida. No tengo ni idea de lo que se está presentando esta noche. Evelyn, quien tiene cuatro años, corre por el apartamento, gritando y chillando con Gabriel, que acaba de cumplir un año. Estoy al teléfono con mi esposo, su padre, que se llama James. Espero desesperadamente poder convencerlo de que regrese a casa. La otra línea del teléfono lleva sonando al menos quince minutos, pero me niego a responder. No quiero correr el riesgo de que James cuelgue. 

Llaman a la puerta con fuerza y me sorprenden. Soy nueva en el vecindario y no tengo ni idea de quién puede llamar a mi puerta a las diez de la noche. Cuando abro la puerta, veo a dos policías neoyorquinos parados en la puerta. Hay carros de policía detrás de ellos con las luces encendidas, iluminando el vecindario. Aún estoy al teléfono con James, que exige saber por qué hay oficiales de policía en la puerta. El policía me pide que cuelgue, pero le explico que es mi esposo. 

El oficial me pregunta si puede entrar. James está gritando, tratando de llamar mi atención. El oficial explica que mi madre ha estado intentando llamarme y se preocupó cuando no le contesté. Es entonces cuando oigo a James gritar en el teléfono, amenazando con quitarme la custodia de los niños porque soy una madre inepta. Una vez más, el agente me exige que cuelgue el teléfono. Le digo a James que le volveré a llamar. Mientras cuelgo, le oigo una vez más amenazando con venir a llevarse a los niños si no le vuelvo a llamar y le explico lo que está pasando. 

Uno de los agentes pregunta si puede echar un vistazo, y yo asiento con la cabeza. Los niños siguen corriendo, gritando y riendo, cuando por fin ven a los oficiales. Con toda la calma que puedo, les pido que se sienten en el sofá, y lo hacen encantados. La mirada de sus caritas me hace sentir vergüenza. Tienen miedo. No sé si consolarlos o quedarme donde estoy y parecer fuerte ante los oficiales.

De repente, el otro oficial rompe mi concentración cuando empieza a hacerme algunas preguntas. Se preguntaba por qué mi madre llamaría al 911 cuando yo no contesté el teléfono. La lamentable excusa de "no lo sé" fue cortada rápidamente cuando me preguntó por qué mi madre pensaba que podría suicidarme. En mi mente pensé: "porque realmente lo deseo", pero en su lugar surgió una risita y un "Dios mío, qué absurdo". Rápidamente le expliqué que mi esposo y yo nos acabamos de separar y que mi madre sabe que no ha sido amistoso entre nosotros. También le expliqué que estaba hablando por teléfono con mi esposo cuando ella llamó varias veces y que no quería responder porque él y yo estábamos intentando "solucionarlo". El oficial me miró con cara de "supongo que te creo". 

Mirando al otro oficial, que ya había recorrido todo el minúsculo apartamento, vi que asentía con la cabeza hacia la puerta principal. Parecía estar satisfecho con lo que había visto y con lo que yo había dicho, porque estaba listo para irse. Les acompañé hasta la puerta. El oficial me dijo que llamara a mi madre. Agradecí su petición asintiendo y cerré la puerta tras él rápidamente.

En su lugar, me apresuré al teléfono para llamar a James, quien estaba furioso, por no decir otra cosa. Exigió saber qué estaba pasando y por qué había oficiales de policía en mi apartamento. Le expliqué que, mientras estaba al teléfono con él, mi madre había intentado llamar unas cuantas veces, pero que yo no había respondido. Continué diciendo que mi madre se había puesto nerviosa y pensó que me había hecho daño, así que llamó a la policía para ver cómo estaba. Mi explicación hizo más daño que bien. Al igual que el oficial de policía, él también quería saber por qué mi madre pensaba que yo podría haberme hecho daño. Así que, al igual que le había respondido al agente, le respondí que no lo sabía. El me amenazó una vez más con quitarme la custodia de los niños si no era capaz mental o físicamente de ser una madre adecuada para ellos. Me acusó de haberle dicho algo a mi madre y a los miembros de mi familia haciéndoles creer a todos que quería hacerme daño. Yo no lo había hecho y se lo dije, pero fue en vano. No me creyó ni quiso escuchar nada más de lo que tenía que decir. Me amenazó una vez más con quitarme la custodia y colgó bruscamente.

Después de ser bombardeada con pensamientos horribles durante un rato y de sentir que había fracasado miserablemente en mi intento de convencerlo de volver a casa, llamé a mi esposo una vez más. Cuando contestó el teléfono muy molesto, le pedí que viniera a recoger a los niños, y lo primero que dijo fue ¿por qué? Pensé: "porque soy una madre horrible", pero no se lo dije a él. Simplemente le dije que no se preocupara que los niños estaban dormidos pero le insistí que lo mejor sería que viniera a recogerlos.

En ese momento, me sentí muy deprimida y perdida. Me avergonzaba de haber permitido que mis hijos tuvieran tanto miedo en una situación que yo había creado y que no podía controlar. Lloraba todo el tiempo y ellos lo sabían. Era primavera, así que los niños del vecindario estaban afuera jugando, y podía oírlos reír. Mis hijos no. No podía; ni siquiera me atrevía a salir. Estaba hecha un desastre. Me sentía como si estuviera parada en el ojo de un tornado, y todo lo que me rodeaba era borroso, sólo con visiones claras de algunas cosas.

Por desgracia, lo único que podía ver eran todos los aspectos negativos de mi vida. Podía ver los papeles del divorcio en mi futuro, la soledad, la falta de dinero, sin hijos y desempleada (porque era una esposa y madre que se quedaba en casa), todo ello flotando en este tornado de mi vida. Todo eso que giraba junto era demasiado duro para soportarlo sola, así que en lugar de eso, tenía un plan; un plan que podría haber acabado con todo con una segunda visita de un oficial de policía y un médico forense.

Aunque no le dije cuáles eran mis planes, mi esposo debió suponer lo mismo que mi madre, pero en lugar de temer por mí, se rió de mí. Pensó que buscaba atención. A él estoy segura que le pareció así. "Sólo quieres que vaya allá para poder hablar de volver a estar juntos", se burló. Lo escuché, sin saber qué decir.

¿Qué iba a hacer? Al negarse a llevarse a los niños esa noche, yo sabía que no podía acabar con mi vida mientras ellos estuvieran allí. Empecé a suplicar y a llorar. Mis lágrimas lo molestaron y sus burlas cambiaron. Dejó de reírse y me dijo con firmeza que me comportara porque tenía dos niños dormidos bajo mi cuidado. Por un instante, sentí que todavía le importaba. La sensación duró poco. Me dijo que recogería a los niños el fin de semana y que podía hacer lo que quisiera entonces. Colgó y la conversación terminó junto con mi plan. Había fracasado una vez más. Esta vez fracasé en un intento de acabar con mi propia vida. ¡Parece que no puedo hacer nada bien!

No mucha gente conocía el alcance de mis sentimientos o de mi situación. Sin embargo, mi suegro y su esposa sí lo sabían, y me llamaban a menudo para ver cómo estaba. Cuando me llamaron esa noche, contesté y me limité a decirles que no quería que nadie me molestara y colgué groseramente. Volvieron a llamar varias veces, pero ignoré las llamadas.

En algún momento finalmente llamé a mi madre y le dije que estaba bien. Me di cuenta de que estaba llorando, pero eso no me impidió expresarle lo molesta que estaba con ella. Le dije que había exagerado y que sus acciones eran innecesarias. Me dijo que la policía la había llamado y le había dicho que yo estaba bien y la habían reprendido por haber exagerado. Supongo que hice un buen trabajo fingiendo que todo estaba bien después de todo. No se disculpó, y no debería haberlo hecho. Estaba haciendo lo que cualquier buena madre habría hecho.

Aliviados de que los oficiales de policía ya no estuvieran allí, los niños se habían quedado dormidos en el sofá. Apagué la televisión y los metí en la cama. Me di una larga ducha caliente y me acosté en la cama, sola. Mientras estaba acostada, reviví esa hora en mi cabeza una y otra vez. Me preguntaba qué pensarían los vecinos y mi arrendador. ¿Me convertiría en el centro de los chismes? Me preguntaba cómo se sentiría mi madre. Pero, sobre todo, me preguntaba, como cada noche, qué estaría haciendo mi esposo y por qué había decidido poner fin a nuestro matrimonio. ¿Por qué no era lo suficientemente buena para él? ¿Qué podía hacer o decir para convencerlo de que debíamos solucionarlo?

Como tantas otras noches antes, organicé mi propio festín de lástima  y lloré hasta quedarme dormida.

Salmo 25:16-17

Vuélvete a mí y tenme piedad,

Porque estoy solitario y afligido.

Las angustias de mi corazón han aumentado;

Sácame de mis congojas.


———–— Capítulo 2 ————

 Simplemente Perfecto  

 28 de diciembre, 2018

 

Son las tres y media de la tarde y estoy sentada en mi mesa con James. Él está ocupado escribiendo en la computadora. Afuera hacía frío, pero no se notaba al mirar por la ventana. El cielo estaba despejado y el sol entraba y salía de las nubes. Hacía tres días que había pasado la Navidad y los niños estaban en su habitación jugando con sus juguetes nuevos. Yo estaba a punto de ser sorprendida con un regalo para mí. Siempre me han gustado las sorpresas y esta era la mayor de todas.

Los dedos de James se han vuelto lentos en la computadora. El chasquido constante de las teclas de la computadora casi se había detenido. Estaba perdido en sus pensamientos. Lo miré, preguntándome en qué estaría pensando, pero me guardé el pensamiento para mí. Parecía nervioso e inquieto. Sólo lo había visto así una vez, justo antes de que me propusiera matrimonio.

Lo observé mientras colocaba las manos sobre sus muslos, moviéndolas hacia arriba y hacia abajo para limpiarse el sudor de las palmas. Bajó la mirada durante unos segundos y respiró profundamente. Se volvió hacia mí con una mirada dulce en su rostro.

Yo estaba nerviosa e intrigada al mismo tiempo. ¿Qué estaba a punto de decir que lo ponía tan nervioso? Mi corazón se hundió. Me puse firme y me senté erguida, como si eso fuera a evitar que mi columna vertebral se convirtiera en gelatina, repitiendo una y otra vez: "No temeré las malas noticias; mi corazón está fijo, confiado en el Señor"... "No temeré las malas noticias; mi corazón está fijo, confiado en el Señor"... Soy capaz de parecer lo contrario a él; serena y valiente. Entonces pronunció unas palabras que hicieron que mi columna vertebral se volviera gelatina por muy erguida que estuviera. 

"¿Cómo te sentirías si nos reconciliamos?", me preguntó.

Tal vez tardé demasiado en responder, o sus nervios lo traicionaron, pero antes de que pudiera fijar mis labios para responder, preguntó algo más.

"¿Te parecería bien si vuelvo a casa?", tartamudeó.

Quería volver a casa — no a un apartamento en el que nunca había vivido, sino a nosotros, su familia. Nosotros éramos su hogar.

No hubo un gran gesto romántico ni un poema que él hubiera escrito sólo para la ocasión, como yo me había imaginado tantas veces cuando estaba sola y no podía dormir. No hubo música suave de fondo. No estábamos vestidos con nuestras mejores galas. Simplemente estábamos sentados en mi pequeño apartamento mientras nuestros hijos jugaban en su habitación.  

No hubieron palabras dulces susurradas a mi oído. No hubo miradas coquetas entre nosotros desde el otro lado de la habitación. Mi esposo nunca se arrodilló para tomar mi mano rogando por otra oportunidad. No fue como una película o un libro romántico.

Fue, sin embargo, ¡perfecto! ¡Simplemente perfecto! 

Habían pasado siete meses, tres semanas y dos días cuando simplemente dijo: "¿Cómo te sentirías si nos reconciliamos?"

¡¿Cómo me sentiría?! ¿Estaba bromeando? ¿Era una pregunta con trampa?

Cuando escuché esas palabras, permanecí sentada, tratando de contenerme. Aunque aturdida e incapaz de hablar, mi ser interior saltó de mi asiento e hizo un baile de aleluya, pero mi ser físico sonrió y simplemente dijo: "Sí".

Como si estuviera en un episodio de cualquier programa de televisión que muestra la vida de un personaje ante sus ojos, los últimos ocho meses pasaron ante mis ojos en cuestión de un segundo.

Momentos después, mi ser interior se puso al día con mi ser físico, y exploté de alegría. Salté de mi asiento y empecé a abrazar y besar a mi esposo—besando su cara como una gallina que picotea su comida. Mis besos fueron rápidos y por toda su cara. Simplemente no podía contenerme. Él se rió y nos abrazamos.

Nos quedamos sentados junto a la computadora mientras él empezaba a hacer los preparativos para su mudanza a casa. A casa.

Mientras hablaba de la ruptura de su contrato de arrendamiento y de sus viajes al trabajo, mi mente se desviaba repitiendo las palabras que había pronunciado, una y otra vez, en mi cabeza. Casi ocho meses de separación no podían compararse con ese momento de reconciliación. Si tuviera algún talento para escribir canciones de amor, habría tratado de ponerle letra a sus palabras:

¿Cómo te sentirías si nos reconciliamos?

¿Te parece bien que vuelva a casa?

¿Cómo te sentirías si nos reconciliamos?

¿Te parece bien que vuelva a casa?

"¿Crees que podrías ayudarme a empacar las cosas de mi apartamento?" Las palabras de mi esposo me devolvieron rápidamente a la realidad de estar escribiendo canciones en mi cabeza. Sólo tenía tres días para mudarse antes de que terminara el mes, así que juntos hicimos un plan sobre su apartamento y la forma en que su vida iba a cambiar. La forma en que nuestras vidas iban a cambiar - ¡era el momento de llamar a los niños y darles la buena noticia!

Por suerte, mi esposo se quedó con nosotros esa noche. Allí estaba él, una vez más, durmiendo en nuestra cama que alguna vez compartimos. Solíamos dormir espalda con espalda, pero esa noche simplemente no pude. En su lugar, dormí viendo su espalda toda la noche (aunque él no lo sabía) sólo para asegurarme de que él era real. Lo que experimenté fue real.

Es curioso cómo te adaptas; nunca imaginé que tendría problemas para dormir con él sólo meses después de haber aprendido por fin a dormir sin él. Aquella noche me desperté varias veces, y cada vez que me despertaba, me aliviaba verlo allí acostado a mi lado y que, efectivamente, era real.

Cada vez que me despertaba, lo abrazaba y le besaba el cuello. Cada vez que me despertaba y él estaba allí, daba gracias a Dios. Le daba las gracias a Dios, no sólo por la restauración, sino por mucho más. Le agradecí que mi esposo hubiera "nacido de nuevo". Le agradecí a Dios por darnos a ambos la salvación y por otra oportunidad en nuestro matrimonio. Le agradecí por darles a mis hijos un hombre piadoso como padre a tiempo completo. Simplemente le agradecí a Dios por todo lo que había hecho y por cómo había bendecido a mi familia.

Mi esposo nunca supo que le agradecí a Dios por él, que lo besé y abracé muchas veces a lo largo de la noche, pero eso estaba bien. Él estaba allí en nuestra cama, y yo estaba feliz. Él estaba allí en mente, cuerpo y alma.

Como había hecho tantas noches antes, lloré. Sin embargo, esta vez hubo una gran excepción. Esta vez eran lágrimas de alegría y gratitud.

Lo que ocurrió durante los siete meses y medio fue un viaje que nunca pensé que pudiera ocurrirme. Mientras me quedaba dormida, mis mejillas seguían mojadas por las lágrimas, y mi mente me llevaba al principio, cuando nos conocimos. 

1 Corintios 15:57

Pero a Dios gracias, que nos da la victoria

por medio de nuestro Señor Jesucristo.


———–— Capítulo 3 ————

Veinte y sin preocupaciones 

Mayo 2010 – Agosto 2013

 

Supongo que todas las parejas tienen la historia de cómo se conocieron, se enamoraron y se casaron. No me casé con un hombre al que le molestaban mis lágrimas o al que no parecía importarle que eligiera quitarme la vida. No me casé con un hombre que me dejara y se llevara a mis hijos. No me casé con un hombre que se riera de mi dolor. No, no me casé con un hombre así en absoluto. Cada pareja tiene una razón por la que se sintió atraída por su cónyuge en primer lugar o por la que decidió intentar pasar el resto de su vida con el otro. James y yo tenemos nuestra propia historia.

En la época en que conversar en una sala de chat online era divertido, emocionante y novedoso, James y yo nos conocimos. Los dos teníamos poco más de veinte años y no teníamos preocupaciones. Después de chatear varias veces en línea, decidimos dejar de escribir y conversar por teléfono. Desde la primera noche que hablamos por teléfono, todo conectó, excepto que ninguno de los dos sabía cómo lucía el otro. Lo preferíamos así. Queríamos llegar a conocer a la persona por dentro. Durante seis meses, hablamos por teléfono durante horas casi todas las noches. Nos escribimos cartas y nos enviamos encomiendas.

Él era romántico. Una vez me envió una encomienda con una grabación que hizo de canciones de amor que me había dedicado. Incluso escribió a mano la letra de cada canción. Incluyó mis caramelos favoritos y un oso de peluche para mi sobrina de tres años. Una noche, mientras él estaba en el trabajo, me llamó, y yo estaba enferma en casa con un resfriado. Condujo dos horas sólo para traerme la medicina. Era la 1 de la mañana y era la primera vez que nos veíamos en persona. Yo parecía muerta y él me dijo que era hermosa.

Hubo muchas más visitas después de esa primera. James me visitaba todos los fines de semana, o yo lo visitaba a él. Si yo tenía que trabajar, él me esperaba en casa de mi madre hasta que llegaba. Caminábamos a la tienda local a comprar un capuchino o a comer a nuestro restaurante favorito. Paseábamos por el centro comercial o simplemente nos sentábamos a ver la televisión juntos. Los mejores momentos eran cuando competíamos para ver quién podía hacer reír más al otro. Yo fingía ser un jugador de fútbol y él se reía tanto que se le rodaban lágrimas por su rostro.

Pero así como el comienzo de cada fin de semana traía emoción, el final de cada fin de semana traía una inmensa tristeza. Siempre llevaba a James a la estación de autobuses y lo veía partir. Entonces lloraba a mares. A veces no podía contener las lágrimas hasta que se fuera, y él me decía que no llorara. Me recordaba que nos veríamos pronto y que hablaríamos todas las noches como siempre lo habíamos hecho. Las palabras traían un poco de consuelo a mi corazón. Cuanto más nos veíamos, más difícil parecía decirnos adiós.

Aunque la mayor parte de nuestros días de cortejo fueron simples paseos para tomar café y abrazos y risas cariñosas, hubo algunas ocasiones en las que nuestra relación tuvo algunas chispas. Tuvimos una terrible tormenta de nieve para nuestro primer Año Nuevo como pareja, y todas las carreteras principales estaban cerradas en nuestra zona triestatal. James me llamó para cancelar su visita porque no había manera de que pudiera llegar ya que vivía a dos horas de distancia. Yo estaba devastada, y él se dio cuenta, pero lo entendí y no esperaba que viajara en medio del desastre de la nevada. Durante horas, esa mañana y esa tarde, estuve deambulando por la casa, extrañándolo y pensando que no podría besarlo cuando todo el mundo gritara "¡Feliz Año Nuevo!". Esa misma tarde estaba acostada en la cama y oí que llamaban a la puerta. Mi madre grita de alegría y me pide que vaya a la sala. James está de pie, más rojo que nunca por el frío y parece aliviado. Ha tomado varios trenes sólo para estar conmigo porque ha oído por teléfono lo decepcionada que estaba . Lloré de alegría y él sonrió y me limpió las lágrimas de mi rostro con suavidad.

Una visita a Nueva York fue bastante sorprendente. Un amigo nos invitó a un baby shower de una prima de James. Durante el festejo, la anfitriona nos pidió que corrieramos al supermercado para hacer unas compras rápidas. En nuestro camino de regreso, James parecía muy nervioso. Me dijo que no se sentía bien, pero que no me preocupara. Me miró cariñosamente a los ojos y me dijo que me amaba mucho y que quería que lo supiera siempre. Yo sonreí y le dije que también lo amaba.

Cuando estábamos entrando a la fiesta, noté que todo el mundo me miraba. Me sentí muy incómoda y traté de dirigirme al rincón de atrás, donde las luces estaban bajas y todos los ojos no estuvieran sobre mí. Sin embargo, James me arrastró al frente y al centro - donde todos los ojos estaban sobre mí una vez más. Podría morirme. Me dio la vuelta y mis ojos captaron mi nombre en una mesa. Cuando me acerqué, vi un pastel con forma de corazón en el que se leía "Kelly, ¿Quieres casarte conmigo?" con un anillo de compromiso en el centro. Abracé a James y empecé a llorar. Toda la fiesta se quedó en silencio cuando alguien gritó: "¿Es eso un sí?" y con mi cara aún en el cuello de James, asentí con mi cabeza. Toda su familia estaba allí y todos empezaron a aplaudir y aclamar. Se arrodilló, me pidió oficialmente que me casara con él y me puso el anillo en mi dedo. Lo recuerdo como si fuera ayer.

Poco después de nuestro compromiso, nos mudamos juntos. No podíamos esperar a empezar nuestra vida juntos. James consiguió un nuevo trabajo más cerca de mí y alquilamos un apartamento. Empezamos de cero. Ahorramos hasta el último centavo que ganamos y compramos juntos todo lo necesario para nuestro apartamento. Nos turnabamos para preparar la cena y ambos limpiabamos.

Después de algunos meses de vivir juntos, decidimos pasar unos días con su madre, que vivía a unos noventa minutos de nosotros. Decidimos tomar el tren. James hizo que un taxi nos llevara a la estación de tren, o eso me dijo. Nos dirigimos al aeropuerto y yo estaba totalmente perdida. Cuando llegamos al aeropuerto, el taxista me abrió la puerta con una sonrisa en la cara y me dijo que había llegado. Miré a James aún más confundida que antes. Cuando me bajé, le pregunté qué pasaba y me dijo que me llevaba de viaje  - a unas mini vacaciones a Miami. Tuvimos un tiempo maravilloso. 

Faltaba un año para nuestra boda y estábamos planeando el gran día. James había conseguido un ascenso en el trabajo y ahora trabajaba de noche. Nuestros horarios eran opuestos, incluidos los días libres, así que sólo pasábamos juntos unas pocas horas al día, que normalmente las dedicábamos para cenar y ponernos al día. Todo el tiempo libre que tenía lo dedicaba a planificar la boda. James estaba más involucrado en los planes de la boda al principio, más de lo que lo hacen la mayoría de los hombres, lo cual me gustaba. Podíamos pasar tiempo de calidad juntos planeando nuestra boda, no mi boda. Sin embargo, no fue tan bueno como yo esperaba. Fuimos puestos a prueba muchas veces durante este proceso porque tuvimos que aprender a comprometer nuestros deseos. No siempre estábamos de acuerdo con lo que queríamos y discutimos mucho durante la planificación. James estaba muy malhumorado porque trabajaba toda la noche y dormía durante el día lo mejor que podía. Con el resto del mundo en marcha durante el día, le resultaba difícil adaptarse a trabajar en el turno de noche.

Parecía que vivíamos vidas diferentes en un momento dado, y aunque yo estaba un poco preocupada, me sumergí en la planificación de mi boda. Pensé que después de casarnos todo estaría bien. La boda era la solución a las preocupaciones que tenía. Por otro lado, James estaba recibiendo mucho reconocimiento en el trabajo aunque sólo llevaba unos meses allí. Venía de un entorno laboral completamente diferente, y la atención que estaba recibiendo en su nuevo puesto directivo le entusiasmaba. Su carrera había florecido muy rápidamente. Me sumergí en los detalles de la boda mientras él empezaba a sumergirse en el trabajo. Sus días de trabajo empezaban más temprano y terminaban más tarde, pero yo tenía mi boda para que todo estuviera mejor.

Llegó la semana de la boda. Tuvimos la llegada de la familia y estuvimos ultimando los detalles para el gran día. Los dos estábamos emocionados de que por fin llegara el gran día. El día llegó y nos casamos. Estuve dos meses completos en euforia y me reí de lo pequeños que habían parecido mis problemas. Dos meses completos de euforia se esfumaron en 2 minutos. Esos dos minutos cambiaron el curso de mi futuro.

Proverbios 14:12

Hay camino que al hombre le parece derecho;

Pero su fin es camino de muerte.


———–— Capítulo 4 ————

Enraizada en el caos  

 Agosto 2013 - Abril 218

 

A James le iba de maravilla en el trabajo y una vez más lo ascendieron, pero esta vez también lo trasladaron. Su nuevo puesto nos alejaba de mi familia. Nos mudábamos a dos horas de distancia de ellos. Nunca había vivido lejos de mi familia, pero estaba emocionada por empezar mi vida con él. También habíamos decidido intentar formar una familia de inmediato. Faltaba un mes antes de la mudanza, y renuncié a mi trabajo. La carrera de James era muy exigente, así que tuve que empacar todo yo sola.

Una mañana James había llegado a casa del trabajo y, como de costumbre, veía algo de televisión para relajarse antes de irse a dormir. Yo estaba durmiendo en nuestro dormitorio cuando sonó su teléfono móvil. Lo ignoré. El no lo había oído. Me resultaba extraño que dejara el teléfono arriba porque de su trabajo lo llamaban constantemente y él siempre contestaba. Quiero decir que siempre, pasara lo que pasara, respondía cuando lo llamaban de su trabajo. 

Una vez más sonó el teléfono, pero esta vez lo oyó y subió a contestar. Imagínate mi sorpresa cuando decidió no contestar. Supuse que no podía ser alguien del trabajo porque ignoró la llamada, así que le pregunté quién había llamado y me contestó: "Del trabajo". Luego volvió a bajar las escaleras pero dejó el teléfono arriba. Incluso ahora, no sé qué me llevó a revisar su teléfono, pero lo hice. No reconocí el número. Ni siquiera era un número local, lo cual era extraño porque me dijo que era de su trabajo. No lo habían llamado de su trabajo. Él mintió. Mi sospecha creció. Abrí la caja de Pandora cuando decidí devolver la llamada a ese número. 

Cuando llamé utilizando la línea fija de la casa en lugar de su móvil, escuché "Hola" y era una voz de mujer. Colgué en silencio y lloré. La tristeza se convirtió en furia hasta que me calmé y bajé la mitad de las escaleras. Él estaba sentado en la sala viendo la televisión. Le pregunté con calma quién había llamado. Sin levantar la vista y sin dudar, respondió: "De mi trabajo". Una vez más, le pregunté quién había llamado y le pedí que no me mintiera. Resopló y admitió que sí, que era una amiga. Le pregunté por qué creía necesario que tenía que mentirme sobre sus amigas que le llamaban y su explicación fue que yo no habría entendido que tuviera amigas mujeres

Naturalmente, no le creí y le dije claramente que su amiga seguramente no tendría ningún problema en confirmar si lo que me decía era cierto. Volví a subir, cerré la puerta y la llamé. Subió corriendo detrás de mí pero yo ya me había encerrado en el dormitorio y estaba esperando a que ella respondiera cuando él tocó la puerta.

"Hola", volvió a decir ella. Le expliqué amablemente que era la esposa de James y le pedí que me explicara la naturaleza de su relación. Inmediatamente comenzó a disculparse y afirmó que no sabía que él estaba casado. Me dijo que lo había conocido por internet y que llevaban unos meses conociéndose mejor. También me dijo que hablaban todas las noches mientras él estaba en el trabajo.

No pude escuchar ni una palabra más. Se me hizo un nudo en el estómago. Me sentía tan mal que podía vomitar. Mil emociones se apoderaron de mí. Mientras tanto, James golpeaba la puerta, pidiendo que lo dejara entrar. Abrí la puerta, justo cuando sonó su celular. Era ella. Contestó y dijo "Hola Jess", muy casualmente. El hecho de que se sintiera lo suficientemente cómodo como para acortar su nombre en una expresión cariñosa me chocó por completo. ¡¿Jess?! ¡¿En serio?! ¡No Jessica, sino Jess!. La escucho gritar preguntando por qué le mintió y nunca le dijo que estaba casado. "Jessica, Jessica" escucho como él sigue tratando de interrumpirla para explicarle y justo cuando estaba a punto de explicarle, mis emociones explotaron. Maldije y le grité que colgara. ¿Cómo se atrevía a intentar explicarle algo a ella? Ella no era nadie para él. Yo era su esposa. La única persona a la que tenía que darle explicaciones era a su esposa, no a "Jess". 

Comenzó a acusarme de no ser comprensiva. ¿Cómo me atrevía a decirle que no podía tener amigas? Esa táctica no funcionó, y él lo sabía. Entonces intentó un enfoque diferente. Ella no significaba nada para él. Estaba aburrido en el trabajo y buscó algo que hacer en Internet, y así fue como se conocieron; simplemente se dejó llevar. No iba a dejar que su amistad llegara más allá de las conversaciones telefónicas. Pero su explicación hizo más daño que bien. Su amistad me resultaba muy familiar - demasiado familiar. Así era como había empezado nuestra relación, y eso me dolía más de lo que podía soportar. 

Le pedí que me dejara sola y me obedeció. Esa misma tarde esperábamos a su madre, Rachel, y a su hermano menor, Andrew. 

Andrew venía a pasar una semana con nosotros. Me escabullí y los evité por completo. Salí de la casa y me limité a dar vueltas, esperando que se hubieran ido antes de que yo volviera. No hubo suerte. Cuando volví, allí estaban esperando para saludar antes de que Rachel y su esposo Dennis se fueran. Rachel se dio cuenta de que algo andaba mal, pero no se atrevió a preguntar. Preguntó si sería mejor que se llevara a Andrew de vuelta a casa, pero James insistió en que se quedara. No me importaba ninguna de las dos cosas. No podía ni siquiera mirar a James, y mucho menos estar en la misma habitación que él, así que una vez más me fui, poco después de que Rachel y Dennis se fueran. 

Visité a mi padre, que vivía cerca. Me dijo algo sobre mi aspecto y me dijo que parecía muy enferma. Le aseguré que estaba bien. Mi tía bromeó haciendo un comentario sobre que estar embarazada hacía que algunas mujeres parecieran enfermas. Me reí, pero por dentro me dio un vuelco el corazón. James y yo habíamos estado intentando comenzar una familia. Estaba a dos días del primer día de mi ciclo menstrual. Anticipando saber si habíamos tenido éxito en nuestra aventura de formar una familia, James y yo habíamos comprado una prueba temprana de embarazo la semana anterior a todo esto.

Sentí emoción y temor a la vez. No quería estar embarazada. Quería el divorcio. Veinticuatro horas antes me habría extasiado al pensar que iba a tener un hijo suyo. Aunque seguía queriendo un bebé, ya no quería tener uno con James. Quería deshacerme de James y no quería nada que tuviera que ver con él. Nunca consideraría el aborto, así que la perspectiva de tener a James en mi vida para siempre como mi esposo o como el padre de mi hijo era espantosa.

Volví a casa y me dirigí directamente a la ducha. Saqué la prueba de embarazo y seguí las instrucciones. Evitando los resultados, me metí en la ducha. Durante la ducha, me desbordó la curiosidad y no pude esperar ni un minuto más. Salí de un salto y evité mirarlo directamente como si fuera un eclipse; eché un vistazo. Era positivo. La segunda marca rosa era muy tenue, pero parecía ser el sol por la forma en que me devolvía la mirada con tanta intensidad. Regresé a la ducha y lloré. Estaba muy enojada. 

Mi primer embarazo se vio empañado por el dolor y la traición. Sentí aún más odio hacia James. Me robó la alegría de saber que estaba embarazada. Entré en mi habitación y él estaba acostado en la cama. Le lancé la prueba de embarazo. No tenía ni idea de lo que significaba, pero me negué a hablar con él para explicarle. Revisó la caja y comenzó a dar saltos de emoción. 

Quiso abrazarme pero lo pensó mejor. Yo me quedé sentada, desconcertada. ¿Quién era esta persona? ¿Tenía él una pérdida de memoria de corto plazo? Llamó a Andrew a la habitación y le dijo que íbamos a tener un bebé. Empezó a hablar consigo mismo, preguntándose a quién debía llamar para darle la buena noticia primero. Yo me quedé sentada mirándolo mientras me frotaba la crema corporal. En todo esto yo no había dicho ni una palabra. Él había dicho suficiente por los dos. 

Lo observé y mi corazón se derritió. No podría haber imaginado un mejor recibimiento al enterarse de que estaba embarazada. Tenía suerte de tener un esposo así. ¡Espera! ¿Qué estaba pensando? "¿Suerte de tener un esposo así?" Pensé. ¡Su pérdida de memoria de corto plazo debe ser contagiosa! Mi corazón se endureció de nuevo cuando recordé lo que había hecho. Llamó a su familia y todos estaban muy emocionados. Me preguntó si podíamos llamar a mi familia porque quería contárselo a todos. Se arriesgó y me abrazó. Intenté por todos los medios seguir enojada pero estaba muy cansada de estarlo. Me permití disfrutar de mi embarazo aunque fuera sólo por el resto de la noche. 

A la mañana siguiente, mi madre me llamó y me invitó a desayunar. Acepté con gusto su invitación. Empecé a prepararme cuando James entró en el dormitorio. Me preguntó a dónde iba. Parecía muy triste y no podía mirarme directamente a los ojos. No le dije a dónde iba sino que simplemente le contesté que volvería más tarde. Se disculpó por todo el daño que había causado. Me pidió que no me divorciara de él. Quería que formáramos nuestra familia juntos y que pudiéramos solucionarlo. Lo escuché sin responder. Me abrazó y me dijo que pasaría el resto de su vida compensando este error. Le creí. Esa mañana me fui a casa de mi madre sin darle una respuesta. Volví esa tarde como la esposa de James y la madre de su hijo. Lo perdoné, pero no olvidé, en absoluto. 

Nos mudamos y encontramos un bonito apartamento cerca de la madre de James, Rachel. No conocía a nadie más que a su madre y me aburría en casa sola, así que James me compró una computadora. Me ponía a juguetear en ella y aprendía sobre programas y conocimientos básicos de informática e Internet. Me pasaba la mayor parte del día jugando con la computadora o viendo la televisión. Por lo demás, los dos estábamos muy ilusionados con el bebé. James me acompañaba a todas las citas que tenía. Preparamos la cuna y las pertenencias del bebé y esperamos ansiosamente el nacimiento. Todas las noches escribíamos en el diario de embarazo y leíamos cómo era el bebé y cómo estaba creciendo. Los nombres para el bebé fueron una aventura porque no nos poníamos de acuerdo en ninguno. Al final nos decidimos por Evelyn y estábamos muy contentos. Evelyn nació y ambos estábamos emocionados y nerviosos como padres primerizos. 

Durante todo mi embarazo Rachel estuvo cerca. Una vez que Evelyn naciera, ella iba a hacer de niñera para que yo pudiera ir a trabajar. Dos días después del nacimiento de Evelyn, Rachel y James tuvieron una fuerte discusión. Él la acusó a ella de sobrepasar los límites como madre y a él también de holgazanear como esposo y Rachel se mudó de Estado unas semanas después. No quería saber nada del cuidado de la bebé  y estaba bastante enojada con nosotros. Ese episodio dejó a ambas partes muy amargadas. 

Pasaron algunos meses. Uno de los compañeros de trabajo de James había conseguido un ascenso por traslado y le dieron una fiesta de despedida. James asistió a la fiesta en contra de mi voluntad. No llegó a casa hasta las seis de la mañana. Yo estaba muy enojada, por no decir otra cosa. En cuanto entró en la casa empecé a gritar y a acusarle de todo lo imaginable, incluso de ver a Jessica a mis espaldas. 

Creo que ese fue el momento en el que comencé mi espiral descendente. Me convencí de que no era de fiar e hice todo lo posible para demostrarlo. Durante los años siguientes comprobé en secreto el historial de llamadas de su teléfono móvil. Comprobaba la duración de cada llamada y la frecuencia con la que llamaba o era llamado por cada número. Comprobaba las horas de las llamadas. A veces llamaba al número para ver quién respondía, pero bloqueaba mi número. Estaba obsesionada. Durante muchos años continué con esto. 

Nos mudamos varias veces debido a los frecuentes ascensos de James. Nos mudamos cinco veces en cuatro años. Cada mudanza fue a una hora de distancia del lugar anterior. Durante ese tiempo, quedé embarazada de nuevo. Al igual que hizo con mi primer embarazo, James me acompañó a todas las citas. Como mi primer embarazo acabó en cesárea, mi segundo embarazo tuvo una fecha de parto programada. Nuestro hijo Gabriel nació. 

A diferencia de la primera vez, James no se tomó ninguna licencia del trabajo. Los padres de James ayudaron los primeros días y luego mi madre se quedó conmigo durante una semana. Acabábamos de mudarnos al apartamento número cinco el día que me dieron el alta del hospital. Fue difícil adaptarme a un nuevo lugar, a otro bebé y a deshacer las maletas justo después de la operación. Sentí que él no formaba parte del proceso en absoluto. 

Para entonces James se había obsesionado con su carrera y trabajaba seis días a la semana, a veces toda la semana sin días libres. El distanciamiento entre nosotros era muy evidente. Al igual que James se obsesionó más con el trabajo, yo me obsesioné más con demostrar que me engañaba. Cambié de tácticas. Empecé a acusarlo directamente para ver si se ponía nervioso o mostraba algún signo de que había sido descubierto. Me llamaba loca. Incluso admití que había comprobado sus registros telefónicos y que había llamado a la chica con la que me había engañado. Eso era una completa mentira. Él se reía y me decía que si eso era cierto, yo no tendría ningún problema en darle el nombre de esa supuesta chica. Nunca pude. Pero tenía que estar siendo infiel. No había otra explicación para que trabajara de seis a siete días a la semana. Los días que estaba en casa, discutíamos. Nuestra vida amorosa era casi inexistente. ¿Qué otra cosa podía ser? Tenía que estar siendo infiel. Todas las revistas y los expertos en relaciones lo decían. 

Volvimos a mudarnos unos meses después, infelices donde estábamos. Las cosas habían empeorado progresivamente. Discutíamos todo el tiempo y no nos poníamos de acuerdo en nada. Una tarde nos enzarzamos en otra acalorada discusión por nada y le pedí que se fuera y no volviera nunca más. Me dijo que se iría sólo por una noche. Al día siguiente volvimos y, como habíamos hecho muchas veces antes, todo había pasado. 

Tres días más tarde tuvimos otra discusión sin sentido y le pedí que se fuera de nuevo. Lo hizo y me dijo que no iba a volver. Me reí de él. Se fue durante dos días. Durante dos días no supe nada de él. Volvió y supuse que lo superaríamos como siempre, pero no fue así. Sólo volvió para recoger más ropa. Pensé que se estaba haciendo el duro y me reí de él. Le ayudé a empacar su ropa. 

Para mi sorpresa se mudó a la casa de Rachel fuera del Estado. Supongo que su relación no era tan amarga después de todo. Me llamó al día siguiente y me dijo que nunca volvería y que nuestra relación había terminado. Yo estaba confundida. Aposté y perdí. Entré en modo locura. El hecho de que James no volviera fue la munición que necesitaba para ponerme en marcha en una misión para demostrar que él estaba con otra persona. Hice el ejercicio habitual de comprobar los registros del teléfono móvil.

Había un número que veía muy a menudo. Llamé anónimamente y era una joven a quien él supervisaba en el trabajo llamada Vicky. No era raro que sus empleados le llamaran a diario, o que él les llamara a ellos. Escuchar su buzón de voz no era suficiente para demostrar que me engañaba. Esa noche abandoné la búsqueda de registros del teléfono móvil ya que no pude encontrar ninguna prueba concreta. No podía dormir, así que empecé a empacar el resto de su ropa que aún estaba en su clóset. Mencionó que vendría a recogerlas al día siguiente. 

En el fondo de uno de los cajones, encontré una de sus tarjetas de presentación con el nombre y el número de teléfono de Vicky escritos en la parte de atrás. No entendí la necesidad de que su número de teléfono estuviera escrito en la parte de atrás de una tarjeta de presentación y escondido en un cajón de calcetines. Encontré la "evidencia". ¿O fue ella la que me encontró a mí? Me dije a mi misma que era el destino. Se suponía que debía encontrarlo porque se suponía que debía saber la verdad. Hice lo que cualquiera en mi estado mental habría hecho. La llamé de nuevo. Esta vez ella respondió. Con voz tranquila y civilizada, le pregunté directamente si tenía una aventura con James. Después de todo, no había necesidad de que me comportara de forma irracional. Parecía sorprendida. Rápidamente contestó que no y explicó que sólo era su jefe. Se enfadó mucho y me colgó el teléfono.

Le creí. Su reacción parecía genuina. Su respuesta no fue como la de Jessica. Estaba más que dispuesta a compartir información sobre su relación con James. Sabía que había metido la pata hasta el fondo. Me senté en la oscuridad y esperé aterrorizada. Sabía que él me llamaría, y sabía que esta vez me había pasado de la raya. 

James me llamó diez minutos después. Estaba más que enojado. Me dijo que había sido el colmo. Lo había avergonzado en el trabajo y seguramente sería el objeto de los chismes. Me dijo que había considerado si había tomado la decisión correcta al irse, pero que ahora no tenía ninguna duda. Me dijo enérgicamente: "Nuestro matrimonio se ha terminado", y eso me atravesó el corazón. Le dije que la llamaría para disculparme, intentando calmar su ira, pero me advirtió que no lo hiciera. Me dijo que no la llamara nunca más. De todos modos, la llamé. ¿Qué daño podría hacer, pensé? No contestó. Me disculpé en su buzón de voz y le prometí no volver a llamarla.

Sin embargo, no aceptaba que mi matrimonio había terminado. No tuve noticias ni vi a James durante una semana. Eso no me impidió llamarlo todo el tiempo. Finalmente vino al apartamento y trajo a su hermano menor Andrew, quien ya no era tan pequeño. Visitó a los niños durante una hora. Durante toda la hora traté de rogarle en secreto que volviera a casa, haciendo que su visita fuera miserable para él, estoy segura. Me miró a los ojos y me dijo que ya no me amaba y que nuestro matrimonio había terminado. Estaba destrozada. Lo decía en serio. Sabía que lo decía en serio. Sus ojos lo decían. La noche siguiente, alrededor de las diez, estaba hablando por teléfono con James cuando tocaron fuertemente a la puerta. Las cosas estaban a punto de empeorar.

Salmos 7:15

Cavó una fosa y la ahondó,

y en esa misma fosa caerá.


————– Capítulo 5 –———–

Perdida y encontrada 

Mayo 2018

 

Los días que siguieron a las visitas de la policía fueron más de lo mismo. James no recogió a los niños ese fin de semana y fui salvada de mí misma. Estaba obsesionada por querer hablar con él. Llamaba a James todo el tiempo y él ignoraba las llamadas. Me escondía en mi habitación y lloraba donde los niños no pudieran verme. No comía. Me sentaba a pensar qué podía hacer para recuperarlo.

Una mañana tuve lo que parecía ser una gran idea. No sabía por qué no se me había ocurrido antes. Mi mejor amiga era terapeuta. Ella era la respuesta que necesitaba. Era una terapeuta juvenil, pero pensé que un terapeuta es un terapeuta. La llamé y le pregunté despreocupadamente si nos aconsejaría a James y a mí. Para mi sorpresa y horror — me dijo que tenía que pensarlo mucho. Prometió llamarme al día siguiente. Me di cuenta de que no era lo que quería oír, y yo tenía razón. Se negó. No creía que pudiera ser una terapeuta justa y neutral. Ni siquiera me enojé. Sólo quería colgar para pasar al siguiente plan.

Me conecté a Internet y empecé a investigar formas de cómo recuperar a mi esposo. Me sorprendió ver tantos sitios web diferentes y personas que estaban pasando exactamente por lo mismo que yo. Encontré un sitio web que prometía encender el fuego entre mi esposo y yo. Los testimonios eran interminables. Me convencieron. Todo lo que tenía que hacer era pedir el libro de trabajo y el paquete de CDs. Si hacía el pedido en los días siguientes, obtendría una consulta personal gratuita. Hice el pedido en ese mismo momento. Me enviaron a la página en la que puedes escribir tu "situación" y el autor y creador del servicio te enviará un análisis personal gratuito.

Bueno, ella lo hizo y según ella, James me estaba engañando, pero no todo estaba perdido. Si seguía su paquete paso a paso, él estaría comiendo de las palmas de mi mano. ¡Nuestra vida amorosa se iba a encender! Por fin recibí el paquete y era bonito y estaba lleno de muchas cosas. Empecé a leer el paquete y a escuchar los CDs. Tenía que escribirle una carta. Lo hice. Él vino a recoger a los niños ese fin de semana y yo coloqué la carta en su auto  mientras subía a los niños. El domingo, cuando dejó a los niños, revisé el auto para ver si se había llevado la carta y allí estaba. La vi en el suelo sin abrir y pisoteada. Eso fue un fracaso.

Otro enfoque era enviarle postres al trabajo. No me atreví a intentarlo. Sabía que sus compañeros de trabajo ya pensaban que yo estaba loca y no quería avergonzarlo aún más, así que eso fue un no-no. Otra sugerencia fue aumentar el encanto; ser la persona de la que se enamoró. Pensaba que era la misma persona, así que cómo iba a volver a ser quien ya era. Esa idea quedó descartada. La sugerencia que fue más recurrente fue la de ignorarlo y hacerme la difícil. Salir y pasar el rato con mis amigas. Muéstrale que te lo estás pasando bien sin él. Los hombres siempre quieren lo que no pueden tener. Bueno, había vivido en este nuevo vecindario durante tres meses, estaba a dos horas de distancia de mis amigas, tenía dos hijos que cuidar y él no estaba cerca ni llamaba para ver qué estaba haciendo. Me di por vencida por completo con el paquete.

Continué mi búsqueda en Internet y encontré un círculo de oración para matrimonios rotos. Pensé que no podía hacerme daño, así que me uní. Añadí mi petición a la cadena. Empecé a leer otras peticiones y oré por ellas lo mejor que pude con mi limitada experiencia en la oración. Al día siguiente, recibí un mensaje del círculo de oración. Era una mujer llamada Carol. Me preguntó si podíamos conversar en línea porque ella oraba y era apoyo para las mujeres que defendían los matrimonios. No tenía ni idea de lo que quería decir. Pero le agradecí y le dije que agradecía la oración. Me dio su número de teléfono y me preguntó si podía tener el mío. Me asusté. Le dije que en su lugar, ella podía darme su número. Nunca le daría mi número de teléfono a alguien en línea, excepto a James. Me convencí de que la situación era muy diferente. Por otro lado, era una mujer desconocida que decía orar por la gente. Probablemente estaba loca. Me dio fácilmente su número de teléfono, pero no la llamé. Parecía demasiado ansiosa por ayudarme y eso me asustó demasiado.

Al día siguiente, volvió a enviarme un correo electrónico y me pidió mi dirección porque tenía algunos libros que quería enviarme. Le dije que me resultaba muy incómodo que unos completos desconocidos en Internet me pidieran mi dirección, a no ser que fuera James el que quisiera enviarme un paquete. Le pedí el nombre de los libros y que los compraría yo misma. Me envió amablemente la lista y los nombres de los autores. Lo que sólo puedo atribuir a Dios fue un impulso abrumador de llamarla. No podía explicar por qué quería hablar con ella, así que la llamé. Hablamos un rato y conectamos enseguida. No sabía qué había pasado, pero sabía sin duda que ella debía estar en mi vida. Una vez más ella me pidió mi dirección, y me sentí tranquila al dársela.

Durante nuestra conversación me había preguntado si yo era salva. Le dije que no sabía qué significaba eso, así que suponía que no lo era. Ella me explicó lo que significaba. Me preguntó si me gustaría ser salva y le dije que sí. Me pidió que orara con ella y lo hicimos. No me sentí diferente, pero estaba contenta con lo que acababa de suceder. Yo era salva.

Más tarde, esa noche, me llamó mi prima. Ella era un elemento permanente en mi relación con James. Éramos los tres mosqueteros antes de que James y yo nos mudáramos inicialmente. Esa noche me llamó para decirme que había hablado con James y que ella creía que debía empezar a seguir con mi vida. Ella realmente creía que él ya no me amaba y que yo me estaba haciendo daño con la esperanza de reconciliarme con él. Toda la rabia y el dolor que tenía dentro empezaron a desatarse. Le pedí que o  bien me apoyaba o que mejor se encargara  de  sus propios asuntos y luego le colgué. Tenía la costumbre de colgarle a las personas que intentaban hacerme entrar en razón. Pensé en todos los que no me habían apoyado, y eran todos.

Mi madre y mi hermana sólo querían lo mejor para mí aunque eso significara la separación. Mi mejor amiga no quería involucrarse en lo absoluto. Mi prima me dijo que lo superara y que mi esposo ya no me quería. Esa noche tuve una crisis nerviosa. Llamé a mi madre y le dije algunas de las cosas más horribles que se pueden decir a una madre. La culpé por no amarme lo suficiente. Le dije que de niña me sentía tan poco amada que, cuando alguien se enamoraba de mí, me aferraba a él con todas mis fuerzas. No iba a permitir que me quitaran ese amor y no sabía cómo afrontarlo, y todo era culpa suya. Ella lloró y yo lloré.

Esa noche ella llegó a mi casa a medianoche junto con mi hermana. Me pidió que me fuera a casa con ella durante unos días. Recogió a los niños y me fui con ella. Lloré durante todo el camino. Me quedé allí durante tres días. Intenté ocultar mis fuertes deseos de llamar a James y por eso no lo llamé tanto como lo hacía en casa. Era como una droga que no podía tener. Me desintoxiqué durante tres días y me dolió, pero lo necesitaba.

Me fui a casa en contra de los deseos de mi madre. Le aseguré que estaría bien, y lo dije en serio. Al llegar a casa esa mañana me esperaba un paquete. Habían llegado las lecturas sugeridas por Carol. Abrí el paquete y tiré los libros en el sofá sin ningún interés. Acomodé a los niños y deshice nuestras maletas.

Estar en casa era más difícil de lo que había pensado. Todo mi dolor volvió a inundarme al cabo de unas horas. Para intentar olvidarme de todo, revisé mi correo electrónico. Le envié un mensaje de agradecimiento a Carol por los libros. Comprobé el identificador de llamadas y nadie había llamado en tres días. Ni una sola persona había llamado. Eso me deprimió. 

Ya era por la tarde y volví a recoger los libros que Carol había enviado. Entre todos ellos había un libro rosa y blanco titulado Cómo Dios puede y va a restaurar su matrimonio. El título me sorprendió. La autora de este libro tuvo el valor de proclamar en la portada de su libro que Dios restaurará mi matrimonio. Ella parecía tan segura. Quería creerlo tanto que decidí leerlo.

Me quedé despierta toda la noche leyendo Cómo Dios puede y va a restaurar su matrimonio. Me sentí atraída por el libro y no pude dejarlo. Descansé unas horas y me desperté con un solo pensamiento en mi mente: terminar el libro. Terminé el libro esa tarde. Llamé a Carol y le dije que había leído el libro de Erin Thiele y que me sentía como una persona nueva. Ella me preguntó cómo y le expliqué que tenía hambre de hacer todo a la manera de Dios. Quería leer la biblia y orar todo el día. Quería estar lo más cerca posible de Cristo. Estaba muy avergonzada de todas las cosas que había hecho que no eran agradables a Dios y quería cambiar. Carol me dijo que había nacido de nuevo y que el Señor había puesto un nuevo espíritu dentro de mí. Me sentí muy feliz. Mayo de 2018 fue el comienzo de una nueva vida para mi familia y para mí.

Salmos 40:2

Me sacó del hoyo de la destrucción,

del lodo cenagoso;  asentó mis pies sobre una roca  

y afirmó mis pasos.


————– Capítulo 6 ————

La única cosa que escuché 

Primavera de 2018

 

Y así empezó—una nueva vida y un nuevo comienzo. Era extraño cómo mi vida parecía cambiar tan repentinamente. Si no lo hubiera vivido yo misma, no habría creído que uno pudiera cambiar tan drásticamente. Dejé de ver la televisión y de escuchar la música que no tenía que ver con mi nueva forma de vida .Ni siquiera los extrañé. Me levantaba y oraba en cuanto abría mis ojos. Cada mañana alistaba a los niños y luego oraba un poco más.

Me sentaba a jugar con los niños o a trabajar en la computadora durante un rato y luego oraba un poco más; almuerzo, oración, cena, oración, preparar a los niños para ir a la cama, y luego oración.

Todavía no tenía una Biblia, así que me basaba en la oración y en las escrituras citadas en el libro de Erin que había escrito en fichas para poder seguir adelante hasta que llegara mi biblia. Estaba emocionada por pedir mi Biblia, pero fue difícil. No sabía cuántas Biblias existían. No sabía cuál era la diferencia entre la versión Reina Valera, la Nueva Versión Internacional o cualquier otra versión. Así que pedí la más bonita de color rosa. Era la versión Reina Valera, así que pensé que si era una versión para la nobleza, debía ser buena.

En todo mi tiempo de oración, le pedía al Señor que me mostrara qué hacer para avanzar de acuerdo a Su voluntad para mi vida y Él me dijo que necesitaba dejar el pasado atrás con un corazón limpio. Entonces le pregunté a Él con quién debía hacer las paces. Me dijo que tenía que perdonar y pedir perdón a la madre de James. Sabía que era el Señor el que me hablaba porque eso no era algo que me hubiera dicho a mí misma que hiciera. Durante tres días intenté orar para evitarlo. Intenté convencerme de que el Señor no me había dicho que lo hiciera, pero tenía ese pesado sentimiento de desobediencia que inquietaba mi corazón. ¿Cómo iba a guiarme Dios si no podía hacer lo que me había pedido? Por otra parte, ¿Cómo iba a llamarla? Seguramente pensaría que estaba tratando de ganármela sólo para recuperar a James. ¿Y si James respondía el teléfono? Me había advertido que no volviera a llamar a ningún miembro de su familia. Tenía tantos pensamientos dando vueltas en mi cabeza, que era un torbellino. Decidí ser obediente al Señor. Le temía más a Él que al enojo de James.

Me arriesgué a llamarla a primera hora de la tarde, esperando que James estuviera en el trabajo. El teléfono sonó una vez y no hubo respuesta, mientras me paseaba de un lado a otro de la sala de estar. Sonó dos veces; cada timbre parecía sonar más lento y más largo. Esperaba que el contestador automático se activara. El tercer timbre había comenzado y ansiaba el cuarto timbre para poder colgar y poner fin a mi tortura. Apresúrate timbre número cuatro, pensaba; colgaría en el cuarto timbre contenta por haberlo intentado y no haber completado mi misión. "Hola", dijo ella. Mi corazón se hundió hasta mi estómago. Le devolví el saludo cordialmente. Mi boca salivaba por el nerviosismo y mi voz temblaba. Le pregunté cómo estaba, y me contestó muy agradablemente, como siempre, que le iba bien. Ella era una persona muy cordial, nunca grosera. Decidí intentar terminar la llamada lo más rápido posible y no perder el tiempo en charlas. De todos modos, nunca se me dio bien hablar de cosas sin importancia.

Respiré profundo y le dije que no quería robarle mucho tiempo y que simplemente había llamado para intentar enmendar la situación y seguir adelante con mi vida. Le expliqué que esto no tenía nada que ver con James, sino conmigo misma. Le pedí disculpas por la tensión entre nosotras — y por mi responsabilidad en todo ello. Le dije que no había sido una buena nuera y que lo sentía de verdad. Le pedí perdón y le pregunté si podíamos dejarlo atrás.

Mi objetivo era dejar ir lo que no era saludable en mi vida. Me dijo que no había necesidad de disculparse y que todo estaba bien entre nosotras. Le agradecí por su tiempo y colgué. Me sentí muy aliviada al oír el clic del teléfono. Lo había hecho y me sentía bien. Había aprendido a enfrentar el miedo a pedir perdón a mis "enemigos".

Quería seguir derribando los viejos muros que me mantenían encerrada. Sabía que tenía que abordar uno de mis mayores problemas - llamar a James. Durante el último mes, le llamaba tres o cuatro veces al día, a veces más. Mi razonamiento era que si me hablaba, podría convencerlo de que volviera a casa. Tuve que aprender que el regreso de James a casa estaba fuera de mi control. Tuve que darme cuenta de que cada vez que ideaba un plan para hacerlo volver a casa, nueve de cada diez veces empeoraba mi situación. Tuve que aprender a soltar y dejar que Dios se encargara. No fue fácil. Tuve que orar mucho para mantenerme ocupada. Si mis manos y mi mente estaban ocupadas con Cristo, no tendría el tiempo extra para meterme en problemas llamando a James.

Otro problema que tuve que enfrentar fue que mi esposo era el líder de mi hogar. Tuve que aprender que debía ser sumisa a él. Con un mundo de revistas, películas y programas de entrevistas que me decían que era tan inteligente como cualquier hombre y que podía hacer lo que cualquier hombre hacía y que las mujeres independientes no necesitan a los hombres, me lavaron el cerebro. Durante muchos años, quise controlar mi casa. Quería ser el esposo y la esposa. Sabía que era una fanática del control y que sería un hábito difícil de romper. Mi deseo de controlar todo era la razón principal por la que me resultaba difícil soltar y dejárselo a Dios.

Mi primera prueba estaba por llegar. El teléfono sonó y era James. Me preguntó cómo estaban los niños y le dije que estaban bien. Dijo que bien y colgó. Mi prueba no era una prueba después de todo. Me había hecho una idea de lo mucho que debía molestarle para que ni siquiera me diera la oportunidad de intentar mantenerlo al teléfono. Tenía muchas ganas de demostrarle que no iba a retenerlo en el teléfono. Tenía toda la intención de responder sólo a sus preguntas y despedirme cuando él lo hiciera. No tuve la oportunidad de demostrarle que estaba cambiando. El Señor me mostró rápidamente lo que James sentía hacia mí y me avergoncé del comportamiento que había mostrado. El hecho de que alguien, especialmente mi esposo, quisiera evitarme tanto, me impactó mucho. Estaba más decidida a hacer que mi cambio se mantuviera. Las siguientes llamadas fueron más de lo mismo.

Llegó el momento en que la siguiente llamada fue diferente. Me llamó para decirme que venía a recoger a los niños para pasar el fin de semana. Le dije que sí, se despidió y yo le devolví la despedida. Lo había hecho. Era mi primera prueba oficial en dejar ir y la había superado. No había depresión ni tristeza en mi voz. Era el primer paso y aunque sabía que vendrían más pruebas que serían más difíciles, no me importó en ese momento. Me regocijé de mi pequeña pero poderosa victoria. 

Llegó el sábado y él estaba allí a primera hora de la tarde para recoger a los niños. Vino solo, lo que me sorprendió, pero supuse que podría pasar la prueba dos de dejarlo ir sin intentar convencerlo de que viniera a casa. No sabía que la segunda prueba iba a ser mucho más difícil de lo que había previsto. James le había pedido a los niños que se fueran a sus habitaciones a jugar para poder hablar con mamá. Yo estaba un poco confundida pero le seguí la corriente. Me pidió que tomara asiento y no supe qué pensar. Parecía estar nervioso y no podía mirarme. Con su cara hacia abajo mirando al suelo, me dijo que le gustaría llevarse a los niños a vivir con él. Me sorprendí a mí misma al mantener la compostura, pero ahora sé que el espíritu que vive en mí tenía el control. Al escuchar esas palabras, le pedí al Señor que se apoderara de mí, porque tenía mucho miedo de fracasar en soltar y dejar que Él hiciera Su trabajo. Dios simplemente me dijo: "Déjalo ir".

Vi que los labios de James se movían, pero no escuché nada más que al Señor diciéndome: “Déjalo ir”. Le dije que haría lo que considerara mejor para los niños. Me excusé un minuto porque sabía que acababa de aceptar no estar con mis hijos, y no podía contener las lágrimas. Me dirigí rápidamente al baño. Toda la mañana me había prometido no llorar delante de él y había fallado. Estaba muy enojada conmigo misma. Oré en el baño para que el Señor me acompañara y pudiera aguantar el resto de su estancia en el apartamento.

Cuando volví, rápidamente comenzó a hablar en un tono compasivo. Me dijo que tal vez había malinterpretado sus intenciones. Sólo había querido decir que si sentía que no podía cuidar de los niños, no quería que dudara en llamarle. Me dijo que si no podía cuidar de ellos, que conseguiría un apartamento de dos habitaciones en lugar de uno para que vivieran él y los niños. Una bomba se desactivó y la otra me explotó en la cara. James ya había hecho planes para mudarse a un apartamento. No mostré ninguna reacción a su comentario, sino que en su lugar le dije que amaba a los niños y que haría cualquier esfuerzo por cuidarlos como siempre lo había hecho. Sonrió y asintió. Llamó a los niños para que salieran de sus habitaciones, los subió en el auto y se fueron por unos días. Ahora estaba sola con mis pensamientos. El pensamiento número uno era que él iba a tener su propio apartamento.

Sentí que todo lo que había hecho para soltar y permitirle a Dios había sido en vano. Él seguía adelante con su vida y yo luchaba contra mí misma. Quería agarrar la situación y tratar de arreglarla, pero por otro lado ¿Cómo podía ser tan hipócrita? ¿Cómo podía pedirle a Dios que me ayudara a restaurar mi matrimonio y luego, cuando Él lo hace a Su manera, intentar intervenir? ¿Podía ser yo tan arrogante? ¿Realmente pensaba que podía hacerlo mejor que Dios? ¡Como si yo hubiera hecho hasta ahora un trabajo tan fantástico para recuperarlo! Finalmente entré en razón y continué haciéndolo a la manera del Señor. 

Mientras estaba sola durante el fin de semana, decidí visitar el sitio web de Erin Thiele, Ayuda Matrimonial. Estaba ansiosa por ver qué otros recursos tenían para ofrecer. Me sorprendió gratamente ver cuánta atención había para la restauración de matrimonios. Nunca pensé en otras mujeres que podrían estar sintiendo el mismo dolor que yo estaba sintiendo. Me fijé que había una sección de voluntarias y me inscribí enseguida. También envié un correo electrónico indicando en aquello en lo que yo podía apoyar y cuáles eran mis habilidades. Recibí una respuesta oportuna y estaba ansiosa por ayudar con el sitio web. Era la primera cosa en mucho tiempo que tenía que ver conmigo y que era positiva. Comencé a sentirme satisfecha con mi vida, aunque fuera sólo un poco.

Al devolver a los niños, no podía esperar a verlos y me apresuré a sacarlos del auto. Supongo que James seguía temiendo que lo molestara porque una vez más trajo a su hermano. Me reí en mis adentros, pero sabía que yo me lo había buscado. Volví al auto para recoger las pertenencias de los niños. Encima de la pañalera de Gabriel había un paquete que decía "Formularios de divorcio". Mi corazón sangró. Estaba tan rota que apenas podía moverme. James salió y me descubrió in fraganti sosteniendo los formularios.

Intenté no parecer afectada y le pregunté si los formularios eran para mí porque estaban en la bolsa del bebé. Me arrebató los formularios y los tiró en el asiento trasero. Con evidente enfado me dijo que eran sus formularios y que no le preguntara nada al respecto. Dijo que era sólo una opción y que no había pensado mucho en ello. Asentí con la cabeza excusándome y le dije que me disculpara si me había equivocado. Subió al auto sin fijarse en mí y me despedí muy amistosamente sin una lágrima en los ojos. No esperé a que él saliera de la calzada para darme la vuelta y entrar con la bolsa del bebé agarrada bajo el brazo con mucha fuerza. Mis lágrimas se deslizaron por mi cara en cuanto la puerta se cerró detrás de mí. Primero un nuevo apartamento y ahora estaba pensando en el divorcio.

Salmos 55:22

Echa sobre el Señor tu carga, 

y Él te sustentará;

Él nunca permitirá que el justo sea sacudido.


————– Capítulo 7 ————

En negación

Junio 2018

La vida cotidiana sin James empezaba a tomar forma. Aunque dos niños pequeños ocupaban gran parte de mi día, mis noches eran las más duras. Estaba sola con mis pensamientos. Había empezado a sustituir los viejos pensamientos por los nuevos de las Escrituras, pero estaba lejos de estar en paz. De hecho, casi cada pensamiento mientras estaba sola era una batalla y estar en guerra conmigo misma era agotador.

Me encontraba en mi cuarto de baño muy a menudo buscando la soledad y tiempo de silencio para pasar con el Señor. Se convirtió en mi armario de oración. Mi cuarto de baño era largo y dejaba suficiente espacio para caminar de un lado a otro. Caminaba de un lado a otro recitando las escrituras que había escrito en mis fichas. Cuando me sentía enojada, resentida, temerosa o sola, entraba en mi armario de oración y leía las fichas una y otra vez hasta que me conectaba con las Escrituras. Cuando encontraba el versículo que el Señor usaba para hablarme, meditaba en él hasta que mi comprensión de esa Escritura derrotaba cualquier cosa que el enemigo intentara usar para devorarme.

Había llegado otro día, y el enemigo estaba armado y preparado como siempre. Y como de costumbre, fui a mi armario de oración para protegerme de sus ataques con la oración y las Escrituras. Sin embargo, este día resultó ser muy diferente a los días anteriores. Estaba sentada en el trono de mi armario de oración, cuando abrí mis ojos a una visión. En lugar de ver el lavabo y el espejo que estaban frente a mí, vi algo bastante maravilloso.

Una escena de un santuario de una iglesia estaba ante mis ojos. Todos los asientos estaban llenos. Extrañamente las mujeres se sentaban todas a la izquierda y los hombres a la derecha. Como si estuviera observando desde el fondo del santuario, flotando por encima de los asientos, vi a una mujer y a un hombre de pie en la parte delantera de la iglesia, pero no en el altar. La mujer estaba de pie frente a las mujeres y el hombre frente a los hombres. No pude escuchar lo que decían pero parecían estar enseñando a los hombres y mujeres presentes. La mujer hablaba a las mujeres y el hombre a los hombres. Sus enseñanzas eran dos enseñanzas distintas, pero fluían a la perfección. Era como si estuvieran enseñando dos partes separadas que pertenecían al mismo todo. Aunque enseñaban sus mensajes al mismo tiempo, sin interrumpirse el uno al otro, hacía completo sentido. Estaban enseñando en dúo.

Me quedé asombrada y quise ver de cerca las caras de la pareja que acaparaban la atención de su público. No eran los pastores de la iglesia. Eso parecía evidente, ya que no estaban en el altar, sino en el suelo, en la parte delantera de la iglesia. No sé cómo supe que eran una pareja. Sólo sabía que lo eran.

Sentada aún en el trono de mi armario de oración, moví la cabeza hacia adelante y entrecerré los ojos tratando de ver más de cerca la visión que tenía ante mí. Finalmente vi las caras y abrí los ojos al reconocer sus rostros. Éramos James y yo. Teníamos al menos diez años más que nuestra edad actual, pero definitivamente éramos nosotros. La visión se disipó de mi vista. Lloré de alegría pensando en lo que acababa de ver. Me alegré mucho de vernos, juntos, casados y bendecidos. No solo estábamos casados sino que también estábamos enseñando a otros juntos. James había nacido de nuevo. Inmediatamente le pregunté al Señor qué significaba eso, pero el Señor no me lo dijo. No lo presioné sino que le agradecí por la revelación que Él decidió compartir conmigo.

Salí de mi armario de oración sintiéndome muy humilde. ¿Quién era yo para que el Señor me mostrara una visión tan maravillosa? Me sentí indigna de ser tan bendecida para ver una visión. !No estaba dormida, sino despierta¡. No era el Señor hablando a mi corazón. Era una visión a todo color y en vivo. No había sonreído tanto desde mi separación de James.

Unos días después, mientras trabajaba en un nuevo proyecto de voluntariado, James llamó. Preguntó por los niños y luego me pidió despreocupadamente nuestra declaración de la renta del año anterior. Yo era la "contadora" de nuestra casa y eso incluía la presentación de nuestras declaraciones de impuestos. Nunca cuestionó nuestros impuestos ni se preocupó de participar en el proceso, así que me pareció extraño que los quisiera ahora. Luego pidió copias de algunos otros documentos, lo que me pareció extraño.

Sin pensarlo, le pregunté por qué los necesitaba. Se enojó mucho y me dijo que no me metiera en sus asuntos. Continuó diciendo que los documentos llevaban su nombre y que tenía tanto derecho a tenerlos como yo. No entendí por qué se había enojado tanto, pero simplemente me quedé callada y dejé que se desahogara. Todavía muy enojado y regañandome como a un niño, me dijo que ya que yo quería tanto saber sobre sus asuntos, que me los contaría encantado. Entonces, por fin, dijo las palabras que nunca pensé que escucharía. Su abogado necesitaba los documentos para los trámites del divorcio.

Mi corazón se hundió en la boca de mi estómago. Me senté allí sintiéndome derrotada e impotente. Tuve que hacer todo lo posible para sonar firme y calmada por teléfono. Tratando de sonar tranquila, le dije que haría las copias y las tendría listas para que las recogiera. Con una repentina calma y un tono arrogante en su voz, dijo que las recogería pronto. Su voz parecía satisfecha de que sus palabras hicieran su trabajo de ponerme en mi lugar. Se había propuesto hacerme pagar por ser un entrometida y lo había conseguido. Colgó sin despedirse. Volví a colocar el teléfono en la estación de carga y me senté en mi escritorio mirando por la ventana en estado de shock.

El pitido de las constantes notificaciones de mensajes instantáneos en la computadora me despertó de mi aturdimiento. Era Erin. Estaba trabajando con ella en un proyecto cuando James había llamado. Me excusé de trabajar y le expliqué que James acababa de decirme que iba a pedir el divorcio. Ella lo entendió y me dijo que me tomara todo el tiempo que necesitara.

Mi corazón estaba inmerso en un dolor inmenso, pero de repente, una bombilla se encendió en mi espíritu y en mi mente al mismo tiempo. El Señor respondió a la pregunta que le había hecho unos días antes. ¿Qué significaba que Él me mostrara esa maravillosa visión? Me respondió que ahora era cuando debía recordar la promesa que Él me había mostrado. Me tranquilicé y la sensación de dolor y pánico me abandonó al instante. Le envié un mensaje a Erin y le dije que prefería trabajar y no andar llorando. Se alegró de escucharlo y seguimos trabajando.

Habían pasado unos días y yo estaba de nuevo trabajando en mi computadora. Había aprendido a hacer páginas web y había creado un sitio web el otoño anterior con la esperanza de obtener algunos ingresos. Tenía un promedio de ingresos de veinticinco dólares al mes con el sitio y eso no iba a ayudar a poner comida en la mesa. Busqué en Internet guías gratuitas para mejorar mi sitio web sin gastar dinero. El teléfono sonó y era James. No había venido a recoger los documentos y supuse que me llamaba para avisar cuándo vendría. En lugar de eso, preguntó por los niños y luego me dijo que tenía que mudarme del apartamento porque no podría pagar mi apartamento y su apartamento nuevo.

Me quedé sin palabras. Supongo que debería haberlo visto venir pero estaba en negación. Oraba para que el Señor restaurara mi matrimonio antes de que se produjeran alteraciones mayores en mi vida. Me sugirió que me mudara a mi ciudad natal y que empezara una nueva vida sin él, como él pensaba hacer sin mí. Me recordó que recogería los papeles muy pronto y simplemente le dije de acuerdo.

Un tono de llamada llamó mi atención y volví a la realidad. ¿Qué iba a hacer? Apoyé la frente en mis brazos cruzados y me quedé sentada durante unos minutos. Justo cuando levanté la cabeza y me senté de nuevo en la silla, vi a un repartidor subiendo las escaleras. Era un paquete enviado a mí directamente desde el cielo. Corrí y abrí la puerta para ver una caja marrón en el suelo. La cogí y cerré la puerta. Era mi biblia, mi bonita biblia rosa. Ni siquiera abrí la Biblia para leerla, sino que me arrodillé y oré. Sabía sin duda que el Señor me había entregado mi Biblia justo en el momento preciso para recordarme que Él siempre tiene el control y que Él vela por mí.

Salmos 121:7

El Señor te protegerá de todo mal;

Él guardará tu alma. 


————– Capítulo 8 ————

Demasiado tarde

Junio 2018

No podía mudarme de nuevo a casa. Empecé a justificar todas las razones por las que no podía mudarme. En primer lugar, no quería que toda mi familia y mis amigos supieran que James me había dejado. Me daba vergüenza. En segundo lugar, si me mudaba lejos de él, él nunca volvería a casa. En tercer lugar, Evelyn ya estaba matriculada en preescolar y comenzaría en otoño. En cuarto lugar, no tenía trabajo y no podía pagar un lugar propio. Nadie me alquilaría un apartamento sin ningún ingreso; corrección, con un ingreso de veinticinco dólares al mes. James debe haber perdido la cabeza. ¿Cómo podría pensar que podría levantarme e irme y empezar una nueva vida? No tenía la habilidad de hacerlo tan fácilmente como él lo había hecho. Le expliqué todo esto a Carol, y ella escuchó con mucha atención. Luego me recordó algo: me dijo que necesitaba aprender a ser obediente a mi esposo. No me gustó escuchar eso porque sabía que significaba que necesitaba mudarme.

Se me ocurrió un plan para mudarme pero mantenerme en la zona. Estaba segura de que a James no le importaría mientras el alquiler fuera menos caro. Me había dicho que me daría suficiente dinero para los niños y las facturas hasta que pudiera reponerme y luego, pagaría la cantidad mínima de manutención de los hijos asignada por el tribunal.

Me imaginé que sería muy fácil, ya que el edificio de apartamentos de la esquina de la manzana siguiente tiene un cartel de "se alquila" en la ventana desde hace meses. También busqué en Internet y anoté unos cuantos apartamentos más ubicados a corta distancia. Vestí a los niños y me dispuse a ver los apartamentos. Mi primera, y, esperaba que mi última parada, sería el edificio de la siguiente esquina. Me acerqué y vi que el cartel de "se alquila" ya no estaba. Me pregunté cómo podía ser si había estado allí sólo dos días antes. Me sentí molesta por decir poco, pero decidí seguir adelante con los otros lugares que había anotado. El siguiente estaba en la siguiente esquina. Cuando me acerqué, miré dos veces la dirección para asegurarme de que la veía correctamente. No podía creer lo que veía. No podía creer que nunca hubiera visto esta casa antes. Era la casa más insegura que jamás hubieras querido ver. Faltaban escaleras en el porche. El propio porche parecía que iba a desmoronarse bajo tus pies, y el exterior estaba cubierto de setos y enredaderas demasiado grandes. Me sorprendió que existiera un lugar así en un vecindario tan agradable. Ya había visto suficiente. Volví a casa y decidí continuar mi búsqueda por un apartamento.

James llamó para asegurarse de que entendía que tenía que apresurarme a encontrar otro apartamento, y aproveché ese momento para explicarle que estaba buscando un apartamento a nivel local. No lo aprobó como yo pensaba que lo haría. No entendía por qué quería quedarme en un lugar donde no conocía a nadie ni tenía vínculos con nada. En mi mente, sí lo tenía. Tenía un vínculo con mi matrimonio allí. Necesitaba estar donde creía que él volvería. Me dijo que continuara con la búsqueda de apartamentos a nivel local si quería, pero que buscara apartamentos en mi ciudad natal.

Seguí buscando y encontré otros lugares en el otro lado de la ciudad. Nunca había estado en el otro lado de la ciudad, pero me gustó el precio. Cuando terminé mi lista, decidí dedicar el máximo de cinco minutos para buscar apartamentos en el área de mi ciudad natal porque sabía que James preguntaría si lo había hecho. En el primer lugar que encontré tuve que añadir mi nombre y dirección para poder ver el plano y los precios, así que pensé ¿Por qué no?. Eso me llevaría los cinco minutos que había reservado y luego habría terminado. Introduje mis datos, miré brevemente y sin prestar atención a la información y luego salí del sitio web.

Unos días más tarde me dirigía a ver los lugares para los que había concertado citas, y James dijo que quería acompañarme. Quería ver a dónde iba a trasladar a los niños. Acepté porque quería pasar tiempo con él con la esperanza de que de repente quisiera reconciliarse. Empezamos a conducir hacia el otro lado de la ciudad. Poco a poco el aspecto de la ciudad empezó a cambiar y no para bien. Pude ver la mirada en el rostro de James, y estaba enojado. Me preguntó si había investigado el primer lugar. Le dije que lo había buscado en los clasificados de internet que no proporcionaban fotos. Llegamos al apartamento, y había un automóvil quemado aparcado al otro lado de la calle con grafitis por todas partes. James me miró con cara de desaprobación. Entramos en el apartamento que era muy pequeño y sucio. El casero nos señaló las nuevas ventanas para que no viéramos la sucia cocina y los mugrientos suelos de baldosas. Le dimos las gracias por su tiempo y nos dirigimos a la maloliente, manchada y rasgada alfombra de las escaleras. Subí al auto y no dije ni una palabra. James me preguntó si todos los apartamentos estaban cerca. Le dije que uno estaba a unas cuantas manzanas y que la última cita era en el otro extremo de la ciudad.

Nos dirigimos a la segunda cita que era un edificio de apartamentos. El vecindario era un poco mejor que el primero. Llamamos al timbre, y finalmente, alguien vino y nos dejó entrar. Ella nos explicó que era la vecina del apartamento que estaba en alquiler, y que el propietario le había pedido que nos dejara entrar. Era una mujer joven que parecía mucho mayor de lo que era. Su cara estaba muy desgastada. Pasamos por delante de su apartamento de camino a un apartamento vacío, y la puerta había quedado abierta. Su pareja estaba sentada en el sofá fumando y empezó a gritarle que cerrara la puerta. El olor a comida extraña cocinada y a orina llenaba los pasillos.

Abrió la puerta, y el apartamento era de nuevo muy pequeño pero también incómodo. Había una ducha de pie en el exterior del cuarto de baño y un gran calentador que ocupaba un tercio de la sala de estar. El calentador tenía un gran tubo de ventilación expuesto que llegaba hasta el techo. La vieja alfombra era de color azul oscuro y estaba manchada y desgastada. Volví a recibir esa mirada de desaprobación de James.

El último lugar estaba al otro lado de la ciudad. Más cerca de donde estaba mi apartamento, y deposité todas mis esperanzas en este. Salimos a la calle y el barrio era precioso. El supermercado estaba a sólo dos cuadras y una escuela primaria a seis cuadras en la otra dirección. Llamamos al timbre y entramos. Aunque también era un edificio de apartamentos, desde fuera parecía una residencia muy grande. El propietario nos recibió abajo y nos pidió que le siguiéramos. Subimos un tramo de escaleras, vimos una puerta y supusimos que era el apartamento, pero una mujer salió de ella y saludó al propietario. Le seguimos con nuestros dos hijos hasta el cuarto piso. Estábamos agotados y la pobre Evelyn tuvo que ser llevada en brazos hasta la mitad del camino de escaleras. Pregunté por el ascensor, pero no había ninguno. James me recordó que, sin ayuda, tendríamos que subir todos los días con los dos niños y, a veces, con las compras. También me recordó que no tenía auto y que utilizaba el cochecito de Gabriel a todas partes donde iba, que también habría que subirlo y bajarlo por los cuatro tramos de escaleras.

El propietario abrió la puerta de un apartamento muy bonito que estaba completamente renovado. La cocina no estaba del todo terminada, pero todas las paredes estaban recién pintadas de un suave color crema con ribetes blancos y el suelo era nuevo. Había un balcón adjunto con una hermosa vista. James volvió a recordarme sobre el millón de escaleras, pero lo ignoré y le dije que me gustaba el apartamento. James llenó la solicitud y preguntamos por las fechas de entrada y los depósitos. Para nuestra sorpresa, nos ofreció un precio muy superior al anunciado. Cuando le dijimos que el precio no coincidía con el anunciado, nos dijo que el apartamento al que nos referíamos ya había sido alquilado. El apartamento en el que estábamos era el mismo precio que James estaba pagando por mi apartamento actual, lo que anulaba el propósito de la mudanza. Mi corazón se hundió. ¿Qué iba a hacer? Salimos y comenzamos a bajar el interminable número de escaleras.

James nos llevó a casa. Me preguntó si había buscado un apartamento más cerca de mi familia, y yo asentí con la cabeza. Una vez más me dijo que volviera a casa y empezara mi nueva vida. Por un momento, pareció preocupado por mi situación, pero sólo duró un minuto. Al minuto siguiente me recordó que no podía pagar su apartamento y el mío y que era hora de que consiguiera un trabajo y me ayudara a mí misma. Reflexioné sobre sus palabras durante un rato. Sin saberlo, ese día se plantó en mi corazón una semilla de odio y desesperación.

Al día siguiente llegó el correo de la mañana con un folleto de los Apartamentos Lagos del Amanecer. Había olvidado que les había dado mi nombre y dirección para poder acceder al sitio web. Junto con el folleto venía un cupón con una oferta especial para mudarse; un depósito de noventa y nueve dólares, en lugar de un mes de alquiler, y disponibilidad inmediata. Me molestó ver una oferta tan maravillosa. ¿Cómo se atrevía Lagos del Amanecer a enviarme esto? Adjudiqué esto al enemigo que estaba intentando que me fuera de donde debía estar, pero no iba a dejar que el enemigo se saliera con la suya. James llamó y me preguntó si había llamado a Lagos del Amanecer para ver si tenían disponibilidad. El hecho de que me llamara y me preguntara por Lagos del Amanecer en el mismo momento en que yo estaba leyendo el folleto me asustó.

Para mí eso era la confirmación de que el enemigo estaba utilizando a James para que me mudara y no nos reconciliáramos. Le dije a James que acababa de recibir un folleto de ellos y que había una oferta de mudanza de 99 dólares. Él estaba eufórico, yo no. Le dije que no tenía intención de volver a casa, así que la oferta especial no tenía importancia. Me dijo que en ese momento tenía que sopesar todas mis opciones. Podía simplemente aplicar y, si surgía algo más cercano, entonces podría tomar la decisión. Me sentí manipulada, pero no quería ser irracional, especialmente cuando él estaba siendo civilizado, así que acepté.

Llegó el fin de semana y alisté a los niños para hacer un viaje de dos horas para aplicar por un apartamento en Lagos del Amanecer. No dejé que ningún familiar o amigo supiera que estaría en la ciudad. Llegamos allí y se suponía que íbamos a hacer una visita a la sala de exposición del apartamento, pero estaba llena de electrodomésticos nuevos para los apartamentos que se estaban renovando. El agente inmobiliario decidió intentar enseñarnos un apartamento vacío, pero los empleados de mantenimiento estaban cargando los electrodomésticos en el único apartamento disponible para la exposición. En mi mente, estaba decidida de que esto no debía ser, pero no para James. Él estaba contento con el apartamento en exposición, aunque había cocinas y secadoras nuevas en medio de la sala de estar. Pidió una solicitud y la llenó rápidamente. Ambos la firmamos y la mujer comenzó a comprobar nuestro crédito. Imprimió el informe de crédito y lo revisó.

Una mirada de desaprobación apareció en su rostro y volvió a mirar el informe de crédito. James le preguntó nerviosamente si algo iba mal. Yo sonreía por dentro porque sabía que el Señor estaba de mi lado. Ella sonrió y dijo que nunca había visto un informe de crédito como el nuestro. Era perfecto, sin un solo problema. Sonreí por fuera pero lloré por dentro. Debería haber sabido que todo estaba bien ya que, después de todo, yo era la contadora de nuestra familia.

Ella empezó a preguntar qué piso queríamos y qué comodidades, pero me mantuve en silencio. James se empeñó en hacer evidente que no vivía conmigo. Cada vez que ella preguntaba algo, él me decía que respondiera porque no tenía nada que ver con él. Finalmente, nos dijo que podíamos mudarnos el 15 de julio, para lo que faltaba menos de un mes. James aceptó. Sonó su teléfono y atendió la llamada fuera de la oficina.

La agente inmobiliaria empezó a decirme que ella no solía trabajar en esta oficina y lo afortunada que era yo por tener un esposo con una profesión tan buena. Ella anhelaba entrar en el mismo negocio que James. Le dije que él casi nunca estaba en casa, y ella dijo, pero la paga es estupenda. Me enojé y se lo hice saber diciéndole que la familia es más importante que el dinero. Parecía sorprendida de que yo respondiera en un tono tan grosero. Yo estaba enojada y me desahogue con ella por habernos aprobado para tener el apartamento. James volvió a entrar y ella empezó a discutir de nuevo la fecha de la mudanza y el depósito. James se dirigió a mí y volvió a hacer saber a la agente que sería mi apartamento y no el nuestro, preguntando si me parecería bien empacar todo mi apartamento en menos de un mes.

La agente enarcó la ceja, como si hubiera escuchado algo que no tenía sentido para ella al principio, y luego relajó la ceja, ya que finalmente comprendió que no nos íbamos a mudar juntos. James le hizo ver el punto y le preguntó si dentro de unos meses su nombre podría ser retirado del contrato de arrendamiento, convirtiéndome en el único arrendador.

Ella parecía incómoda y aceptó rápidamente, como si quisiera cambiar de tema. Pagó el depósito y, antes de que me diera cuenta, estábamos de vuelta en Nueva York. Yo estaba confundida. ¿Qué acababa de pasar? Sabía que no acababa de aceptar volver a mi ciudad natal, pero tampoco lo había impedido. Parecía estar fuera de mis manos. Le rogué y supliqué a James durante dos horas que cancelara el contrato con Lagos del Amanecer. Se negó porque perdería el dinero del depósito más los montos de la solicitud y el crédito, pero no me importó. No podía volver a mudarme. Me sentí derrotada una vez más. Parecía que cada vez que estaba cerca de James, acababa derrotada.

Llegó el día de la mudanza y ya había empacado casi todo. Mi mamá había venido a recogerme y James, Rachel, Andrew y algunos más vinieron a trasladar mis pertenencias. No había empacado la foto de nuestra boda porque no quería que se rompiera, en lugar de ello, la dejé colgada en la pared hasta que todo estuviera empacado. James me aconsejó que me adelantara a él y pidiera las llaves del apartamento al agente de alquiler. Así que mi mamá y yo nos metimos en el auto y empezamos a conducir. Pasamos por delante del edificio de la siguiente esquina al que me había decidido a mudarme cuando empezaba el dilema de la mudanza. Allí, en la ventana, estaba de nuevo el cartel rojo y blanco de "Se alquila", pero era  demasiado tarde.

Proverbios 16:9

La mente del hombre planea su camino,

Pero el Señor dirige sus pasos.


————– Capítulo 9 ————

Cambios en mí

Julio 2018

Recogí los dos juegos de llaves de mi nuevo apartamento y entré, junto con mi mamá y los niños. Caminé por el apartamento vacío respirando el olor a pintura fresca y a alfombra nueva. Los niños correteaban disfrutando del espacio abierto sin muebles. Unos minutos después, mi hermana tocó el timbre. El intercomunicador me sobresaltó, ya que no estaba acostumbrada a él y no esperaba a nadie. Entró feliz de verme y se emocionó por mí.

Quería llegar lo suficientemente pronto para que pudiéramos orar en acuerdo sobre mi nuevo apartamento. Ella estaba emocionada por haber llegado allí antes que nadie más. Juntas, mi hermana Jody,  mi mamá y yo oramos para que mi apartamento fuera bendecido junto con mis hijos y yo.

Un poco más tarde, otros miembros de mi familia llegaron para ayudarme a desempacar el camión de la mudanza y ayudarme a instalarme. Mientras esperábamos a que James llegara con la furgoneta, hablamos de nuestros días de juventud y, durante una hora, me sentí feliz de estar de vuelta en casa con mi familia. Nadie preguntó por James ni por lo que nos había pasado, y agradecí la privacidad. Hizo más llevadero el día de la mudanza.

James llegó con algunos de sus familiares y amigos, y juntos, todos comenzamos a desempacar los camiones de la mudanza. Situé cuidadosamente cada caja etiquetada en su respectiva habitación para facilitar el desembalaje. Al subir las escaleras, un par de sus amigos rompieron el escritorio de mi computadora, pero no dejé que eso me molestara. Reconocí que el enemigo iba a usar cualquier cosa para hacerme tropezar, pero yo estaba decidida a caminar en el Espíritu por muy duro que fuera.

Después de que todas las cajas fueron trasladadas y James colocó las camas de los niños, su familia y sus amigos estaban de pie afuera hablando frente al camión de mudanzas mientras mi tía los observaba desde la ventana. Como de la nada, ella me preguntó por mi relación con mi suegra Rachel. Naturalmente, me pregunté por qué me hacía esa pregunta, ya que nunca le había contado nada sobre Rachel. Cuando le pregunté por qué lo hacía, me respondió que había oído a Rachel decir a alguien durante la mudanza que estaba contenta de haberse librado de mí.

Me reí. No estaba en lo absoluto enojada. Mi tía y todos los demás que estaban escuchando me miraron como si hubiera perdido la cabeza. Estaban molestos y en realidad querían que yo también estuviera ofendida y molesta. No se dieron cuenta de que mi caminar en el Espíritu se había fortalecido en ese mismo momento. No permití que el enemigo usara a mi suegra, ni a mi tía, para perder mi caminar en el Espíritu. Ese momento ni siquiera fue una lucha para mí. Fue muy fácil, y me sentí feliz por ello.

Mi mamá se preparaba para irse cuando le sugerí que se hiciera cargo de las llaves de repuesto del apartamento, por si alguna vez las necesitaba, y ella aceptó. Mientras le entregaba las llaves, una mirada extraña apareció en su rostro y las puso de nuevo en mi mano. Cuando le pregunté qué le pasaba, ella me dijo que creía que sería mejor que James tuviera las llaves de repuesto. Me reí y le dije que era una tontería.

James vivía a dos horas de mí. Si él tenía las llaves, le aseguré que no sería conveniente en absoluto, y volví a poner las llaves en su mano. Hizo un gesto con la cabeza hacia la puerta principal, y me giré para ver a James de pie en el umbral. Le aseguré que estaba bien, que James no querría las llaves y, desde luego, no iba a sugerirle que las tomara.

Había aprendido la lección de dejar ir y no quería que James pensara que estaba tratando de aferrarme a él.

Mi mamá, ahora más aliviada, decidió quedarse con las llaves. Cuando de repente, James interrumpió diciendo que estaría encantado de quedarse con las llaves de repuesto, que no era un problema en absoluto. Me giré y lo miré como si tuviera dos cabezas. ¿Por qué razón en el mundo iba él a querer las llaves de repuesto? No lo entendía en absoluto. No era para nada conveniente para ninguno de nosotros que James tuviera las llaves de repuesto, pero no discutí. Mi mamá le pasó las llaves rápidamente.

Para romper la evidente tensión, mi mamá me sugirió que me tomara el resto del día libre y que sacara a los niños del apartamento durante un rato. Acepté, y todos salimos del apartamento. Me despedí de todos y les di las gracias por ayudarme. Mientras subía al auto de mi mamá, James me miró mal y salió del aparcamiento a toda velocidad. No entendí por qué.

Era más tarde cuando regresé esa noche y comencé a desempacar. Tengo que decir que fue raro desempacar sola. Hasta entonces, me había mudado con James una media docena de veces. Siempre pedíamos una pizza y desempacábamos juntos, pero ahí estaba yo sola y no podía pagar una pizza. Encendí el equipo de música y escuché un CD cristiano que me había recomendado Jody. Intenté no pensar en James y, en cambio, me centré en desempacar todas las cajas.

A lo largo de la noche, me desperté y me sentí perdida en un lugar nuevo. Una sensación que sentía cada vez que me mudaba. La primera noche en un nuevo apartamento siempre traía consigo la inquietud tanto para mis hijos como para mí. Sabía que pronto Evelyn y Gabriel se despertarían asustados porque no estaban acostumbrados a su nuevo entorno. Como no podía dormir, me desperté varias veces para ver cómo estaban en su habitación. También me propuse dejar la luz del baño encendida para iluminar el camino a mi dormitorio.

A la mañana siguiente, me levanté de la cama y oré como de costumbre, antes de que los niños se despertaran. Durmieron toda la noche tranquilamente y no se despertaron ni una sola vez. Hice el desayuno a los niños y seguí desempacando. A primera hora de la tarde, había terminado de desempacar y me di cuenta de que los niños parecían estar contentos con su nueva vivienda. Para ellos, eran vacaciones y estaban entusiasmados.

Esa tarde pasaron algunos de mis familiares y amigos, y me alegré de verlos. Charlamos un rato y decidieron dejarme para que terminara de desempacar. Se los agradecí. Aunque me alegraba verlos, no estaba dispuesta a recibir invitados como si mi vida fuera grandiosa y todo estuviera bien. Por mucho que quisieran que fuera la persona que era cuando era más joven, ya no lo era. Mi hermana Jody lo entendía hasta cierto punto. Ella había "nacido de nuevo" dos años antes. Sin embargo, ella no estaba convencida de que debiera construir mi futuro sobre la base de la reconciliación con James.

Jody me confesó que estaba enojada con James y que no sabía cómo manejar sus sentimientos de ira por mi causa. Estaba molesta por mí y no sabía cómo perdonar a James, como sabía que debía hacerlo. Intenté explicarle que James no era el único culpable, y que yo también había hecho mi parte para causar nuestra separación. No quería entrar en detalles de lo que había ocurrido entre James y yo. Sabía que cuanto más dijera, más se enojaría ella. Habría justificado todo lo que yo había hecho y habría culpado a James de todo. Estaba claro que yo no quería eso.

Le agradecí que fuera una hermana cuidadosa y protectora, pero que no era necesario. Comencé a explicarle que el Señor me había guiado por este camino, pero ella no estaba convencida. Nunca había oído hablar de que el Señor restaurara los matrimonios y, por tanto, para ella no era posible. Veía a mi antiguo yo en ella y por eso no podía culparla. Entonces, directamente de su boca había admitido que era ignorante. Por lo tanto, no podía culparla, sino que esperaba ser algún día un ejemplo vivo y palpable de lo que hace el Señor.

Antes de irse, me invitó a visitar su iglesia, y yo acepté. Desde que nací de nuevo, me había alimentado espiritualmente a través del sitio web de Mujeres Alentadora, de programas de radiodifusión cristianos y a través de mi propia oración y lectura de la Biblia. Aunque tenía múltiples formas de recibir el pan, mi razón principal era porque quería que mis hijos formaran parte de la recepción del pan espiritual. Sabía que asistiendo a una iglesia juntos lo conseguiría. Mi único problema era encontrar dónde ir. Me debatía entre volver a la Iglesia Católica o asistir a una denominación diferente. Le expresé mis preocupaciones a Jody, y ella me dijo que orara y permitiera que el Señor me guiara.

En el fondo sentía que debía dejar la Iglesia Católica, pero tenía miedo de disgustar a James. No quería darle otra razón para no volver. También tenía que tener en cuenta que no tenía auto, así que quedarme en la zona era una opción obvia. Había una Iglesia Bautista a la vuelta de la esquina y la Iglesia Católica estaba a cinco manzanas de distancia.

Primero llamé a la Iglesia Bautista y me dieron el horario de los servicios. Pensaba caminar hacia la Iglesia Católica más adelante en la semana y obtener también su horario. Pero como ya me había comprometido a visitar la iglesia de mi hermana, no me preocupaba demasiado conocer los horarios de los servicios.

El domingo llegó y Jody vino a recogerme como habíamos acordado. En cuanto llegamos a su iglesia, todos se acercaron a saludarla. Todos eran muy amables. Me gustó que todos se conocieran, y parecían genuinamente felices de verse. Subimos al balcón porque el nivel inferior ya estaba lleno. La iglesia celebraba su aniversario y la asistencia era mayor de lo habitual.

Ese día no hubo predicación, sino que los miembros de la iglesia interpretaron varias canciones y se mostraron fotos de los años pasados. Disfruté de la celebración, pero me fui un poco decepcionada por no haber oído la "Palabra" que se predicaba. Mi hermana se había olvidado de la celebración del aniversario y se disculpó. Me invitó a volver y escuchar un sermón cuando quisiera. Llegó la semana siguiente y decidí no asistir a ningún servicio. Tenía que esperar a que el Señor me dijera qué hacer. Mientras tanto, confié en mi pan celestial de las fuentes en las que ya había invertido y me contenté.

A finales de julio, casi todo estaba desempacado, pero todavía tenía algunas cajas de James con las que no sabía qué hacer. Apenas llamaba y, cuando lo hacía, preguntaba inmediatamente por Evelyn. Cuando terminaba de hablar, yo tomaba el teléfono y aclaraba que ella me devolvió el teléfono. Las primeras veces que llamaba, decía adiós y colgaba bruscamente por si yo intentaba iniciar una conversación con él. Él no sabía que no iba a hacerlo, pero no me dio la oportunidad de demostrarlo.

Después de las primeras llamadas, empezó a despedirse y me daba la oportunidad de despedirme antes de colgar. Agradecí que el Señor me diera la oportunidad de mostrarle este cambio. Para mí era algo importante, aunque a él quizá no le importara o ni siquiera se diera cuenta.

Había colocado todas sus pertenencias en cajas como él había pedido y luego decidí hacer del gran armario del pasillo, el armario de James. Allí guardaba todo lo que aún no se había llevado. James vino a visitar a los niños unas dos semanas después de que me hubiera mudado. Preguntó por sus cosas que yo había guardado, así que lo dirigí al gran armario del pasillo. Se sorprendió al ver que estaban todas sus cosas más algunos abrigos de invierno colgados que pertenecían a los niños.

No me atreví a decirle que la mitad del armario de mi habitación estaba vacío y esperaba que sus pertenencias se unieran a las mías. Cerró las puertas y no dijo nada. No pude leer su expresión ni averiguar lo que estaba pensando. Después de eso, abandonó inmediatamente el tema, y yo también lo hice. Su visita fue muy corta después de eso, y Evelyn lloró cuando se fue. Por alguna razón, parecía ansioso por marcharse, y yo me limité a seguirle la corriente sin mostrarle ninguna emoción. Evelyn corrió hacia la ventana y vio cómo se marchaba. Lloró, y luego lloré yo. Odiaba verla tan triste, y odiaba que él se fuera, tanto como ella.

Isaías 43:19 NTV.

Pues estoy a punto de hacer algo nuevo.

¡Mira, ya he comenzado! ¿No lo ves?

Haré un camino a través del desierto;

crearé ríos en la tierra árida y baldía.


————– Capítulo 10 ————

Bendiciones sobreabundantes

Finales de Julio de 2018

Había llegado el fin de mes y yo me preparaba para pagar las facturas. Con tantas cosas en un lapso de tiempo tan corto y rápido, evitaba mirar el saldo de mi cuenta bancaria. Ya tenía suficiente carga emocional y no creía que pudiera tolerar añadir otro problema a mi ya larga lista. Había pagado todas las facturas y quería quedarme contenta con el hecho de que no me había retrasado en nada por el momento.

James y yo discutimos la cantidad de dinero que me daría para los niños, y yo estaba agradecida. Me dio lo suficiente para pagar todas las facturas y un poco más para la comida. Insistió en que encontrara rápidamente un empleo porque en cuanto cambiaran sus finanzas, debido a su nueva vida, no podría darme tanto como me estaba proporcionando actualmente. Comprendí y agradecí al Señor la bendición que había recibido.

No podía seguir evitando mi cuenta bancaria por mucho tiempo más. Tenía que pagar algunas facturas y necesitaba verificar que James había depositado el dinero como había dicho. Me dejó claro que no me daría dinero en efectivo porque necesitaba documentar sus pagos a mí. Me pareció una bendición que depositara el dinero por mí, porque el banco no estaba cerca y me habría costado mucho llegar hasta allí sin transporte. Afortunadamente, el dinero estaba en el banco tal y como él había dicho que estaría.

Me sorprendió gratamente ver que el monto era en realidad mucho más de lo que había prometido; casi novecientos dólares más para ser exactos. Me quedé asombrada e incrédula. Al investigar más a fondo, vi un depósito por la cantidad que había prometido, otro depósito por seiscientos dólares y otro depósito por doscientos ochenta dólares. Estaba muy confundida y me disponía a llamar al banco cuando me llamó la atención el nombre del depositante. Me resultaba familiar, pero mi conmoción impidió que mi cerebro conectara con el recuerdo de dónde había visto anteriormente el nombre del depositante.

Por fin me di cuenta. Era el nombre de la empresa que emitía el cheque de mi comisión. Me alegré de haber resuelto la conexión, y entonces caí en la cuenta: ¡espera un momento, mis comisiones habían aumentado! Fui rápidamente al sitio web que hace el seguimiento de mis comisiones y miré los pagos recientes que me habían hecho. Allí vi una comisión de doscientos ochenta dólares pagada en mayo, y seiscientos dólares pagados en junio. Me quedé boquiabierta. ¿Cómo era posible? No había hecho ningún cambio significativo en mi sitio web que pudiera cambiar mis ganancias tan drásticamente, pero había hecho una cosa que estaba garantizada para cambiar mis circunstancias financieras. Diezmé.

Había diezmado los últimos trece dólares que había ganado en mayo. ¡Ni siquiera revisé mi cuenta en junio o julio para notar el aumento que el Señor me había suministrado! Estaba muy emocionada. En retrospectiva, el Señor había cuadruplicado mis ganancias de mayo, llevándome de cincuenta dólares a doscientos ochenta dólares. Como si eso no fuera una bendición lo suficientemente grande en sí misma, Él luego duplicó mis ganancias en junio, cuando más lo necesitaba. Estaba en completo estado de shock.

Inmediatamente llamé a mi hermana y le pedí que me llevara a hacer las compras. Estaba muy contenta de saber cómo me había bendecido el Señor, y yo también me sentí aliviada. También había decidido comprarme una nueva mesa para la computadora para sustituir la que se había roto. Mi computadora ya no estaría situada en el suelo. También había encontrado un mueble (en liquidación) para colocar el microondas que ocupaba el único espacio que tenía en la cocina. Pagué alegremente todas mis facturas e hice las compras para que los niños tuvieran suficiente para unas semanas. Yo no comía mucho y ayunaba a menudo. El Señor resolvió tres problemas tan rápidamente que mi cabeza dio vueltas.

Ahora que tenía la oportunidad de diezmar de nuevo, estaba entusiasmada. Decidí repartir mis diezmos a cada ministerio que me alimentaba espiritualmente. Había tomado la decisión de no diezmar lo que James me había dado porque el dinero no era mío y no me lo había ganado. Además, sabía que a James le habría molestado mucho saber que yo había diezmado su dinero cuando me lo había dado para cuidar a los niños. Aunque sentía temor de no estar haciendo lo correcto al no diezmar el pago de James para nosotros, el Señor me recordó que el dinero que James dio no era mío para diezmarlo. Me sentí en paz con la decisión y no me resentí sobre ello.

Comencé a revisar mi cuenta de comisiones todos los días y no podía creer cómo el Señor me estaba bendiciendo hasta el punto de desbordarse. Cada día aumentaba. Me costaba aceptarlo porque cuando yo le daba a Dios el diez por ciento, Él se daba la vuelta y me daba el doscientos por ciento. No tenía ninguna lógica. El Señor me dijo que no tratara de entender la lógica de mi abundancia, sino que tomara mi bendición y fuera una bendición para otros.

Fue entonces cuando recordé a mi querida amiga Carol y cómo me había enviado el libro Cómo Dios puede y va a Restaurar su Matrimonio sólo porque quería hacer la voluntad del Señor y ayudarme. Supe que ahora tenía que ayudarla a bendecir a alguien más. Erin estaba vendiendo sus libros en paquetes al por mayor y compré un paquete de cinco libros de Cómo Dios puede y va a Restaurar su Matrimonio y se los envié a Carol sin que ella lo supiera.

Realmente creí que cuando bendices a alguien el Señor te bendecirá a ti también. La misma semana que le envié a Carol su paquete, ella me había enviado !Una nueva Biblia de Estudio NVI¡. Ella ni siquiera sabía que yo le había enviado el paquete, y el Señor había puesto en su corazón que enviara una Biblia de estudio. Ella escuchó y obedeció. Me reí porque justo cuando pensé que estaba por delante del Señor, Él me mostró que nunca podría superarlo.

Carol me llamó unos días después y estaba gritando de alegría porque había enviado su última copia del libro sólo unos días antes y no le quedaba ninguna. Estaba encantada de volver a tener algunos libros a mano. Nos reímos de cómo nos habíamos enviado exactamente lo que necesitábamos sin saberlo.

Me encantó mi Biblia de estudio y empecé a devorar la Palabra como nunca antes. La entendía mejor, y las notas que contenía la Biblia me aclaraban mucho su contenido. Pasaron algunas semanas y mi vida diaria transcurría en oración y estudiando de verdad mi Biblia hasta que un fin de semana me desconcertó.

Malaquías 3:10 NVI

Traigan íntegro el diezmo para los fondos del templo,

y así habrá alimento en mi casa. Pruébenme en esto

 —dice el Señor Todopoderoso—, y vean si no abro

las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición

hasta que sobreabunde.


————– Capítulo 11 ————

Comportamiento extraño

Agosto 2018

La noche del viernes fue igual que todas las noches en nuestra casa, excepto esta noche de viernes en particular. Los niños estaban bañados y en la cama, y yo estaba en mi habitación como de costumbre. Acababa de terminar de escribir en mi diario y estaba alabando al Señor cuando sonó el teléfono. Eran cerca de las diez de la noche, y las únicas llamadas que había recibido a esa hora nunca eran buenas. Miré el identificador de llamadas y vi el número del móvil de James. Se me hundió el corazón hasta el estómago. ¿Por qué estaría llamando a una hora tan tarde si no eran malas noticias? Contesté el teléfono con voz tranquila, pero con el corazón asustado. James me saludó con un tono alegre que calmó mis nervios. Habiendo deducido que no había malas noticias, no expresé mi temor. Entonces supuse que había llamado para hablar con Evelyn, así que me disculpé y la excusé porque ella ya estaba dormida. Me pareció extraño que llamara a una hora tan tardía sabiendo que su hora de dormir ya había pasado, pero me guardé mis pensamientos.

Para mi sorpresa, me respondió que sabía que ella estaría dormida y que había llamado para hablar conmigo. Mi corazón se hundió una vez más. Mi voz se mantuvo firme, pero mis manos temblaban terriblemente. Temía lo que iba a decir, y todo tipo de malos pensamientos se agolparon en mi cerebro.

Me preguntó qué estaba haciendo y le dije que me estaba preparando para ir a la cama. Se disculpó por interrumpirme y dijo que no quería molestarme. Le dije que no era ninguna molestia. Se quedó en silencio durante lo que pareció una eternidad, pero en realidad fueron sólo unos segundos. Empecé a preguntarme si seguía en la línea, así que rompí el silencio saludando. Me respondió que seguía en la línea. Me sudaban las palmas de las manos y tenía nudos en el estómago.

"Lo siento, pero ¿por qué dijiste que necesitabas hablar conmigo?" le dije. Me aseguró que no era nada y que lo olvidara. Solté una risita para romper la evidente incomodidad entre nosotros y le pregunté si estaba bien. Me aseguró que estaba bien y esperé a que se despidiera. Compartimos otro momento de silencio y luego dijo que llamaría a Evelyn mañana. Le dije que sí y que normalmente estaba en la cama antes de las nueve, así que si llamaba antes, seguro que hablaría con ella. Me dijo que sí y nos despedimos. Me pareció bastante extraño y di gracias al Señor por haberme librado de cualquier cosa que pudiera perjudicarme.

Unos minutos más tarde, el teléfono volvió a sonar y cerré los ojos con la esperanza de estar escuchando cosas. El timbre parecía ser más fuerte cada segundo, y entonces contesté. Era James de nuevo. ¿Había reunido el valor suficiente para decir lo que había querido unos minutos antes? Contesté y, sin saludar, me preguntó qué estaba haciendo. Miré el despertador con confusión porque podría haber jurado que me había preguntado exactamente lo mismo cinco minutos antes.

Me esforcé aún más por no parecer agotada por su extraño comportamiento, pero era difícil dada la medida de su comportamiento extraño. Entonces, al instante, sospeché que estaba borracho. Le pregunté si había ebrio, y se rió y dijo que no. Me aseguró que no había bebido y que acababa de llegar a casa del trabajo. Volvió a reírse y yo me reí con él. Se sintió bien volver a reír juntos. Le pregunté si estaba bien y me dijo que sí. Estaba sentado fuera de casa de su madre Rachel y no quería entrar. Preocupada, le pregunté si todo estaba bien en casa de Rachel, y en cuanto salió de mis labios, supe que me había sobrepasado. Me disculpé y le dije que ignorara la pregunta. Estaba muy enojada conmigo misma por mi costumbre de querer ser la dominante en la resolución de problemas en lugar de ser su apoyo, lo cual me salía tan natural.

Meses de tratar de convencer a Dios y a mí misma de que podía manejar la reconciliación se detuvieron de golpe.

No estaba ni cerca de dominar mi lengua, ni mi forma de pensar. Me asusté a mí misma porque sobrepasé mis límites con mucha naturalidad. Ni siquiera lo pensé. Simplemente entré en el modo antiguo como un interruptor encendido, y supe que tenía mucho trabajo por hacer.

James dejó de hablar durante un segundo, o bien perdido en lo que acababa de ocurrir tan rápidamente o bien pensando en una respuesta, como si no fuera de mi incumbencia. Simplemente contestó que todo estaba bien. Me sentí muy estúpida. Debí parecerle desesperada. Sinceramente, no quería que nada anduviera mal; simplemente me quedé atrapada en el nivel de comodidad que habíamos compartido alguna vez, en el que podía preguntarle cualquier cosa sin sentir que estaba sobrepasando un límite. Mantenerme dentro de los límites con James era un nuevo concepto que tenía que aprender, y no era tan fácil como pensaba.

Me disculpé y me despedí antes de que pudiera hacer más daño. Se rió y se burló de mí por intentar deshacerse de él. No me reí porque estaba más confundida que nunca. Supuse que nuestra conversación había terminado y no quería mantenerlo al teléfono. Se rió y me recordó que él me había llamado. Me reí y me relajé sabiendo que no lo estaba presionando. El Señor susurró a mi corazón que esto era obra Suya y que lo disfrutara.

Traté de mantener una conversación cordial sin llegar a lo personal. Le pregunté por su familia y su trabajo. Me dijo que todo estaba bien, pero que prefería no hablar de ello, así que respeté su deseo y hablé de los niños. Pensé que era un tema seguro. No parecía interesado en hablar de los niños, así que lo dejé rápidamente.

Sin saber qué decir, me callé y dejé que él se hiciera cargo de la conversación. El Señor me decía que siguiera y no que dirigiera, así que lo hice. James se quedó callado durante un minuto y luego me preguntó si lo extrañaba. Me quedé callada y empecé a llorar en voz baja para que no me oyera. Quería decirle que sí, pero tenía mucho miedo al rechazo. Recuperé la compostura y fingí que no le había oído y le dije hola. Volvió a preguntarme si lo extrañaba y le dije que sí. No reaccionó a mi respuesta, sino que cambió totalmente de tema.

Me preguntó qué pijama llevaba y trató de adivinar. Me dijo que me veía linda con todos los pijamas y que no importaba cuál llevara. Me dijo que ojalá pudiera verme con ellos en ese momento, y me sonrojé. Hacía años que no me hacía sonrojar, y me sentí de nuevo como una adolescente. Aquella noche hablamos durante dos horas de nada y compartimos muchas risas. El coqueteó conmigo durante toda la conversación, y yo realmente no sabía cómo responder.

Me desperté a la mañana siguiente sintiendo todavía el calor de la conversación con James, y estaba en las nubes. James no me llamó durante unos días después, y eso me entristeció. Ansiaba volver a hablar con él, pero sabía que no debía llamarle. Supuse que estaba trabajando mucho, y tenía razón. Llegó el miércoles y James llamó a Evelyn. Esperaba una cálida recepción, pero estaba muy equivocada. Estaba tan frío como el hielo, y cuando intenté saludar y preguntar cómo iban las cosas, me interrumpió rápidamente y desestimó mis preguntas. Me dijo que tenía que irse y que llamaría a Evelyn y a Gabriel otro día. Dije que estaba bien y colgué. Había retrocedido y era tan frío conmigo como antes. Me sentí derrotada y perdida. Pasé el resto de la noche tratando de no enojarme con lo que parecía no tener remedio.

Llegó la mañana siguiente y no me sentía muy bien. Decidí descansar mi cuerpo que parecía estar fuera de sí. Me recosté en el sofá desvencijado y desgarrado y decidí tomármelo con calma. Después de una hora de descanso, me levanté para ir al baño y sentí un poco de dolor en la parte baja de la espalda. Tomé algunas pastillas analgésicas de venta libre, pero fue en vano. De hecho, el dolor había aumentado. Seguí haciendo las tareas y ocupándome de los deberes cotidianos de mi día. Esa noche me di una ducha caliente y me acosté a dormir antes de lo habitual. A la mañana siguiente, me desperté y no podía sentarme sin sentir un dolor extremo en la espalda. Ponerme de pie me parecía imposible y sólo podía caminar agarrándome a algo, si no, me arrastraba. Concerté una cita con el médico y me recomendaron que viera a un ginecólogo porque, además del dolor de espalda, tenía fuertes calambres en la pelvis. El ginecólogo quería que me hiciera una ecografía antes de mi cita. Llamé a mi otra hermana, Amber. Ella accedió a llevarme a todas mis citas y enviar a su hija, mi sobrina Taylor, para que me ayudara con los niños mientras tanto. Yo estaba agradecida.

Conseguí que me hicieran los exámenes y me dieran cita rápidamente. Al ver a la doctora, me informó de que el dolor pélvico procedía de un quiste ovárico que se había roto. Lo mejor que pudo deducir es que el quiste se había roto probablemente mientras estaba acostada o durmiendo y que el líquido del quiste se había filtrado en los músculos de mi espalda. Me dijo que los músculos estaban reaccionando a una sustancia desconocida y que el dolor desaparecería lentamente. Me dijo que los analgésicos no me quitarían el dolor, cosa que ya había deducido, pero que ayudarían a que el líquido se disolviera más rápidamente. Cuanto más rápido se disolviera el líquido, más rápido desaparecería el dolor.

También me dijo que mi ecografía mostraba pequeños tumores fibroides, pero que no me preocupara porque eran muy pequeños, y que los vigilaría muy de cerca. Entonces me miró muy preocupada y me preguntó si todo en mi vida estaba bien. Le pregunté por qué, y me dijo que muchas veces, cuando la salud ginecológica de las mujeres se ve afectada, se puede atribuir al estrés causado por el trabajo y el DIVORCIO. Como si me hubieran atrapado con las manos en la masa, la miré rápidamente y me sentí avergonzada. ¿Acaso llevaba un cartel en la espalda que decía que me iba a divorciar? Le aseguré que estaría bien, y ella asintió. Programamos una cita de seguimiento y me fui a recuperar a casa. No llamé a James porque no quería involucrarlo en nada. No quería que pensara que estaba buscando su compasión. Sobre todo porque la semana anterior me había dicho que iba a perder las prestaciones de salud que me había proporcionado. En lugar de ello, di las gracias al Señor por seguir teniendo prestaciones mientras yo no estaba bien.

Cuando volví a casa, Taylor me dijo que James había llamado. Ella no estaba al tanto de la situación entre James y yo. Ella era muy cercana a James, así que había decidido ahorrarle detalles hasta el momento oportuno. Naturalmente, cuando James había preguntado dónde estaba, ella le contó todo; desde que me arrastraba por el suelo, mi insoportable dolor, su ayuda con los niños y mis citas con el médico. Ella no me dijo cuál fue su respuesta y yo no pregunté. Le di las gracias por ser una buena sobrina para mí y se fue.

James llamó unas horas más tarde, y yo estaba muy reacia a contestar el teléfono. Contesté y parecía realmente preocupado por mí. Me preguntó cómo me sentía y quería saber qué había dicho el médico. Le expliqué todo lo que había dicho el médico, menos la causa relacionada con el estrés. Cuando mencioné el tumor fibroide, se asustó y me preguntó qué significaba todo eso. Le aseguré que no era cáncer o nada de lo que hubiera que preocuparse, pero no parecía convencido.

Como si se hubiera encendido un interruptor, muy molesto me preguntó por qué no lo había llamado. Le expliqué que los niños estaban bien y que Taylor, Amber y mamá habían sido de gran ayuda. Comentó que su ayuda era apreciada, pero que él es su padre y debería haber tenido la oportunidad de cuidar de ellos antes de que yo llamara a alguien más.

Me disculpé por no haberlo tenido en cuenta. Le aseguré que ya me estaba recuperando y que no tendría que preocuparse por reorganizar su agenda para hacerse cargo de los niños. No me creyó y planeó visitarme el sábado para asegurarse. A mí no me importaba nada, sólo me importaba tener un poco de descanso.

Pasaron unos días y, como había dicho la Dra. Larens, el dolor empezó a disminuir. Podía caminar y estar de pie, así que Taylor volvió a estar con su madre. Llegó el sábado y James me llamó para informarme que estaba en camino. Amber venía a llevarme al supermercado mientras él estaba de visita con los niños. Como se sugiere en el libro Restaura tu matrimonio, siempre planeaba hacer algo mientras James estaba de visita. Le pregunté a qué hora creía que llegaría y quiso saber por qué. Le dije que Amber me iba a llevar al supermercado mientras él estaba de visita, si no le importaba quedarse con los niños. Quería saber su hora de llegada, para poder organizar que Amber estuviera allí a la misma hora.

James me dijo que cancelara con Amber y que él me llevaría al supermercado. Le di las gracias, pero me negué. No quería entrometerme en su tiempo con los niños, y Amber ya estaba preparada para llevarme. Él insistió en que la llamara para cancelar, así que, aunque no quería, la llamé para cancelar.

James llegó con su hermano y, tras unos minutos con los niños, me informó de que Andrew se sentaría con los niños mientras él me llevaba a la tienda. Me entró el pánico. No quería estar a solas con James. Me confundí. Había estado clamando al Señor para que me devolviera a mi esposo, y ahora, tenía miedo de estar a solas con él. Le pedí un minuto y me fui a mi habitación. Oré y le pedí al Señor que fuera mi voz, porque no quería hacer ni decir nada que diera lugar a una discusión. En el pasado había sido bastante buena para iniciar discusiones, y aunque había cambiado, no había estado cerca de James para probar ese cambio. Fue entonces cuando me di cuenta. Estaba siendo probada.

Salí de mi habitación y nos pusimos en marcha. En su mayor parte, pude caminar y estar de pie con un dolor mínimo, pero levantarme de una silla o sentarme me causaba un poco más de dolor. Entrar en el auto de James fue un problema. No quería mostrarle mi debilidad, pero no podía disimular el dolor al entrar en el auto. Me preguntó si estaba bien, y yo sonreí y fingí estar mejor de lo que estaba. Una vez sentada, me sentí un poco mejor, pero temía llegar al supermercado. Durante el trayecto, James chocó fuerte contra un bache y yo grité de dolor. El dolor comenzó a irradiar por mi espalda, y no pude ocultar el dolor que sentía. Pasaron unos minutos y el dolor remitió. Con el mismo malestar, salí del auto.

Nuestra conversación fue mínima, y me alegré de ello. Pensé que si no abría la boca, no tenía que preocuparme por meter la pata. Me ayudó con mi lista, que había rehecho después de que me dijera que me llevaría él en lugar de Amber. Mantuve la lista en lo básico para que pudiéramos volver con los niños lo antes posible. En el camino de vuelta, me preguntó si me molestaba que parara en el banco, y no me molestaba. Mientras estaba dentro, cambié la emisora de radio a una cristiana porque ya no soportaba escuchar las otras emisoras.

Antes de que me diera cuenta, él había subido de nuevo al auto y yo cambié rápidamente la emisora de radio a la original. No fui lo suficientemente rápida porque él se dio cuenta y me pidió que volviera a poner la que tenía puesta. Le dije que no se preocupara. Me dijo que dejara de actuar como una niña y que escuchara lo que quería. Así que lo hice. Escuchó la música y se rió. Me dijo que yo era una broma. Me hizo saber que no creía ni por un segundo que esa fuera la música que yo elegía escuchar. Le aseguré que lo era y no me creyó. Rápidamente cambió de emisora y se puso a cantar con la radio.

Me sentí como un niño del que se burlan en la escuela. Volví la cabeza hacia la ventanilla del copiloto y oré para tener la fuerza de no decir una palabra desagradable. Empecé a alabar al Señor en silencio para que el enemigo huyera, y huyó. James se detuvo a comprar el almuerzo para los niños como les había prometido. Mientras estaba en el drive-thru, ordenó su comida y luego se volvió hacia mí y me preguntó: "¿y qué quiere pedir mi esposa?". Mis ojos se abrieron de par en par y su cara se puso roja de vergüenza. Le dije lo que quería y volví a mirar por la ventana. Esta vez, di gracias al Señor. Había superado la prueba y esa era mi recompensa.

Cuando llegué a casa, me dirigí directamente a mi dormitorio con la esperanza de que James no se diera cuenta. Lo notó y me pidió que me uniera a ellos en la sala de estar. Lo hice. Me trajo una aspirina y me dijo que me relajara. Guardó las compras y se ocupó de los niños. Pasó unas horas con nosotros ese día. Antes de marcharse, programó una cita para inscribir a Evelyn en el preescolar.

Santiago 1:12 NVI

Dichoso el que resiste la tentación porque,

al salir aprobado, recibirá la corona de la vida

que Dios ha prometido

a quienes lo aman.


————– Capítulo 12 ————

Pensamientos Caóticos

Agosto 2018

A la semana siguiente, James llamó durante la semana con un único objetivo: matricular a Evelyn en el preescolar. Yo estaba dudosa, pero él era inflexible. No le expresé mis preocupaciones por miedo a empezar una discusión. Hacía más de dos meses que no discutía con él, y no sabía si sería capaz de permanecer mansa en medio de un desacuerdo. Decidí callar y quedarme quieta.

Unos días después, James visitó a los niños con los formularios de inscripción de Evelyn. Antes de venir, se detuvo en la escuela primaria local y la inscribió. Me sorprendió y me entristeció, pero me lo guardé para mí. Intenté ver por qué el Señor permitía que sucediera, y traté de sacar lo mejor de una mala situación. La escuela estaba a veinte minutos a pie, y pensé que el paseo sería una buena manera de hacer el tan necesario ejercicio y tiempo al aire libre. También me consolaba el hecho de que sólo estaría en la escuela durante dos horas y media cada tarde.

Esa misma semana, mi prima nos había invitado a los niños y a mí a un parque de diversiones infantil. Justo cuando estaba a punto de rechazar una escapada de un día tan necesaria porque no podía permitírmelo, me informó de que había conseguido las entradas gratis, y que se perderían si no las utilizábamos. Sólo eran válidos para ese verano. Estaba extasiada porque el Señor les proporcionó a mis hijos una manera de divertirse al menos una vez ese verano. También me hizo olvidar la restauración al menos por un día. Lo pasamos muy bien y llegamos a casa temprano por la noche. Estábamos todos agotados. Bañé a los niños y los acosté con bastante facilidad, sin que ninguno se resistiera. No pude evitar dar gracias al Señor por un día tan lleno de diversión y tranquilidad.

Sin embargo, nunca es tan fácil. Más tarde, esa misma noche, James me llamó y me dijo que se había mudado a su nuevo apartamento esa mañana y que recogería a los niños el fin de semana siguiente. Quería empezar su programa de visitas de fin de semana. Se me encogió el corazón, pero intenté que mi voz no se alterara. Acepté y le dije que los tendría preparados para las visitas de fin de semana.

Colgué el teléfono y no podía creer lo que acababa de escuchar. Se había mudado a su propio apartamento. Me quedé en shock. ¿Cómo no lo vi venir? Creía que estábamos avanzando y que estábamos en camino a nuestra restauración. Éramos cordiales y hacía tiempo que no discutíamos. Incluso coqueteó un par de veces conmigo.

La emoción en su voz era evidente y real. Parecía tan genuinamente feliz. Eso me enfureció. ¿Cómo podía ser feliz cuando yo era tan miserable? ¿Cómo podía no importarle? Realmente estaba avanzando y no sólo hablando de avanzar. Lo estaba haciendo. Me sentí tan estúpida por estar atrapada en mi deseo de volver a ser como antes. Me cuestioné mi postura. Todo lo que veía era una prueba de mi necesidad de aceptar lo que estaba pasando y seguir adelante con mi vida, sin James. Aquella noche empezó a despertar en mí una serie de emociones diferentes que nunca hubiera imaginado.

El fin de semana había llegado. El sol brillaba y el tiempo era cálido para el primer día de preescolar de Evelyn. Sin embargo, Evelyn y yo sólo veíamos un día nublado. James quería verla en su primer día de colegio y se reunió con nosotros esa tarde con una sonrisa y la cámara de su teléfono preparada. Llegamos al colegio y Evelyn empezó a llorar. Ella estaba asustada y se me partía el corazón. Tuve que contener las lágrimas para ayudarla a ser fuerte en el momento. Al mirar a mi alrededor, pude ver a otros niños agarrados a las piernas de sus padres y a otros corriendo por el patio. No pude evitar pensar que estos niños afectarían la vida de Evelyn de un modo u otro; aunque sólo sea durante dos horas y media cada día. Mis lejanos pensamientos fueron interrumpidos con el sonido de James diciéndole a Evelyn que sonriera y dijera "cheese". Ella sonrió y luego miró a su alrededor abrumada.

Su profesora empezó a llamar a todos los niños para que se pusieran en fila y explicó a los padres dónde se pondrían en línea los niños cada mañana. James acompañó a Evelyn hasta donde estaba el resto de los niños y, finalmente, ella no pudo contener más su miedo. Se aferró a él con fuerza y él rió asegurándole que todo estaría bien. Ella le soltó la mano y comenzó a llorar en silencio mientras miraba hacia abajo. Los niños que iban delante de ella entraban en la escuela, pero ella estaba en su propio mundo de lágrimas. Finalmente, la profesora se acercó a ella, la tomó de la mano y la acompañó al interior del colegio. En cuanto se cerró la puerta del colegio, las lágrimas cayeron a mis mejillas. James se dio cuenta de mis lágrimas, simplemente sonrió y me dijo que todo estaría bien.

Durante las visitas de James siempre llevaba la ropa sucia abajo para no molestarle; esta visita no fue diferente. James estaba un poco molesto porque Gabriel no quería pasar tiempo con él. Durante las primeras visitas, Gabriel gritaba y corría cuando veía a James, pero en los pocos meses que llevábamos separados, Gabriel había cambiado. Le daba un beso a James cuando se lo pedía, pero luego no quería que lo abrazara o lo sostuviera. Al principio a James no parecía importarle, pero sus emociones pronto se hicieron más evidentes. Ese día Gabriel no quería estar con su padre en absoluto, y eso molestaba a James.

Esa misma tarde, James recogió a Evelyn en el colegio y ella le contó lo mucho que le gustaba el colegio, para satisfacción de él. Le preguntó por su día y la escuchó atentamente. Cuando terminó el relato de su día, le dijo lo orgulloso que estaba de ella y dio por terminada su visita. Se despidió y prometió recoger a los niños el fin de semana siguiente. Después que él se había ido, Evelyn me miró con preocupación y me dijo que no quería volver a la escuela nunca más. Ella lo odiaba, y yo odiaba verla tan abatida. Me entristecía más verla tratando de hacer feliz a su padre ocultando sus verdaderos sentimientos.

Durante la semana, Evelyn había traído a casa una pila de papeles que había que llenar y llevar al colegio para incluirlos en su expediente. Era una cantidad tediosa de papeleo, pero lo hice y lo envié de vuelta. Entre el montón de papeles, había un formulario de contacto de emergencia que exigía la escuela. En él se pedía que se contactara con dos personas en caso de que la escuela no pudiera contactar con ninguno de los padres. Añadí a mi hermana Jody y a mi prima Vicky, que vivían cerca.

Unos días después de enviar el papeleo, James me llamó para preguntarme por la semana escolar de Evelyn. Le conté sobre todo el papeleo y sus progresos en el poco tiempo que llevaba asistiendo. Mientras hablaba de sus progresos, me interrumpió para preguntarme por el papeleo relacionado con los contactos de emergencia. Le dije que había añadido a Jody y Vicky porque eran las más cercanas y responsables. También eran las personas con las que Evelyn se sentiría más cómoda. Seguí hablándole de Evelyn cuando me interrumpió una vez más, pero esta vez irritado. Me preguntó por qué había puesto a Jody y Vicky como contactos de emergencia. Le di todas mis razones de que eran las más cercanas, las más responsables y que Evelyn se sentiría cómoda con ellas si fuera necesario. Entonces perdió la calma por completo y me acusó de intentar mantenerlo fuera de la vida de Evelyn. Le molestó que no le añadiera como contacto de emergencia. Dijo que tenía derecho a figurar en su documentación como persona de contacto en caso de emergencia. Continuó diciendo que, si por alguna razón la escuela no podía ponerse en contacto con su madre, la única persona lógica a la que llamar sería su padre. Añadió que no debería haber ninguna razón por la que no pudieran ponerse en contacto conmigo en ningún caso porque mi único trabajo era asegurarme de que los niños estuvieran atendidos. Con un tono de amenaza, dijo que si yo no podía estar en casa cuando la escuela llamara, no habría razón para que yo cuidara de mis hijos.

Intenté interrumpirle con calma para decirle que en los papeles figuraban dos contactos de emergencia además de los padres. En la documentación figuraban primero los datos de contacto de la madre y el padre. Que se le llamaría a él antes que a los contactos, pero no me dejó hablar.

Entonces empezó a decir que yo era una mujer despiadada y maliciosa. Que no era diferente de todas las demás mujeres que no podían manejar un divorcio sin tratar de alejar a los niños de sus padres, y así siguió. Sabía que todo lo que decía no era cierto y empecé a enojarme. Me quedé callada por un momento y dejé que descargara su frustración, pero cuanto más me acusaba de cosas tan falsas, perdí el control y finalmente dejé salir todo lo que sentía por dentro. El enemigo estaba en mi oído como un titiritero y yo era su marioneta.

Empecé a gritar que era un idiota y le dije que en los papeles figuraba que él sería contactado primero, pero como era tan egoísta y terco no me había permitió explicárselo. Sin embargo, no me detuve ahí. Le dije todo lo que sentía por dentro. Le dije lo enojada que estaba con él por haber dejado a su esposa y a sus hijos. Le dije que no me sorprendía que Gabriel no quisiera estar con él y que se lo tenía merecido por abandonarnos. Continué diciendo que era culpa suya que Evelyn llorara por la noche y que hubiera tenido algunos episodios de terrores nocturnos llamando a su padre.

Seguí hablando de todo lo que había sentido, y durante todo el tiempo, él estuvo callado. Lo asimiló todo, y cuando terminé, me dijo en voz baja: "¿Y te llamas a ti misma cristiana?". Me dijo que yo no había cambiado en absoluto, y que se alegraba de haber decidido marcharse. Admitió que se cuestionaba si su decisión era la correcta, pero que ahora estaba seguro de que lo era y se alegraba de no tener que seguir cuestionándose. Luego colgó.

¿Qué había hecho? Después de soltar lo que me quemaba por dentro, pensé en hacerle sentir mal por lo que había hecho. Luego me entró el pánico. Sabía que acababa de tirar por la borda todo lo bueno que el Señor había bendecido en mi vida hasta ese momento. Temí que nada de eso hubiera importado ya. Me perdí. Empecé a intentar salvar lo que acababa de arruinar. Pero en lugar de arrodillarme y pedir perdón y buscar la guía del Señor, traté de hacerlo a mi manera. Hice lo peor que podía hacer en ese momento. Volví a llamar a James y empecé a rogarle y a suplicarle que me perdonara. Me colgó y volví a llamarle. Me contestó y le pedí perdón mientras lloraba histéricamente. Se rió de mí una vez más y me dijo que era una broma. Me dijo que lo dejara en paz y que no volviera a llamarle.

Colgó y, como la luz de un rayo, me di cuenta de muchas cosas en ese momento. No lo había perdonado realmente por nada. Todavía me sentía como la víctima y seguía sin asumir toda la responsabilidad por todo lo que yo había hecho para dañar mi matrimonio. Aunque él había parecido tan seguro y feliz en su vida hasta ese momento, no lo era. También me di cuenta de que no había soltado del todo y entregado todo a Dios, porque en los momentos de dificultad, me empeñé en tratar de arreglar las cosas a mi manera. Al hacer eso, empeoré las cosas y me lastimé más allá de lo que creía que podía saber.

Si hay una cosa que parece reinar siempre, es que cuando estaba deprimida y fuera de combate, el enemigo estaba allí para tratar de empujarme hacia el borde. Mientras estaba sentada castigándome por haber cedido a la carne, el enemigo me atacó como nunca antes. Empezó a decirme que iba a terminar siendo una madre soltera de dos hijos, sin trabajo, sin experiencia laboral reciente, sin perspectivas de trabajo, con niños hambrientos, sin seguro médico, sin seguro de vida, sin auto, sin dinero, con una mala salud y sin James que me ayudara a salir del lío.

Cada vez que me enfrentaba a una prueba, me ponía a leer las Escrituras en fichas y escuchaba música inspiradora, o me arrodillaba y oraba, pero nada de eso parecía funcionar. Tenía tantas ganas de llamar a James y rogarle que me aceptara de nuevo, y que eso resolvería todos mis problemas. Mis hijos podrían volver a tener a su padre y yo podría volver a tener a mi esposo. Sólo tenía que convencerlo de ello. Pero justo cuando el enemigo me susurraba más y más al oído, el Espíritu Santo comenzó a hablarme al corazón, y pude escuchar la  pequeña y tranquila voz en medio de todos los pensamientos caóticos en mi cabeza.

Empecé a recitar las escrituras de las fichas que había leído tantas veces y a meditar en ellas. Podía sentir físicamente la guerra de la carne y el espíritu que tenía lugar dentro de mí y sobre mí. Mi deseo de intentar arreglar mi situación por mí misma y llamar a James era muy fuerte. Me recosté en la cama y me agarré al cabecero para mantener mis manos ocupadas. Seguí recitando las Escrituras pero cada vez más y más fuerte. Le dije al diablo que huyera de mí, pero persistió. Entonces comencé a alabar al Señor. Sin soltarme de mi cabecera, alabé al Señor. Grité el nombre de Jesús y le agradecí todo lo que había hecho por mí. Lloré hasta quedarme dormida alabando al Señor.

A la mañana siguiente me desperté y mis manos seguían sujetando con fuerza el cabecero de la cama, pero me sentía tan feliz. Era una alegría inexplicable y una paz increíble. Era una alegría que llegó literalmente por la mañana, y era una paz que sobrepasaba todo entendimiento. Me sentí renovada, y supe que el Señor me llevó a través de la mayor batalla entre la carne y el espíritu que había enfrentado desde que le di mi vida a Cristo. Mi perspectiva de la vida cambió. No tenía miedo de nada porque sabía que con Cristo y sólo con Él podía conquistar cualquier cosa que me preocupara. Era una verdad para mí que nadie podría convencerme de que no existía. Lo había experimentado, y era tan real como yo que estaba allí recostada.

Solté el cabecero y me senté. El sol brillaba con fuerza en el exterior, y los rayos de luz se asomaban por la ventana hacia mi cama, casi diciéndome que me regocijara en Su luz. Estaba casi eufórica y no podía contener mi felicidad. Sentí una confianza que no había sentido nunca. Sabía que mi vida nunca sería la misma.

Filipenses 4: 6-7 NTV

No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo.

Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho.

Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender.

La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús.


————– Capítulo 13 ————

Un aguacero

Septiembre 2018

Los días fueron pasando y Evelyn empezó a acostumbrarse a la escuela. No le gustaba necesariamente, pero lo toleraba bastante bien. Yo no estaba tan triste como antes porque lo había puesto a los pies del Señor y estaba esperando la dirección del Señor. Él estaba tranquilo sobre el tema, así que sabía que tenía que estar quieta y simplemente esperar.

Mientras pasaba por las tormentas de mi propia vida, el clima local parecía adecuarse, cuando las lluvias comenzaron a caer todas las tardes. Miraba por la ventana los cielos grises y le pedía al Señor que mantuviera alejada la lluvia hasta que llevara a Evelyn a la escuela y volviera con ella. Espantaba a las nubes y les decía que se movieran, y me reía cuando se colaba un rayo de sol. El Señor estaba conmigo, porque siempre conseguía llevarla a la escuela y regresar sin una gota de lluvia. Unas cuantas veces aparecían familiares y me preguntaban si necesitaba que me llevaran porque estaban en la zona. Sabía que el Señor estaba conmigo porque hacía años que no veía ni sabía nada de esos familiares. Me sorprendió que incluso supieran dónde vivía.

Estaba agradecida por las veces que el Señor proveyó para mis hijos y cuando no estaba segura de qué hacer. Una tarde, las nubes estaban fuera y la lluvia era intermitente como lo había sido días antes. Y al igual que antes, me las arreglé para llevar a Evelyn a la escuela y regresar con la lluvia. Sin embargo, ese día, a los cinco minutos de nuestro camino la lluvia se convirtió en un aguacero y los vientos se levantaron volteando el paraguas de Evelyn, poniéndolo al revés. Ella comenzó a gritar asustada. La agarré y la coloqué en la bandeja delantera del cochecito y la cubrí también con el mismo paraguas que estaba usando para Gabriel y acurruqué a los dos niños bajo la manta que había traído ese día para mayor protección. Intenté arreglar el paraguas más pequeño y usarlo para cubrirme pero los vientos estaban en mi contra. No importaba cuánto oré para que la tormenta desapareciera, no lo hacía. El viento soplaba en mi contra y las fuertes lluvias me daban en la cara con tanta fuerza que me dolía. Intentar empujar un gran cochecito con dos niños dentro, contra el viento y la lluvia usando una mano, mientras la otra intentaba desesperadamente mantener mi cara seca con un paraguas muy pequeño y débil, no estaba funcionando.

Esta vez no hubo ningún miembro de la familia que condujera a mi lado. No hubo ningún reproche que alejara la ira del clima. Me concentré en cada paso que daba para llegar a un apartamento cálido y seco. Estaba ansiosa pero seguía adelante, sin ceder al clima y concentrada en mantener a los niños tan secos como pudiera. Cada vez que el viento soplaba ferozmente sacudiendo la carpa del cochecito, Evelyn soltaba un grito de miedo y mi corazón se hundía por ella.

Durante veinte minutos me enfrenté a la tormenta antes de llegar al refugio de nuestro apartamento. Saqué a los niños de sus ropas apenas mojadas y finalmente entré en el baño y descansé en el suelo. Mis brazos estaban cansados de empujar contra el fuerte viento y el peso añadido de Evelyn. Estaba empapada de pies a cabeza. Mis zapatos tenían charcos y mi pelo estaba empapado. Era como si no hubiera tenido ninguna sombrilla. Me senté en el suelo en el charco de lluvia que había goteado de mi ropa y cuerpo mojados. Me di una ducha caliente y di gracias al cielo por haber llegado a casa.                                 

El día siguiente tenía el mismo aspecto y yo estaba aterrorizada. Recuerdo que James me dijo que ese día tenía libre del trabajo. Quería creer tanto que el Señor quería que llamara a James para que llevara a Evelyn a la escuela y la recogiera. Así que, movida por el miedo, tomé cartas en el asunto y le llamé. Me dijo que tenía una cita y que vería si podía reprogramarla. Me sentí muy agradecida. Me sentí aliviada por haber llamado a James. Después de llamarle, me devolvió la llamada y había podido reprogramar su cita para poder llevarla y traerla de la escuela.   

Decidió que, ya que iba a hacer el viaje de todos modos, también se beneficiaría de él y se la llevaría a casa esa noche. La devolvería por la mañana, antes de la escuela. Mi corazón se desplomó cuando me di cuenta de que un poco de mi miedo a llamarle empezaba a arraigarse. Dije que sí y empecé a preparar su mochila. James apareció y la llevó a la escuela y luego la recogió. Me dijo que tenía una cita con el dentista y que después iba a llevarla a cenar antes de volver a casa. Me dijo que le diría que me llamara antes de acostarse para que pudiera darle las buenas noches. Ella estaba emocionada, así que me alegré por ella.

Eran las nueve de la noche y aún no tenía noticias de James. Dijo que me llamaría sobre las ocho, pero aún no lo había hecho. Las diez, luego las diez y media y me preocupé. Sin buscar el consejo del Señor, volví a llamar a James y me contestó. Me sentí aliviada. Podía oír ruido de fondo y sabía que no estaba en casa. Le dije que me había preocupado porque no había llamado. Me dejó hablar con Evelyn y pude oír en el fondo a James hablando con una mujer. Le pregunté a Evelyn si se estaba divirtiendo y me dijo que estaba coloreando con Bec. No tenía ni idea de quién era Bec, pero le dije que la amaba antes de que James volviera al teléfono.

Pregunté tontamente por qué había tanto ruido de fondo y me informó que estaban en un restaurante cenando. Mi insensatez continuó cuando pregunté dónde, porque podía oír en el fondo la voz de una mujer, entre otras. Me dijo que estaban en un restaurante y que la camarera estaba hablando con Evelyn. Tuve un caso mayor de tontería desbocada porque mis preguntas continuaron. Le pregunté quién era Bec y me dijo que era un compañero del trabajo con quien se había cruzado. Me dijo que me llamaría cuando Evelyn estuviera arropada para que no me preocupara. Me sorprendió gratamente su paciencia con mis preguntas y su atención a mis preocupaciones. Mi miedo a romper la regla de no llamar se alivió por el momento.

Me había quedado dormida en el sofá y me desperté hacia la medianoche sin ninguna llamada telefónica. Dejándome llevar por el miedo y no por el Espíritu, volví a llamar a James. Esta vez ignoró mi llamada, lo que me molestó. Ahora había cedido completamente a mi carne y le llamé de nuevo y esta vez contestó pero molesto. Me dijo que lo dejara en paz y colgó antes de que pudiera decir nada. Volví a llamar y apagó el teléfono. Le llamé hasta la una de la madrugada y me dirigía al buzón de voz. Me dormí muy confundida y me hacía falta a mi pequeña niña. Ni una sola vez en toda la noche busqué al Señor. Mi mente era el patio de juego del enemigo.

Llegó la mañana y me desperté con la misma confusión que sentí mientras me quedaba dormida. Lo curioso es que no estaba enojada con James. Estaba realmente confundida por lo que había pasado. Como no quería ni siquiera contemplar que seguía caminando en la carne, deduje para mi propia satisfacción que James debía estar molesto conmigo por mi falta de confianza. Eso me sonaba bastante bien, así que me alimenté con esa excusa. Me justifiqué a mí misma. Había llamado y llamado y llamado, enviando el mensaje de que no confiaba en él.

Quería creerlo y empecé a creerlo. Empecé a sentirme avergonzada de mí misma y no quise enfrentarme a él. Llegó a las diez para dejar a Evelyn. Le saludé agradablemente pero evité el contacto visual. En el fondo sabía que había metido la pata. Me centré rápidamente en Evelyn y le pregunté si se había divertido. Empezó a hablar sin parar de Bec. Me sorprendió bastante porque suele ser tímida con los desconocidos.

Mis ojos se fijaron en los de James y sonrió. Percibió mi malestar y lo confundió con que estaba molesta con él. Le aseguré que no estaba molesta. Intenté justificarme ante él y le expliqué que estaba preocupada cuando no llamaba, y que por eso había seguido llamando. Estábamos hablando los dos al mismo tiempo mientras yo intentaba reunir una disculpa digna por ser tan desconfiada cuando, a través de las palabras mezcladas, le oí acusarme de estar celosa al oír la voz de la mujer.

Dejé de hablar y le pedí que repitiera lo que había dicho. Ahora estaba más confundida que nunca. Me acusó de llamarle porque estaba celosa al oír al fondo la voz de la mujer. Mi cara debió mostrar mi confusión porque abrió mucho los ojos y me miró estupefacto. Le pregunté por qué tenía que estar celosa de la camarera. Inclinó la cabeza hacia un lado y curvó el labio. Entonces me di cuenta. ¿Cómo he podido ser tan estúpida? La expresión de mi cara cambió. Ahora pasé de estar confundida a estar molesta. Mi sorpresa le molestó y me acusó de ser sarcástica porque era imposible que yo fuera tan ingenua. Pensó que yo estaba actuando como si no supiera la verdad. 

Pero yo no sabía la verdad. Hasta ese mismo momento no podía ni siquiera imaginar que había salido con otra mujer. Me quedé sin palabras. Por primera vez en nuestra relación no tenía nada que decir. Por mi cabeza pasaron pensamientos contradictorios. ¿Tenía derecho a llamarle mentiroso y tramposo? ¿Debía hacerle saber cómo hervía la ira en su interior? ¿Tenía derecho siquiera a sentirme así? No sé por qué fui capaz de guardar silencio sobre el asunto de la otra mujer, pero lo hice. Admití que no tenía ni idea de con quién estaba y que estaba preocupada porque no había llamado, pero que no intentaba interferir en su cita con mis numerosas llamadas.

Me preguntó si estaba bien. No le dejé saber mi dolor, pero apenas pude ocultar mi enojo. Le dije que estaba bien, pero no se lo creyó. Buscó en mi rostro cualquier señal de que algo anduviera mal. Quería que estuviera enojada. Le dije que estaba decepcionada porque no había llamado cuando dijo que lo haría y que estaba preocupada. Intenté dejar todo en un segundo plano y me centré en preparar a Evelyn para la escuela. Mientras preparaba su mochila y su merienda, él mencionó que había desayunado temprano y que quería que comiera algo antes de ir a la escuela para su sesión de la tarde. Yo sólo quería que él se fuera, pero no podía hacerle saber lo molesta que estaba, así que accedí. Pensé que realmente necesitaba pasar algo de tiempo con Gabriel mientras estaba allí. Preparé a Gabriel cuando me pidió que le acompañara. Me sorprendió que me lo pidiera.

Si hubiera sido cualquier otro día, me habría alegrado mucho de que el Señor ablandara su corazón hacia mí. Pero este día no; él acababa de decirme que había salido con otra mujer. Me esforcé por mantener la compostura. Ni siquiera quería estar en la misma habitación que él, y mucho menos pasar tiempo en familia con él. Insistió y tuve que decir que sí. Evelyn estaba muy emocionada y yo no quería decepcionarla. Sabía que tenía que ir, aunque mi carne no quería.

De camino a comprar una hamburguesa, Evelyn no paraba de hablar de Bec. Me dirigí a James y le pregunté quién era Bec porque Evelyn no dejaba de hablar de él. Nunca había oído hablar de él, así que me sorprendió que James saliera con él. James se limitó a responder "un compañero de trabajo". Desde que estaba con James siempre tuvo una estricta política de no ver a compañeros de trabajo fuera del ámbito laboral a nivel social. Era un directivo y estaba muy mal visto que un directivo saliera socialmente con sus empleados. Me extrañó que hubiera salido con otra mujer mientras estaba con un compañero de trabajo del que nunca había oído hablar, pero me guardé mis pensamientos.

Evelyn empezó a hablar de Bec otra vez y mencionó que ELLA le había ayudado a colorear su papel. Continuó diciendo que Bec era muy agradable y que quería volver a verla pronto. Miré a James y él puso los ojos en blanco y me dijo que se refería a Becky. Mis ojos se abrieron de par en par. Exactamente la misma Becky con la que una vez pensé que había tenido una aventura. ¡No podía creerlo! Se rió y dijo que yo estaba exagerando y que no había nada entre ellos.

No podía soportar ni un minuto más de sus mentiras y excusas. Estábamos en una señal de alto y me bajé del auto. Se rió y me pidió que volviera a subir al auto, pero lo ignoré y me alejé. Pasó por el cruce y siguió su camino para conseguir comida para los niños. Volví a casa caminando, bajo la llovizna y sin sombrilla. Él había llegado al apartamento con los niños antes que yo. Evelyn me regañó por salir del auto cuando no estaba aparcado y me disculpé por haberla asustado.

Sin que yo dijera nada, James empezó a dar explicaciones. Le dije que no tenía que explicarme nada. Que lo que hace en su tiempo es asunto suyo. Se rió y dijo que yo estaba siendo pasiva-agresiva. Sinceramente, no quería escuchar nada de lo que tenía que decir. Sólo quería que se fuera. Me explicó que la había llevado a ver a un dentista amigo suyo y que, como Evelyn tenía hambre, habían parado a comer algo después. No le creí ni quise más explicaciones. No dije nada pero mi expresión decía mucho. Me llamó celosa sin razón y que nunca iba a cambiar y se fue.

No sabía qué hacer con esas palabras. Estaba molesta por la traición y las mentiras pero no estaba celosa, me dije a mi misma. No sabía si él decía esas palabras para cubrir su propia culpa o si las decía de verdad. En cualquier caso, ese día fue un mal día para mi matrimonio. El amor que sentía por él se había vuelto más difícil de mantener cada día que pasaba y este día lo hizo mucho más difícil.

Después de que James se marchara, interrogué a Evelyn sobre su estancia con papá y me dijo que se lo había pasado muy bien. Como una adolescente chismosa, le pregunté si papá y Becky se habían tomado de la mano o se habían besado y me miró desconcertada. Me dijo que no y me dijo que me estaba comportando como una tonta. De hecho, confirmó lo que James acababa de decir y me avergoncé. ¿Cómo pude rebajarme a tal nivel para cuestionar a mi hija?

El Señor puso en mi corazón que había fallado una prueba. De hecho, muchas. Me olvidé de buscar a Dios cuando lo necesitaba como Esposo, y en cambio busqué a mi esposo terrenal. Incluso cuando ya me estaba ahogando en ese error de llamar primero a James, el Señor me permitió caminar en el caos que creé y terminé viendo lo que estaba pasando en la vida de James cuando no estaba preparada. Tomé el asunto en mis propias manos. Permití que mis emociones me controlaran en lugar de confiar en el Espíritu del Señor que acababa de darme una paz que sobrepasa el entendimiento.

Era capaz de no permitir que las palabras robaran mi paz, pero cuando me enfrenté a un "enemigo" de mi pasado, tiré la paz por la ventana y dejé que mis emociones se desbocaran. Me sentí verdaderamente avergonzada y me di cuenta de que mi paz es algo en lo que tenía que trabajar cada día.

Pero no se trataba sólo de mi paz, sino también de la necesidad de seguir trabajando en mí misma en lugar de preocuparme por James. A menudo había orado para ver qué pasaba con James, pero no me había dado cuenta de que el Señor me estaba protegiendo de lo que tanto deseaba, pero para lo que no estaba preparada.  Volví a caer en la trampa de hacer las cosas a mi manera. Una trampa de la que es casi imposible salir una vez que te metes en ella. Después de muchos meses sin llamar a James, cedí y le llamé. Era mi adicción y durante esa noche, volví a caer en esa adicción. Seguí llamando, llamando y llamando. No podía parar. No quería parar. Me salí de control y lo sabía. Una mala decisión tomada por miedo me llevó a otra y a otra y luego a muchas más.

Ese día hizo retroceder mi restauración. Aunque el Señor había comenzado un gran cambio en mí, no estaba lo suficientemente arraigado y James me vio en mi debilidad. Me vi a mí misma en mi debilidad. Volví a meter la pata a lo grande. Mi último mes de buenas obras no pudo cubrir mi reciente y desastrosa toma de decisiones. En dos días derribé lo que el Señor me ayudó a construir durante meses. Lo peor fue que ni siquiera lo consulté con Él.

Qué podía hacer sino pedirle perdón al Señor por ser tan orgullosa. Por pensar que podía arreglar mis problemas mejor que Él. Temía haber estropeado mi restauración hasta el punto de no retorno, pero el Señor me recordó mi revelación y que "Nada es imposible para Dios" Lucas 1:37. Agradecí a Dios por su amorosa misericordia y gracia que renueva para mí cada día.

Efesios 2: 8 - 9

Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe,

y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios


————– Capítulo 14 ————

Apartada

Septiembre 2018

El inicio de septiembre había traído a Evelyn una invitación para visitar la iglesia de mi hermana Jody como invitada a un programa infantil que tenían todos los martes por la noche. Los niños en edad escolar participaban en clases de base cristiana que me recordaban a las Chicas Scouts. Evelyn quería asistir, así que le permití ir. Volvió a casa enamorada de la clase y quiso ir la semana siguiente. Estaba intrigada por lo que había captado su amor tan rápidamente y quería estar atenta a lo que se le enseñaba. Decidí asistir a los servicios para adultos que ofrecían mientras los niños estaban en clase, el martes siguiente. Vi por qué a Evelyn le encantaban las clases y yo también disfruté. Era agradable olvidarme de mí misma durante unas horas y simplemente escuchar a alguien que enseñaba sobre el Señor y oír el amor que tenían en sus corazones.

Llegó la mañana y volvimos a nuestra rutina normal. James había llamado mientras Evelyn estaba en la escuela con emoción en su voz. Su madre, Rachel, iba a venir a cenar a su nuevo apartamento al día siguiente y le había preguntado si se quedaría con los niños. Me dijo que los recogería después de que Evelyn saliera de la escuela  y que los devolvería más tarde esa misma noche. Sorprendentemente, yo estaba de acuerdo con la situación.

Al día siguiente, James llegó sobre las cuatro de la tarde para recoger a los niños. Los acompañé hasta el auto y coloqué a Gabriel en su sillita. Mientras observaba cómo James abrochaba el asiento elevador de Evelyn, me perdí en que esto solía ser una rutina normal para nuestra familia. James siempre abrochaba a Evelyn en su asiento elevador y yo siempre abrochaba a Gabriel en su silla del auto. Luego, los dos nos metíamos en el auto y nos poníamos en camino. No había nada especial en ello. Era una simple rutina para nosotros. Pero este día, nuestra rutina había cambiado; yo no me ponía en el asiento delantero como siempre había hecho. En ese momento anhelé lo que nunca había considerado nada especial. Ansiaba subir al auto e ir a donde las familias van juntas.

Una lágrima se paseó por mi mejilla. Estaba de pie en el exterior del auto mientras James se ponía el cinturón de seguridad. Intenté limpiar rápidamente la lágrima pero James levantó la vista y me vio. Se chupó los dientes y, con total fastidio, puso los ojos en blanco y me preguntó si quería acompañarlos. El tono de su voz era como el de un niño al que se le regaña y luego se le dice que se disculpe; el niño se disculpa pero sin sinceridad. Ese fue el tono de James cuando me pidió que los acompañara. No lo decía en serio. Había ganado un poco de amor por mí misma en los últimos meses y decliné su oferta. Les dije que lo pasaran bien y que los vería más tarde esa noche. Aliviado por mi negativa, salió del aparcamiento tan rápido que los neumáticos chirriaron.

Lloré al pensar que mi esposo quería alejarse de mí tan rápido, pero lo soporté. Había llegado a un punto en el que quería mucho más para mí que invitaciones por compasión y un matrimonio infeliz. Estaba experimentando un nuevo matrimonio con mi Esposo celestial y no quería conformarme con nada menos que un matrimonio bendecido. Alrededor de una hora después, mi Esposo celestial utilizó a Jody para animarme. Ella me llamó y me preguntó qué estaba haciendo. Le dije que James se acababa de llevar a los niños por unas horas y que yo estaba sola leyendo. Ella se rió y dijo que el Señor había puesto en su corazón llamar y pedirme que me uniera a su clase de estudio bíblico esa noche. Ella no había llamado antes porque pensó que me negaría porque no tenía una niñera. Decidió hacer lo que el Señor le había pedido y se sorprendió de que lo que casi le impedía preguntarme no fuera siquiera un problema. Sentí la mano del Señor en ello porque mi espíritu se alegró con la invitación.

El estudio bíblico no empezaba sino hasta las siete, pero Jody me recogió a las seis. Tenía que ir a casa de su suegra para hacer un recado rápido antes de ir al estudio bíblico. Mientras estaba sentada en la sala de su suegra, recibí una llamada de James. Me sorprendió ver su número de teléfono y decidí atender la llamada afuera. Me dijo que había tenido un accidente de auto. Inmediatamente le pregunté por los niños y me dijo que nadie estaba herido y que todos estaban bien. Sólo me llamaba para decirme que los traería de vuelta antes de lo previsto, pero no me explicó por qué. Me preguntó dónde estaba y le dije que iba de camino al estudio bíblico. Me dijo que dejaría a los niños alrededor de las 9 de la noche, así que tenía hasta entonces para llegar a casa. Me dijo que todo estaba bien y que no me preocupara.

Pero yo estaba preocupada y le había pedido a Jody que me llevara a casa. Me dijo que debía ir al estudio bíblico porque si iba a casa y esperaba dos horas y media me preocuparía demasiado. Sabía que tenía razón, pero sentía que era una mala madre si no me iba a casa a esperar y preocuparme por mis hijos. Oré y oré y el Señor me recordó que nadie puede ganar nada en la vida preocupándose y que yo tenía mucho que ganar meditando en su Palabra. Aunque sabía que podía ir a casa y meditar en Su Palabra, temía que dejara que mi preocupación se apoderara de mí, así que decidí ir a la clase de estudio bíblico.

Después agradecí haber ido porque sabía que el Señor tenía el control de todas mis situaciones y que mis hijos estaban bien. Llegué a casa a las nueve menos cuarto y no había tenido noticias de James desde temprano esa misma noche. Diez minutos después, James entró con los niños y su hermano mayor Larry. Los niños estaban profundamente dormidos, así que James los acostó. Larry los había llevado a casa porque el coche de James estaba destrozado.

James explicó que un Porsche que conducía por encima del límite de velocidad se estrelló contra la puerta del lado del pasajero. Toda la parte delantera del lado del pasajero estaba destrozada. Sorprendentemente, el lado del pasajero trasero del coche, donde estaba sentado Gabriel, estaba completamente ileso. Todas las bolsas de aire se desplegaron y la cara de Evelyn estaba roja e irritada por el polvo de las bolsas de aire, pero Gabriel estaba bien. James tenía un poco de dolor de espalda y la cara magullada por la bolsa  de aire. Dijo que se negó a recibir atención médica porque no quería dejar a los niños.

Estaba completamente conmocionada. Si hubiera sabido que era algo más que un accidente pequeño, me habría preocupado mucho. Agradecí que el Señor me evitara tal preocupación. Larry se excusó y esperó a James en el auto. Me despedí de él y le di las gracias por haber traído a los niños de regreso a casa. James parecía perdido en sí mismo. Estaba concentrado en otra cosa y supe que había sido sacudido hasta la médula, aunque lo negó.

Me dijo que no podría recoger a los niños durante un tiempo hasta que pudiera averiguar si su auto podía ser reparado o hasta que consiguiera uno nuevo. Yo, por supuesto, lo entendí y le dije que se cuidara. Me dedicó una sonrisa de agradecimiento mientras cerraba la puerta tras de sí.

Al instante caí de rodillas y lloré. Sabía que Dios me había protegido ese día. Si hubiera aceptado la invitación de James de acompañarlos, habría estado sentada en el lado del pasajero del coche y no sé si estaría viva. No podía dejar de pensar en cómo una decisión podía alterar mi vida tan drásticamente. Alabé al Señor durante horas.

A la mañana siguiente, Evelyn se despertó con todos los detalles de su accidente. Apenas podía dejar de hablar de ello. No paraba de contarme cómo el coche negro golpeó con fuerza el auto de su papá. No paraba de mirarse la cara en el espejo con las zonas irritadas y me decía lo asustada que estaba. Intenté consolarla pero no dejaba de hablar de ello. Esa noche James la llamó para hablar con ella y no paraba de hablar del fuerte estruendo del accidente. Él dijo buenas noches y pude escuchar la tristeza en su voz.

Unos días después, James me informó de que su auto no podía ser reparado y que acababa de comprar un todoterreno que le encantaba. Me dijo que tendría que recortar parte del dinero que me había estado dando para las facturas para ayudar a financiar su nueva compra. Me sorprendió y simplemente le dije que estaba de acuerdo.

Sin embargo, yo no estaba de acuerdo. Dependía de lo que él me proporcionaba para mantener mi hogar. Estaba molesta con él. No podía evitar pensar que era egoísta. Pero también estaba celosa. Él vivía una vida de grandeza y yo estaba a su merced. Tenía sentimientos que no sabía cómo manejar. Me sentía confundida. Un día quería reconciliarme con mi esposo y otros días no. Oraba pero el Señor guardaba silencio.

Mi amiga Carol me llamó y me preguntó cómo me había ido. Le agradecí que me hubiera llamado. No hablé de mis deseos de restauración con nadie más que con Carol. Le había hablado de mis sentimientos contradictorios hacia James y ella me recordó que la felicidad no podía encontrarse en las cosas materiales y que yo ya tenía la fuente de la verdadera felicidad. El hecho de que pareciera una nueva vida para James no significaba que fuera una vida feliz.

Carol tenía razón. Estaba permitiendo que mis emociones dictaran mi comportamiento y sabía que eso estaba mal. Tomé mi miedo a no tener suficiente dinero para mantener a mi familia y lo dejé al pie de la cruz. Dos días después, James me llamó y se disculpó por haber sido egoísta. Me dijo que era injusto de su parte tomar del dinero que me estaba dando, para financiar sus decisiones. Me dijo que no tomaría nada de mi dinero y que lo resolvería de sus propias finanzas. Agradecí al Señor por ser un Esposo tan maravilloso para mí.

Llegó el final del mes y James me llamó en un tono muy serio y me dijo que teníamos que hablar en persona. Yo estaba nerviosa por esa noticia pero le dije que podía pasar cuando tuviera tiempo. Su visita llegó al día siguiente y supe que iba en serio. Me dijo que lamentaba tener que dar esta noticia en persona, pero que no había otra manera.

James me dijo que en los últimos días el departamento del alguacil había venido varias veces a entregarme documentos, pero que yo no había respondido a la puerta para recibirlos. Le aseguré a James que nadie había venido a darme documentos y me creyó. Dijo que habían venido mientras yo acompañaba a Evelyn de ida y vuelta a la escuela. Se las habían arreglado para no coincidir conmigo todos los días durante cuatro días consecutivos.

Como habían intentado entregarme esos documentos y no lo lograron, le informaron que él tendría que entregar los documentos o, de lo contrario, habría que pagar cincuenta dólares por cada intento que hiciera la oficina del alguacil. Él sabía que yo llevaba a Evelyn a la escuela todos los días a la misma hora y que sería una pérdida de dinero que la oficina del alguacil volviera a intentar entregar esos documentos, así que decidió que lo haría él mismo.

Abrió el sobre amarillo y sacó la sentencia de divorcio. Se me rompió el corazón. Le temblaban las manos y se disculpó. Dijo que su vida era más tranquila y que yo también parecía más feliz y que creía que era lo mejor para los dos. Lloré y asentí con la cabeza para reconocer que entendía lo que quería.

Me dijo que tenía que firmarlo ante un notario público y que él también tenía que estar allí. Le dije que estaba bien y que lo leería y le llamaría cuando pudiéramos ir a ver a un notario público. No tenía intención de luchar contra el divorcio, sólo quería superar el impacto inicial de todo esto. Tenía toda la intención de dejarlo ir y firmarlo en pocos días. Sin embargo, ese no era su plan. Quería que fuera al banco local y que lo firmara en ese mismo momento. Le dije que ni siquiera lo había leído y se enojó. Dijo que no me fiaba de él. Intenté explicarle que cualquier persona leería y debería leer un documento que le cambiaría la vida antes de firmarlo y él accedió de mala gana y me dijo que lo leyera en ese mismo momento. Ojalá hubiera seguido lo que había leído en el libro Restaurar su matrimonio y  simplemente hubiera estado de acuerdo y mostrado mi confianza en Dios. Él me habría ahorrado todo lo que estaba pasando.

Por supuesto que no quería leerlo y menos en ese momento. Cada palabra era como un puñal en mi corazón. Los términos de las visitas a los niños y la división de nuestras finanzas era un mundo del que nunca pensé que formaría parte. Llegué a la última página intentando contener las lágrimas cuando algo extraño me llamó la atención. La línea donde debía estar mi firma tenía un nombre distinto al mío. De hecho, ninguno de nuestros nombres figuraba en esa página, sino que se trataba de otra desafortunada pareja.  Le señalé el error a James y se puso furioso. Llamó a su abogada y ella le informó que le enviaría por correo electrónico los documentos corregidos. No me cabe duda de que el notario lo habría detectado sin que yo lo hubiera leído todo, pero todavía tenía mucho que aprender sobre confianza en Él.

Pasaron las horas y él no había recibido nada de su abogada. Se estaba poniendo ansioso y molesto. La llamó una vez más y le preguntó cuánto tiempo tardaría, ya que el banco iba a cerrar pronto y él tendría que volver la semana siguiente. Ella le dijo que se lo estaba enviando en ese momento. Él lo recibió y releyó todo la sentencia. Pasó de estar molesto a estar colérico. Encontró varias discrepancias más. Volvió a llamarla y ella le dijo que esas discrepancias eran menores y que podía poner sus iniciales en los errores tipográficos mientras estaba frente al notario público.

Le pregunté si podía tener una copia de la sentencia corregida y empezó a gritarme. Una vez más, iba en contra de todo lo que estaba probado en el libro de RSM. Así que tuve que aguantar que me gritara diciendo que sólo lo quería para enseñarle la copia a mi familia y amigos y que yo no necesitaba una copia. Me acusó de querer ser una chismosa pero que no le importaba lo que mi familia pensara de él. Me sorprendió su reacción. Imprimió otra copia y me la lanzó. Le agradecí como mejor pude y me preparé para ir a firmar los papeles del divorcio, algo que deseaba haber hecho al principio reflejando el espíritu suave y apacible del que claramente carecía.

Llegamos al banco media hora antes de que cerraran y el notario todavía estaba allí. James le dijo muy contento que teníamos que firmar una sentencia de divorcio y el notario me echó una rápida mirada. Se dio cuenta de que yo no estaba tan eufórica como James y no se dirigió a mí durante el resto del proceso, como si yo no estuviera presente. James puso sus iniciales en todos los documentos y el notario nos pidió nuestras identificaciones. Abrí mi cartera y deslicé mi identificación por la mesa como si se tratara de un juego. James me miró con disgusto y luego se rió. Sabía que me había comportado de forma infantil. Me sorprendió lo contento que estaba James y lo insensible que se comportaba el notario. Firmé los documentos, me devolvió mi identificación y me levanté y salí antes de que terminaran.

Estaba esperando junto al auto cuando James salió. Me dirigió una mirada de desaprobación y luego me dejó en casa. No podía creer que hubiera firmado los papeles. Sentí que mi vida se había descontrolado y que no había hecho nada para evitarlo. ¡Tenía mucho que aprender sobre confiar en Él!

Después de ese día, mis sentimientos hacia James se volvieron menos confusos. Me di cuenta de que estaba triste por estar en camino al divorcio porque quería que mi matrimonio funcionara, pero me sentía bien de no estar más casada con James.

Había tomado la decisión de orar sólo por la salvación de James porque sí lo amaba como persona y porque era el padre de mis hijos, pero ya no quería que mi matrimonio se restaurara. Parecía que él sólo sabía hacerme daño y yo ya no quería eso. Me encantaba ser cuidada por mi Esposo celestial. Estaba segura, provista y amada por Él y James no podía proveer nada de eso, y tampoco quería hacerlo.

Salmos 91:2

Diré yo al Señor: «Refugio mío y fortaleza mía,

Mi Dios, en quien confío».


————– Capítulo 15 ————

Libertad forzada

Octubre 2018

Mi nueva libertad forzada estaba ahora establecida y ya no temía a lo desconocido. Odiaba esperar los papeles definitivos del divorcio. Preguntándome si James lo llevaría a cabo realmente y cómo sobreviviría si él lo hacía. Ya no tenía que preguntármelo porque lo había vivido y sobrevivido. Me gustaría poder decir que sobreviví ilesa, pero no fue así.

Firmar los papeles del divorcio me dolió mucho y levanté muros a mi alrededor, claramente eran las consecuencias de no seguir lo que Él me mostró que debía hacer mucho antes de enfrentar el divorcio. No quería volver a sentir ese dolor nunca más. Para mí eso significaba no darle nunca más a James la oportunidad de volver a hacerme daño y puse mi restauración matrimonial a un lado. Me sorprendió cómo habían cambiado mis sentimientos hacia él, pero no me detuve en ello. Intenté no pensar en él en absoluto y me entregué al Señor. Mientras tanto, había estado visitando la iglesia de Jody todos los domingos y martes y me encantaba. Evelyn empezó a cantar en el coro de niños y le encantaba.

Una noche, mientras oraba, me sentí convencida. El Señor me había dicho que no estaba haciendo Su voluntad para mí. Me recordó la promesa que me había mostrado hace muchos meses de que James y yo volveríamos a estar juntos. La visión a la que una vez me aferré para tener esperanza era ahora una que desearía no haber visto nunca. No quería reconciliarme con James. No quería estar sometida a él. Quería liberarme de él y de todo lo que implicaba la vida de casada. Quería pasar mis días leyendo la biblia todo el día y no preocuparme de cocinarle la cena a James. Quería ir y hacer lo que quisiera sin tener que sincronizar mi horario con el de James. Disfrutaba no sufrir por alguien que no quería ser molestado.

Ya no estaba molesta con James. De hecho, le entendía. Así debía sentirse él cuando me dejó. Ya no tenía que preocuparse por mi comportamiento contencioso y celoso. James ya no tenía que preocuparse por complacerme, y me hizo sentido. Pero el Señor me dijo que lo estaba viendo muy mal. Prometí amar a James sin importar lo que pasara, no sólo cuando se sintiera bien. Era una hipócrita. Estaba haciendo exactamente lo que James había hecho. Mi comportamiento no era mejor que el suyo. Encontré una manera de vivir que era menos dolorosa y puse esa facilidad por encima de la persona a la que prometí amar para siempre.

Dios nos había unido y dijo "que no lo separe el hombre" y eso me incluía a mí. Estaba triste una vez más porque sabía que el Señor tenía un plan para mí para prosperar y no fallar pero ese plan incluía que yo confiara en Dios por un matrimonio que no quería. Le supliqué al Señor que yo era feliz sin James y él sin mí, pero sabía que estaba tratando de eludir la voluntad de Dios, Su plan. ¿Cómo podía decir que amaba al Señor y luego desobedecer a Él? Sabía que tenía que pararme en la brecha por James.

Día tras día, le pedí al Señor que me mostrara cómo amar a James como Él lo hizo. Fue difícil para mí. Sabía que tenía que derribar mis muros y permitirme ser vulnerable ante James, algo que temía. James había venido a visitar a los niños durante todo el mes y percibió un cambio en mí. Me preguntó si estaba enojada con él por los papeles del divorcio y le dije sinceramente que no lo estaba.

Durante una de las visitas de James, él parecía nervioso y quería pedirme mi opinión sobre un asunto que le resultaba difícil de abordar. Una compañera de trabajo de James le había pedido una cita y él no sabía cómo manejar la situación. Me sorprendió que me hiciera esa pregunta. Confundió mi sorpresa con enfado. Me reí y le dije que no estaba molesta en absoluto. Sólo me preguntaba por qué me lo había consultado a mí. Rápidamente se dio cuenta de lo inapropiado que parecía, se disculpó y quiso dejar el tema. Me reí y le dije que no estaba molesta en absoluto, pero que me sorprendía que pensara que yo podía ayudar en un tema como ese. Le dije que si me estaba pidiendo permiso para salir con alguien que no era necesario. Me miró desconcertado. Por fin lo había soltado de verdad y eso fue lo que hizo la diferencia para no salir lastimada.

Fue entonces cuando, como si se hubiera encendido un interruptor en su cabeza, me dijo que la había rechazado y que no me estaba preguntando si podía ir a la cita con ella, sino cómo podía evitar que ella se lo pidiera de nuevo. Me dijo que ella le había comprado un regalo de inauguración para su nueva casa y que se había sentido incómodo por ello. Él había invitado a unos amigos del trabajo a su apartamento y ella escuchó la conversación y salió a comprarle un regalo. Él no quería ser grosero y no aceptar el regalo, pero tampoco quería quedárselo.

No tenía ninguna respuesta para él. Le dije que no tenía ni idea y entonces ambos nos reímos. Entonces empezó a contarme una historia de cómo un amigo de un amigo quería organizarle una cita a ciegas y que él no sabía cómo responder a ninguno de ellos. Lo miré fijamente mientras él bajaba la mirada riéndose. Mi corazón dio un pequeño salto al vernos siendo tan felices, aunque estábamos discutiendo sobre sus citas. El Señor estaba volviendo su corazón hacia mí y el mío hacia él porque lo había dejado ir y mi Esposo Celestial era mi primer amor.

Mientras que la mayoría de las mujeres se habrían enfadado con sus esposos o la mayoría de los esposos no habrían intentado ese tipo de conversación, James y yo compartimos ese momento como amigos y eso significó más de lo que podría decir. Me miró y nos quedamos mirando por un segundo y yo me levanté rápidamente y me puse a lavar los platos. Se quedó un rato más y cenó con nosotros esa noche. Evitamos cualquier tema profundo y nos limitamos a ver la televisión juntos y me sentí bastante cómoda con el silencio.

A la semana siguiente, James volvió a venir de visita, pero esta vez vino con un estado de ánimo diferente. Parecía deprimido y le pregunté si estaba bien. Se tumbó en el sofá y empezó a contarme todos los problemas que había tenido últimamente. Eran sobre todo problemas familiares que se habían acumulado de todos y en todas partes. Como si lo hubiera hecho siempre, le pregunté si quería orar. Inmediatamente dijo "sí" y entonces me di cuenta de lo que le había pedido. Yo no sabía cómo orar por las personas. ¿En qué estaba pensando? No podía creer que le hubiera preguntado eso y aún más, no podía creer que él hubiera aceptado tan rápidamente. Rápidamente organicé mis pensamientos y nos tomamos de las manos y cerramos nuestros ojos.

Respiré profundamente y exhalé. Nunca había orado en voz alta delante de nadie más que de mis hijos y estaba nerviosa, pero sabía que tenía que hacerlo. Empecé a agradecer al Señor por la oportunidad de orar con James y dejé que mi corazón fluyera. Dejé de pensar en lo que James podría pensar o si estaba orando correctamente. Simplemente dejé que el Espíritu se moviera en mi interior y oramos durante unos breves minutos. Me involucré tanto en mi oración que cuando abrí los ojos ni siquiera me había dado cuenta de que él estaba llorando. Las lágrimas corrían por su rostro y yo me acerqué y le limpié las lágrimas. Me miró fijamente y me dio las gracias. No se quedó mucho tiempo ese día y pasaron días en los que no supe de él.

Llegó el fin de semana y era su fin de semana con los niños, así que venía a recogerlos. Cuando entró en el apartamento, me fijé en algo que colgaba de su cuello. James no era una persona muy aficionada a las joyas, de hecho nunca le había visto llevar ninguna, aparte de un reloj y su anillo de boda. Tras una inspección más detallada, pude ver un rosario colgando de su cuello. Le pregunté de qué se trataba y me dijo que se había unido a su iglesia católica local. Intenté no parecer tan sorprendida. Me dijo que había asistido al servicio durante la semana y que había comprado el rosario y lo había hecho bendecir. No podía creer lo que estaba viendo u oyendo. ¿Quién era esta persona, me pregunté? Parecía optimista y alegre, así que me alegré por él. Se quedó con los niños durante el fin de semana y los devolvió con la misma sonrisa que tenía cuando los había recogido. Me alegré sinceramente por él.

Mientras tanto, se acercaba Halloween y yo había aprendido tanto sobre la raíz de Halloween que decidí no permitir que mis hijos lo celebraran. Durante la semana James había llamado para preguntar qué disfraces debía comprar para los niños. Le dije que no tenía que hacerlo, ya que no íbamos a celebrar más Halloween. Se puso furioso y me llamó hipócrita y dijo que estaba llevando mi religión demasiado lejos y que sólo es un día para que los niños disfruten. Aunque no me esperaba una respuesta tan airada, si pensé que comentaríamos al respecto. Le dije que yo no era una hipócrita y que no negaba haberlo celebrado en el pasado. Sin embargo, había aprendido cosas que no podía desaprender y que no participaría en una celebración que consideraba inapropiada.

Me dijo que él mismo recogería a los niños y los llevaría a pedir dulces solo, si tenía que hacerlo, porque no les negaría que se divirtieran como los demás niños. No discutí más con él, pero le dije que era libre de comprar lo que quisiera y que lo que hiciera con los niños en su tiempo era su decisión, pero que yo no participaría. Había dejado de preocuparme por complacer a James, y me centraba en mi Esposo y en lo que le complacía a Él. Estar divorciada me había llevado a disfrutar de mucha más libertad.

Para mi deleite, la iglesia de Jody estaba dando un estudio sobre el verdadero significado de Halloween y yo estaba extasiada. Unos días después, James me llamó y quiso discutir civilizadamente la situación de Halloween conmigo. Le dije que iba a asistir a un servicio religioso que explicaba lo que sentía y le invité a acompañarme. Acordamos que si él seguía pensando que estaba bien que los niños participaran, él los llevaría y yo participaría. Sorprendentemente, aceptó asistir al servicio.

El martes siguiente, James nos llevó a la iglesia y Evelyn se fue a clase mientras James y yo íbamos al servicio de adultos. La esposa del pastor y el copastor dieron la clase y yo aprendí cosas que no sabía. A lo largo de la noche le echaba un vistazo a James, pero no pude leerlo. Tenía la cara de piedra todo el tiempo. Después del servicio, recogimos a Evelyn de la clase y ella no paraba de hablar de lo que había aprendido y de lo mucho que le había gustado la clase.

Cuando por fin llegamos a casa, nos abrió la puerta y me ayudó con Gabriel. Subimos a los niños y los preparamos para ir a la cama y, durante todo el proceso, no dijo ni una palabra y no me atreví a preguntar. Cuando salía por la puerta, sonrió y dijo: "No más Halloween para esta familia" y cerró la puerta. Vi cómo se cerraba la puerta y sonreí. Por fin estaba confiando en ÉL ¡y se sentía maravilloso!

Hebreos 10:36

Ustedes necesitan perseverar para que,

después de haber cumplido la voluntad de Dios,

reciban lo que él ha prometido.


————– Capítulo 16 ————

Era oficial

Octubre - Noviembre 2018

Me había acostumbrado a orar cuando el Espíritu me guiaba, sin importar la hora que fuera. A veces eso significaba, la mitad de la noche. Otras veces eso significaba apagar la televisión y arrodillarme en mi sala de estar. Una noche en particular, después de que los niños estaban dormidos, tuve un fuerte impulso de alabar al Señor mientras estaba sentada en la sala. Apagué todo, me senté en la oscuridad y simplemente lo alabé en voz alta. Al pasar a la oración, oí que alguien susurraba mi nombre al oído.

Asustada, me levanté de un salto y miré detrás de mí para ver quién estaba allí. Para mi agradable sorpresa, no había nadie. Todo el apartamento estaba muy oscuro, así que me dirigí lentamente a revisar la puerta principal y comprobé que la cerradura seguía cerrada. Como una pequeña niña asustada, me dirigí a mi dormitorio y llamé a mi madre. Me dijo que todo estaría bien, y que tal vez, sólo estaba escuchando cosas. Luego me pidió que llamara a James para asegurarse de que no me estaba gastando una broma, ya que él tenía llaves. Le agradecí su consejo y le di las buenas noches, pero no tenía intención de llamar a James.

Inquieta, comprobé el resto de las habitaciones y todas las ventanas. Comprobé que todo estaba bien. Finalmente fui a mi habitación y decidí orar un poco más. Mientras oraba, el Señor me seguía guiando a Juan 4:16. No tenía ni idea de lo que decía Juan 4:16. No lo leí de inmediato porque había estado practicando para tratar de mantenerme concentrada en la oración. A veces permitía que las distracciones me alejaran de la oración y había estado tratando de trabajar en ello en la última semana. Mi tiempo de oración, por el momento, parecía haberse estancado. Estaba ansiosa por ir a leer Juan 4:16, pero quería asegurarme de que el Señor me guiaba a hacerlo. Después de diez minutos de lo que pareció un silencio del Señor, abrí mi biblia y leí Juan 4:16. Él le dijo: "Ve, llama a tu marido y ven acá".

Dejé caer mi biblia en shock. Volví a tomarla y comprobé que había leído el versículo correcto. Efectivamente, era el versículo correcto. ¿Pero ahora qué? ¿Se supone que debía llamar a James? Sabía que eso era algo muy prohibido. Acababa de romper esa regla fundamental un mes antes y había pagado un precio muy alto por ese error. No quería arriesgarme de nuevo. Le pregunté al Señor por qué Él me mostraba esa escritura. Él me dijo tan claramente como pudo que me lo había dicho una vez, a través de mi madre, y me confirmó con las Escrituras que llamara a mi esposo.

Dudé de lo que sentía en mi corazón porque quería asegurarme de que no venía de mí. Quería estar segura de que debía llamarlo porque el Señor me lo había dicho. Me senté en mi cama unos minutos en silencio. Apagué la luz y me acosté. No podía dormir. Ese versículo me consumía. Me levanté y tomé el teléfono. Marqué nerviosamente el número de James. El teléfono sonó una vez y él contestó.

Se rió y dijo que acababa de tomar el teléfono para llamarme, pero me había adelantado. Me sentí aliviada. Me preguntó por qué no le había llamado el día anterior y que había esperado mi llamada todo el día. No sabía por qué esperaba que yo le llamara. Hacía más de un mes que no le llamaba y nunca le había dicho que lo haría. Asombrada, le pregunté por qué esperaba mi llamada, y me dijo que creía que le había dicho que le llamaría para ver cómo estaba.

Rápidamente cambié de tema para explicarle que había oído a alguien decir mi nombre en el apartamento y quería asegurarme de que no estaba jugándome una broma. Me dijo que acababa de salir del trabajo y que no sabía nada sobre eso. Parecía preocupado, pero le aseguré que todo estaba bien y me disculpé por haberlo molestado. Nos dimos las buenas noches y colgamos. Devolví el teléfono a la mesita de noche y me acosté de nuevo.

Antes de que pudiera ponerme cómoda, sonó el teléfono. El número de teléfono de James apareció en el identificador de llamadas y contesté. Había caído en la cuenta de que estaba a punto de llamarme antes de que yo le llamara y no llegó a decir lo que quería. Contesté con un hola, y me dijo que tenía que hacerme una pregunta. Me senté y me preparé. Sin dudarlo, me preguntó si lo extrañaba. Me quedé callada durante unos segundos sin saber si debía responder. Simplemente contesté "sí", él respondió con un "de acuerdo" y dijo que me llamaría al día siguiente.

Llegó el día siguiente y James me llamó como había prometido. Habló un poco y luego me preguntó si asistiría al servicio del martes en la iglesia de Jody. Tenía que depender de Jody para el transporte, así que cada semana se decidía si Jody podía recogerme. La mayoría de las semanas lo hacía, y eso me complacía. Una vez que se lo expliqué a James, se ofreció a llevarme el martes siguiente si quería. Acepté su invitación. El martes por la noche llegó y James se presentó para llevarme a la iglesia. Nos sentamos juntos en el santuario esperando a que empezara el servicio, cuando el pastor se acercó a mí y me pidió que habláramos en privado.

Me excusé de James y me dirigí al fondo del santuario. El pastor Jesse y su esposa Katie eran pastores jóvenes, y su iglesia también era joven según los estándares de la iglesia. No eran pastores radicales, pero creían en mantener su iglesia modernizada con fuertes creencias basadas en la Biblia. Siempre se les podía encontrar pastoreando juntos los domingos contando chistes divertidos y burlándose el uno del otro. Disfruté de sus servicios y pensé en ellos como una buena pareja y pastores.

El pastor Jesse quería hablar conmigo sobre las clases de membresía. Me dijo que comenzaban el martes siguiente y quería presentarme la oportunidad por si me interesaba. Le agradecí que me informara, pero que no podría tomar las clases todavía. No se entrometió ni insistió. Me ofreció sus servicios si tenía alguna duda. Le di las gracias y volví con James. Aunque realmente quería tomar las clases, eran los martes por la noche a la misma hora que el servicio nocturno. James estaba empezando a mostrar interés en visitar la iglesia los martes por la noche conmigo, y yo sabía que si no estaba con él, probablemente no querría venir. Decidí anteponer mi restauración y tratar de tomar las clases una vez que comenzaran de nuevo, si era posible.

Cuando volví, James me miró con curiosidad. Preguntó quién era. Le dije que el joven era el pastor de la iglesia, y se abstuvo de hacer más preguntas. Me sentí aliviada porque no quería explicar por qué había decidido no tomar las clases.

El servicio de esa noche fue bueno. La pastora Katie lo terminó con una oración. En medio de la oración, comenzó a hablar del tiempo perdido que uno nunca podría recuperar. El tiempo era precioso, y que teníamos que decidir qué hacer con tan precioso regalo. No debíamos perder el tiempo en peleas frívolas, falta de perdón y amargura. Durante la oración, James tocó suavemente mi mano y comenzó a tocar el lugar vacío donde una vez había llevado mi anillo de bodas. Luego me sostuvo la mano durante el resto de la oración. Después del servicio, nos llevó de vuelta a casa y se fue de mala gana unos minutos después.

Unas noches después, mientras oraba, el Señor me habló y me envió a Isaías 9:2. No estaba lo suficientemente versada en la biblia como para conocer las Escrituras únicamente por el libro, capítulo y versículo. Siempre tengo curiosidad cuando el Señor me dice que busque alguna Escritura, así que con entusiasmo busqué el versículo y leí:

El pueblo que andaba en tinieblas ha visto gran luz; A los que habitaban en tierra de sombra de muerte, La luz ha resplandecido sobre ellos. Isaías 9:2.

Respiré profundamente y esperé y oré para que el Señor se refiriera a James, pero no podía estar segura. Reclamé la promesa para él y volví a la cama confiando en que Él me había hecho leerla porque era para James.

El martes siguiente llegó, y James, una vez más, vino a la iglesia conmigo. Vino al día siguiente y pasó todo el día con nosotros. Volvió a visitarnos el viernes y el sábado después del trabajo. A la semana siguiente, un familiar lejano de James, que vivía fuera del país, había fallecido, y James voló para asistir al funeral. Vino a visitarnos antes de irse. Me dijo que nos iba a extrañar a mí y a los niños, y que me llamaría.

Se fue al día siguiente por cuatro días. Me llamó para decirme que había aterrizado sin problemas, pero luego no supe nada de él hasta que regresó a Estados Unidos. Cuando finalmente llamó, no parecía interesado en hablar conmigo, sino que quería hablar con Evelyn. Llegó el martes y esperaba que James me llamara para decirme que iba a venir a la iglesia, pero no lo hizo. Sabía que estaba luchando consigo mismo y sólo podía orar por él. Era una batalla que sólo él podía librar. Lo mantuve en mis oraciones y lo puse en manos del Señor. Había intentado restaurar mi matrimonio, y era hora de que confiara en que Dios lo haría por mí.

Estaba triste porque nuestra restauración había dado un paso atrás, pero agradecida por tener más tiempo con Él. Habíamos avanzado mucho en las semanas anteriores a su viaje. No sabía qué había causado el cambio en su comportamiento, pero me mantuve firme y no permití que lo que veía me disuadiera de lo que sabía que era Su voluntad para nuestra familia. Continué como había estado haciendo desde que decidí no abandonar mi matrimonio: Oré diligentemente por James y por todas las mujeres y hombres que estaban pasando por lo mismo que nosotros. Ayuné por él regularmente. Puse mi fe en el Señor y en la promesa que una vez Él me mostró.           

Durante los días en que James luchaba contra el enemigo, tuve un sueño vívido, y en él, vi Proverbios 31:31. Con la misma emoción de siempre, me desperté, encendí la luz y tomé mi biblia. El sueño me pareció tan real que no pude esperar hasta la mañana para leer el pasaje: Denle el fruto de sus manos, Y que sus obras la alaben en las puertas de la ciudad. Proverbios 31:31             

En un instante, supe que el Señor me estaba diciendo que la restauración estaba cerca, y me sentí muy feliz por la revelación que el Señor me dio.

Llegó el martes una vez más, y no esperaba que James me llamara, pero lo hizo. El servicio de este martes por la noche era diferente. Teníamos un servicio especial para celebrar la fiesta de Acción de Gracias. Evelyn actuaba en el coro de niños y James había prometido venir a verla cantar. No lo había visto desde su regreso del funeral y no sabía qué esperar. Estuvo callado durante el viaje en el auto. Habló con Evelyn para evitar hablar conmigo. Sin embargo, no me sentí ofendida. Le dejé que luchara contra sus dudas, sus miedos y cualquier otra cosa que le molestara.

Aquella noche el coro cantó hermosamente. Evelyn era una de las más jóvenes del coro, y estaba tan adorable con su bata del coro. James la vio y se derritió. Era un padre muy orgulloso con su cámara de vídeo. Grabó su actuación y la felicitó durante todo el camino a casa.

Al día siguiente, James me llamó y me invitó a casa de su madre por su cumpleaños. Quería hacerle una visita sorpresa. Yo estaba reacia, debido a todo lo que había pasado entre nosotras dos, pero no pude evitar preguntarme por qué quería que fuera. Le dije que si quería llevar a los niños me parecía bien, pero se empeñó en que yo fuera y me pidió con un "por favorcito". Cedí con mucha ansiedad. ¿Cuándo aprendería a simplemente estar de acuerdo?

El viaje en auto para visitar a su madre me puso los nervios de punta: se me revolvió el estómago y sentí náuseas. Le pregunté si le había consultado a su madre si le parecía bien que la visitara, y él soltó una risita y dijo "no". Me sorprendió, pero luego él me recordó que la estaba sorprendiendo, así que ella incluso desconocía que él estaba yendo a visitarla.

Me tomé unos minutos y oré para que estuviera bien. Le recordé al Señor que había accedido a ir porque sentía que era Él quien me llevaba a estar de acuerdo con mi esposo. Si no hubiera querido complacer al Señor aceptando, no habría ido. Confiaba en hacer la voluntad del Señor y sabía que siempre sería la elección correcta.

Para mi sorpresa, la madre de James, Rachel, se alegró mucho de verme y me saludó muy cariñosamente, al igual que su hermano Andrew. La abuela de James, Olive, estaba dormida en el dormitorio y todos esperamos mientras ella dormía la siesta. Hacía años que no veía a Olive. Había oído que se había mudado recientemente a la zona porque vivía sola y estaba mal de salud. Rachel se ocupaba ahora de ella porque estaba en las primeras fases de la demencia. Según Rachel, Olive confundía sus días y sus noches. Se pasaba la noche en vela y dormía todo el día, así que, naturalmente, Olive seguía durmiendo a la una de la tarde.

Pasaron las horas y Evelyn estaba ansiosa por cantar el cumpleaños feliz a Rachel y cortar el pastel. Pero Rachel quería esperar a que Olive se despertara para unirse al canto. Decidió ir a despertar a Olive sólo para cantar y luego permitirle volver a la cama si ella así lo quería. Estábamos todos sentados en la sala conversando y preparándonos para cantar cuando Rachel llamó a gritos a Andrew y James. Estaba histérica. Ambos corrieron al dormitorio de Olive. Oí que James le pedía a Andrew que sacara a Rachel del dormitorio. Luego me llamó para que fuera al dormitorio.

Entré y vi a Olive durmiendo plácidamente. Excepto que este sueño era un sueño eterno. Rachel había intentado despertarla pero no pudo. Tampoco pudo James. Se paseaba de un lado a otro y gritaba para que alguien llamara a una ambulancia, pero yo sabía que ya era demasiado tarde. Estaba fría al tacto y no respiraba. James me miró y me rogó que le dijera que no era cierto, pero no pude. Me rogó que orara por ella y que le pidiera al Señor que la ayudara. Lo abracé y lloró en mis brazos.

No le habíamos dicho a Raquel que era oficial porque no queríamos darle la noticia, y de todos modos no nos habría creído. A los pocos minutos llegó un agente de la policía local y entró en la habitación de Olive. Salió y nos dijo que no podíamos volver a entrar en su habitación hasta que los forenses la examinaran. También nos informó de que la oficina del forense estaba "en camino". Cerré suavemente los ojos.

Sin darse cuenta, el policía acababa de anunciar oficialmente que Olive había fallecido. Rachel se paseaba de un lado a otro, nerviosa, fumando un cigarrillo. Se lo quitó lentamente de los labios y abrió un poco más los ojos cuando él terminó su declaración. Su cuerpo perdió la compostura y James la atrapó cuando se dejó caer en sus brazos y comenzó a llorar. El oficial se horrorizó cuando se dio cuenta de que acababa de darle la noticia a Rachel de la muerte de su madre.

James y Andrew intentaban consolarla cuando el oficial se acercó a mí y se disculpó. No se había dado cuenta de que Rachel no lo sabía, de lo contrario, no habría sido tan brusco. Me dio su más sincero pésame y se lo agradecí. El agente montó guardia frente a la puerta del dormitorio hasta que llegaron los forenses. Una vez realizado todo el trabajo rutinario habitual de retirada del cadáver, James y Andrew limpiaron y mandaron a Rachel a la cama, aunque no se durmió. Cuando llegué a casa, James me dio las gracias por estar a su lado y me abrazó. No estaba en condiciones de conducir una hora para llegar a su casa, así que, durmió en nuestro sofá.

Al día siguiente, volvimos para ayudar a Rachel a sobrellevar la situación. Hicimos lo que pudimos por ella y nos fuimos bastante tarde. Justo cuando estábamos a punto de irnos, Rachel me apartó y me abrazó. Me dio las gracias por estar ahí para James y para ella. Me dijo que estar allí había supuesto una gran diferencia. Me sentí muy triste por ella y pude sentir su dolor. ¿Cómo podía alegrarme de su halago en un momento tan triste? Le dije que la mantendría en mis oraciones, y ella pareció reconfortada por mis palabras.

Pasaron varias semanas y James empezó a pasar más tiempo con nosotros. A menudo pasaba la noche con nosotros, y a Evelyn le gustaba tanto como a mí. De vez en cuando, el enemigo me recordaba que había firmado los papeles del divorcio dos meses antes y que cualquier día recibiría una carta con la fecha del juicio. Pero lo reprendía y me regodeaba en mi floreciente reconciliación, incluso si el divorcio seguía adelante. Estaba en Sus manos. Intenté no dejarme llevar demasiado por la felicidad. James se había ablandado conmigo antes de volver a alejarse. Era cierto que no se había ablandado tanto antes, pero a pesar de todo me resistía a creer en una restauración completa en ese momento.

La Navidad llegó y se fue, y entonces mi vida finalmente cambió para mejor.


Proverbios 19:21  RVA-2015

Muchos planes hay en el corazón del hombre,

pero solo el propósito del SEÑOR se cumplirá.


————– Capítulo 17 ————

Querido diario

28 de Diciembre, 2018

Querido diario,

No puedo creerlo. Todavía estoy asombrada. Mi matrimonio ha sido restaurado. Hoy, James me preguntó cómo me sentiría si nos reconciliáramos. Aunque últimamente hemos pasado mucho más tiempo juntos, no creía que él estuviera preparado para un paso tan grande. No puedo dejar de sonreír. Ni siquiera puedo creer que esté escribiendo esto; ¿Puede ser cierto?

 

¡¡¡¡¡Mi matrimonio está restaurado!!!!!

¡¡¡¡¡¡Alabado sea el Señor!!!!!!

 

Sentada en el escritorio de la computadora, sólo el Señor sabe qué, y, de la nada vienen las palabras que he estado anhelando. "¿Cómo te sentirías si nos reconciliáramos?" He soñado despierta con ello muchas veces, y sabía que sucedería, pero nunca supe cómo nos reconciliaríamos. Bueno, ya no hay necesidad de soñar despierta o seguir preguntándome porque ahora lo sé, y estoy muy feliz por ello. Es el regalo de Navidad perfecto.

Ya hemos empezado a hacer planes para mudar a James de su apartamento y volver aquí conmigo y los niños. Parece muy emocionado, y yo también lo estoy. Ahora somos una familia de nuevo. Una familia completa e intacta, y eso se siente tan bien en mi cabeza, mi corazón y mi espíritu.

Este viaje ha sido muy difícil para mí. Hubo muchas veces que quise abandonar. De hecho, renuncié o me rendí por un breve tiempo hasta que el Señor me recordó Su plan para mi vida. Todavía estoy disfrutando de Su promesa que hoy se ha cumplido. James está acostado aquí, justo a mi lado, y no puedo evitar mirarlo y sonreír. Es muy extraño, pero sus ronquidos, que alguna vez me molestaron tanto, ahora me resultan tan familiares y reconfortantes. Sus ronquidos son como la confirmación de que no es un sueño.

A Dios sea la gloria por todas mis bendiciones. Él me ha llevado a través de un viaje tan duro pero tan increíblemente maravilloso a conocerlo como lo conozco ahora. Aunque no siempre se sintió maravilloso, nunca cambiaría ni una cosa sobre ello. Aunque este viaje comenzó como un Viaje de Restauración para mi matrimonio, se convirtió en mucho más que eso. Fue y sigue siendo una "renovación" de mí misma y de mi Esposo Celestial. También puedo ver a James florecer en un hombre piadoso que amo, y puedo experimentarlo con él.

Estoy mirando a James por lo que parece ser la millonésima vez, y no puedo evitar preguntarme cómo se sentirá dormir en la misma cama otra vez. Hace tanto tiempo que no lo hacemos. Bueno, Diario, supongo que ha llegado el momento de averiguarlo. Me muero de ganas de abrazar a mi esposo y despertarme con él. Y cuando lo haga, será otra gloriosa mañana.

Buenas noches. ¡Siempre serás mi Primer Amor!


————– Capítulo 18 ————

Epílogo

2020 - A la fecha

Poco después de que James volviera a casa, sacamos a Evelyn del preescolar y decidimos educarla en casa. James estaba de acuerdo conmigo y Evelyn estaba extasiada. Pero nos enfrentamos a las pruebas que yo esperaba. James había perdido su trabajo. Dos semanas después de nuestra restauración, para ser exactos. Su empresa había cambiado de Dirección y habían despedido a muchos de los directivos de la empresa. James estaba destrozado. Llevaba siete años en la empresa y creía que lo había dado todo. Admitió que ponía su carrera por encima de todo, y ahora, todo había desaparecido. Le costó unos días asimilarlo.

Más tarde mantuvimos una conversación en la que le dije que podía entender cómo se sentía, pero él no comprendía cómo podía hacerlo. Le dije que a los ojos del Señor no importa lo que pongas por encima de Él. A Él no le agrada que lo hagas, y a menudo permite que lo que sea que idolatras sea eliminado para acercarte a Él. En mi caso, yo había puesto a James por encima de todo, incluyendo a Dios. El Señor me permitió sufrir sin él y ahora le tocaba a James prescindir de la carrera que él ponía por encima de todo.

Le dije que no temiera, sino que se alegrara de que el Señor estaba a punto de llevarlo por un viaje increíble. En ese viaje llegaría a conocerlo y a confiar en Él. Se acercaría a Él más que nunca y lograría atravesar el fuego. James reflexionó sobre lo que dije y entonces comprendió cómo podía entenderlo. Estaba nervioso porque sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesto a afrontar el nuevo camino que Dios había puesto a sus pies.

James estuvo ocho meses sin trabajo, pero nunca nos quedamos sin nada. En medio de la incertidumbre, James dio un salto de fe y comenzó a diezmar íntegramente a nuestra nueva iglesia. Los ingresos de mi página web aumentaron y nunca nos faltó nada. Finalmente encontró un trabajo a finales de agosto de 2019. Habíamos logrado ahorrar suficiente dinero para pagar nuestra deuda y tener un pago inicial para una casa en medio de todo lo demás. Sólo Dios.

James prometió que no nos moveríamos del lugar y compró nuestra primera casa, que es donde todavía vivimos. Todos los muebles nuevos que James había comprado para su apartamento y que habían estado almacenados, eran ahora los nuevos muebles para nuestro nuevo hogar juntos; incluyendo una licuadora nueva que le fue regalada a James como regalo de inauguración por cierta compañera de trabajo que buscaba un cita. Sólo puedo reírme.

James y yo tomamos clases de membresía juntos y nos bautizamos juntos en julio de 2019. Desde entonces, James y yo estamos muy involucrados en nuestra iglesia. Él y yo somos codirectores del ministerio de audiovisuales. Soy profesora de estudio bíblico para niños de edad preescolar y niñas de secundaria, mientras que James está involucrado en los Ministerios de Cocina y de Hombres. En diciembre de 2020, nuestros pastores nos propusieron ser los directores del Ministerio de Parejas. Estábamos emocionados de comenzar con Una Mujer Sabia y Un Hombre Sabio que habíamos estado estudiando juntos desde que recibimos nuestros libros de bolsillo gratuitos de RMI cuando envié mi testimonio de matrimonio restaurado.

La noticia más sorprendente fue que decidimos ser padres adoptivos para poder adoptar un bebé. En diciembre de 2020 nos dieron un bebé recién nacido al que llamamos John. Él es el nuevo paquete de alegría en nuestras vidas y somos tan felices como nunca lo hemos sido. Continuamos sirviendo al Señor poderosamente, y estoy agradecida por todo lo que el Señor nos ha bendecido. Cuando pienso en el tiempo en que no quería reconciliarme, me invade un temor porque podría haberme perdido esta hermosa vida que ahora tengo. Si no me hubiera dado cuenta de que no se trataba de lo que yo quería, sino de lo que Él quería para mí, para nosotros. Le agradezco rápidamente a Él por haberme guiado a rendir mi voluntad por la Suya y por dejarme llevar por Su gracia. Me siento asombrada por Él todos los días. No me gané ni merecí lo que el Señor me ha dado, pero Su gracia y misericordia me lo proporcionaron de todos modos.

Mi viaje de Restauración Matrimonial puede parecer corto para algunas mujeres. A menudo me han dicho que tuve suerte de no tener que soportar dificultades durante años como otras, pero no estoy de acuerdo. Durante mi viaje, enfrenté tantas pruebas como otras mujeres cuyo viaje duró años, excepto que las enfrenté en menos tiempo. Parecía como si no tuviera los días, las semanas o los meses para armarme para la siguiente prueba. De hecho, parecía como si me enfrentara a una nueva prueba cada día, cansada del día anterior.

A menudo le digo a la gente que mi viaje de restauración matrimonial fue una época de la vida que nunca querría cambiar. Aunque fue la época más dura de mi vida hasta la fecha, también fue el tiempo más íntimo que he pasado con el Señor. En ese tiempo, construí una relación eterna con Él, y estoy agradecida por ello. ¿Quién soy yo para que Él se acuerde de mí, para que me ame y me dé la salvación eterna? Él me llamó para hacer Su voluntad, para que Él sea glorificado. No siendo yo perfecta, sino siendo pecadora, Él dio su vida por mí. Si no fuera por otra razón, volvería a pasar por el horno de fuego otra vez.

Él tenía y tiene planes para mí que son perfectos y agradables a Él, a la vez que una bendición para mí. Puede ser difícil llegar allí, pero sé que la victoria me espera en la línea de meta si continúo presionando hacia adelante.

Cuando otros me preguntan cuál es el mejor consejo que podría dar a los que quieren que Dios restaure sus matrimonios, les digo: "Insistan y sigan adelante en la perfecta voluntad de Dios y nunca fracasarán". Su voluntad y llamado para nosotros es un éxito garantizado, ¡y eso me encanta!

"En vez de su vergüenza tendrán doble porción, y en vez de humillación ellos gritarán de júbilo por su herencia. Por tanto, poseerán el doble en su tierra, Y tendrán alegría eterna." Isaías 61:7

Querido Dios,

Mi Padre Celestial, todo el honor es Tuyo. Mi mente y espíritu renovados provienen de Ti. Si no fuera por la nueva yo, no habría podido mostrarle a mi esposo que el cambio es posible a través del amor de tu Hijo, mi Primer Amor.

Esta restauración es verdaderamente la obra del Señor. Yo sólo soy el instrumento que Tú has utilizado para mostrar tu gracia, tu misericordia y tu amorosa bondad. Todas las cosas son posibles a través de Ti.

Gracias, Señor, por ser mi Salvador, mi Maestro y mi Amante. Oro para tener un corazón como el Tuyo. Renuévame cada día para que pueda ser a tu semejanza. Este testimonio es para glorificarte y honrarte sólo a Ti.

Tu amante y humilde servidora,

Kelly

3 thoughts on “Kelly Todd “Demasiado tarde” Mi viaje de Restauración — Una novela basada en una historia real”

  1. Hola Kelly, realmente leer tu testimonio y todas las situaciones que viviste me hicieron recordar todos los momentos por los que he estado pasando. A diferencia tuya ya llevamos tres años y mi esposo terrenal nunca más volvió a contactarnos ni siquiera preguntar por su niña. De la misma manera que tú, cometí muchos errores muchas veces y recibí las palabras humillantes donde ellos cuestionan tu fe en Dios, tu identidad como cristiana, etcétera, en realidad las palabras de mi esposo considero que fueron aún mayores/fuertes que las de James y así como tú me cansé del maltrato a pesar de haber leído el libro “Cómo Dios va a testaurar tu matrimonio” y de haber hecho todo lo que se aconsejaba aquí en el Ministerio. Si, fallé también muchas veces y mi sentencia de divorcio también está por salir. Como tú en este momento no quiero regresar con él nunca porque sí siento que el maltrato emocional llegó a otra dimensión a pesar de que sé que muchísimas veces yo cometí yantos errores, no me justifico claro. En todo lo que te leí nunca vi que buscaras o procuraras ver sus redes sociales y confirmar si estaba con alguien. Mi esposo ya tiene su vida con la otra mujer y con planes de matrimonio. Nada ha sido fácil. Solo me queda seguir con el Señor porque al igual que tú Él ha sido tan hermoso para suplir todas mis necesidades y las de mi chiquita, pero en cuanto a mi restauración creo que llegó el punto de tirar la toalla y ya no quiero saber nada más del tema. Anhelo ese divorcio para ser honesta. A veces creo que hasta el día de hoy nunca tuve la confirmación exacta de parte del Señor si verdaderamente Él quería o era su voluntad restaurar mi matrimonio. Solo duramos un año de casados y creo que no puedo recordar una semana en paz. Me siento exhausta.

    1. Hola Lady querida, me conmueve mucho leer tu comentario, porque siento que yo también he estado en el lugar donde también dije “no puedo soportar esto, ya fue suficiente, es demasiado!!!” Y el dolor de ver que nada cambia, sino que todo empeora hace que te cuestiones muchas cosas.
      Mi querida Lady ha sido un proceso complejo comprender que no debo dejarme guiar por mis sentimientos, que debo darle más peso a la Palabra que el Señor me mostraba en mi corazón, y sí ha significado un shock al principio porque lo que el Señor nos pide no es común ni normal de ver, pero sigo aprendiendo que rendirme a lo que Él me enseña, es lo que le va trayendo sanidad a mi corazón.
      Mi querida, vivir una vida en paz y gozo se va alcanzando cuando dejamos que el Señor trabaje en el perdón en nuestro corazón, ese perdón que no necesita que alguien reconozca su culpa, sino un perdón que viene de comprender que todos hemos caído como necios y pecadores y que si no fuera por la misericordia del Señor estaríamos totalmente desahuciadas de Su Presencia.
      “Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino por los de todo el mundo. 1J22
      https://www.biblegateway.com/passage/?search=1%20Juan%202&version=RVR1960
      “La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús” F25
      https://www.biblegateway.com/passage/?search=Filipenses+2&version=NVI
      Entiendo tus sentimientos porque también los tuve, y un punto clave para mi fue haber querido tirar la toalla, porque mi Amado lo usó para bien!!! Fue en ese momento en que sentí que necesitaba que me dijera cuál era Su Voluntad para mi Vida, y no lo solté hasta que me lo dijera.
      No paré hasta que mi corazón tuviera la certeza de qué hacer, porque sencillamente me había quedado sin rumbo, ahora con la certeza de saber que Él me guía, puedo tomar cada circunstancia difícil o incomoda como parte de esa catapulta que uno necesita para alcanzar las bendiciones que Él desea darme, esta certeza de saber que este es el camino que quiere que tome, me da la fuerza para mantenerme en obediencia aunque parezca ilógico, porque ahora yo sé a Quién sigo, porque en ese trayecto he visto Su consuelo, Su amor por mi y poco a poco te vas dando cuenta que eso es lo que importa, sí al principio aplicaba Su Palabra para conseguir la bendición que deseaba, hoy al conocer que Él es mi Amado Esposo lo hago por agradarle porque luego empiezas a sentir que Él es todo lo que importa
      Por eso mi Amada no hay nada más hermoso, lleno de gozo y paz que saberse andando en los caminos que Él ha destinado para nosotras, antes de tomar una decisión basada en el agotamiento y enojo, primero busca que quiere Él, encárgate de seguir por ese camino cualquiera que sea Su Voluntad, y encontrarás que es lo mejor que te pudo pasar, no olvidemos que más allá de un matrimonio restaurado, es necesario restaurarnos a Él; no dejemos que el dolor o el enojo nos aleje del verdadero tesoro de este viaje: ¡nuestro Amado Esposos Celestial!; el matrimonio, un esposo, un hogar es una hermosa añadidura pero Él es TODO lo que verdaderamente te va a llenar,
      Te animo a estudiar la siguiente lección: https://elanimador.com/como-ser-bendecida-trae-tu-cosecha/

      1. Hola Perla!. Antes que nada yo te agradezco inmensamente por tomarte el tiempo no solamente de responder mi mensaje, sino de permitir que Dios te guíe en palabras de ánimo, fortaleza y aún confrontación a mi vida. En obediencia voy a hacer lo que tú dices confiando que este consejo viene de parte de Dios y así será…!! buscaré al Señor con todo mi corazón para saber cuál es su perfecta voluntad… en realidad necesito tanto conocer su camino porque estoy en un punto de confusión en el que no veo nada claro y no tengo ni idea cuál es la dirección correcta. De momento sólo tengo la convicción de que Él está conmigo! y recibir tu mensaje es una respuesta y confirmación de ello..como dices nada es fácil y es demasiado doloroso, pero en el Señor todo vale la pena! porque al final sé que todo saldrá para bien. Anhelo tanto poder escucharlo claramente de la misma manera que Kelly, que tú y que las demás mujeres lo han escuchado… no quiero imaginar que mi carne es la que toma control, o se dirige por voces o emociones equivocadas. Yo te agradezco tanto y al ministerio porque definitivamente gracias a ustedes he podido subir esa escalera para acercarme aún más al Padre y verlo como mi Esposo Celestial ha sido una increíble revelación pero también la mejor medicina a mi alma!… lograr tener un nivel de paz a través de todo el material ha sido un rescate…creo que hubiera perdido mi bebé si no hubiese sido porque los encontré a ustedes…. muchas bendiciones y continuaré…!!!

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