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Sacando el Mayor Provecho de su 

Vida
Sean Alabadas sus Obras!

 

Muchas mujeres han obrado con nobleza,
pero tú las superas a todas…
Dadle el fruto de sus manos,
y que sus obras la alaben en las puertas.
—Prov. 31:29–31

Cualquiera que haya conocido mi historia pensaría que es muy gracioso que ahora soy conocida por ser una mujer que organiza y mantiene su hogar limpio y reluciente. Esto demuestra que Dios verdaderamente tiene sentido del humor, y ¡que con Dios todas las cosas son posibles!

Cuando me casé, yo no podía cocinar, ni sabía cómo mantener un hogar. Nadie me enseñó y tampoco tenía un ejemplo a seguir. 

Mi madre, a quien bendigo, amaba a sus hijos (a los siete), pero debido a que ella creció en una familia adinerada con servidumbre, y ya que era hija única ¡ella nunca aprendió a hacer nada! Cuando era muy joven (con tan solo 16 años y aún en un campamento de la Niñas Scout), ella se fugó con mi padre, quien también había sido criado en una familia adinerada. 

La madre de mi madre (mi abuela), nunca permitió que ella estuviera en la cocina o que pasara tiempo alrededor de la servidumbre. ¡Ella nunca guardó su ropa o incluso se vistió a ella misma! Sus comidas le eran servidas. Mi padre comía en el comedor de un hotel en el que vivía con su familia en el pent-house.

Para la época en la que yo nací (soy su sexta hija), mi madre llevaba años de desorganización y de comidas quemadas. Mi padre contrataba empleadas domésticas de forma frecuente, pero eran despedidas pronto porque mi madre sentía que ellas eran “intrusas”, y solo le recordaban acerca de su infancia tan infeliz. 

Nuestro cuarto de lavandería, cuando yo estaba creciendo, tenía ropa sucia apilada que se lavaba “quizás” mensualmente. Las comidas siempre se servían tarde y por lo general quemadas. Mi madre cocinaba una docena de comidas que se repetían una tras otra vez. ¡La mayoría de nosotros (sus hijos) tratábamos de que los vecinos nos invitaran a cenar, o comíamos un plato de cereal!

Sin embargo, mi madre realmente nos amaba–¡todos sabíamos eso! Fue debido a su amor que todos resultamos bastante bien. Quizás estábamos un poco traumados por el hogar en el que crecimos, ¡pero gracias a Dios, casi todos nos podemos reír de eso ahora! Mis hermanas, lamentablemente, nunca aprendieron a mantener un hogar. Todas ellas cocinan mejor que mi madre, pero sus hogares–bueno, eso ya es otra historia. 

Mis hermanos se casaron con mujeres que mantienen sus hogares lindos y limpios (bueno, al menos dos de ellos). En cuanto a mí, es “cuestión de Dios” que mi hogar se mantenga limpio y bien organizado, con buenas comidas hogareñas. Así como con cualquier otra área de mi vida, Dios me ha llevado de la tragedia al triunfo. ¡Yo debí haber seguido los mismos pasos de mi madre, pero Dios me liberó y Él está a punto de liberarte a ti también! Afortunadamente, hoy mi hogar se mantiene siempre limpio y ordenado. Tenemos comidas en la mesa a la misma hora cada día, y ¡gracias a Dios no he quemado nada desde hace años!

Para romper con este ciclo aún más, yo continúo instruyendo a mis hijas para que cuando se casen, estén bien preparadas para mantener sus propios hogares. Todas ellas (incluso mis hijos) han aprendido a lavar ropa, a limpiar y a cocinar. Es mi deseo motivarlas a convertirse en verdaderas mujeres mayores que le enseñarán y motivarán a las jóvenes a hacer lo correcto y que ayudarán a al menos una de ellas a transformar su casa en un hogar. ¿Haría usted eso? Si tiene hijas, esperemos que ellas estén dispuestas a escucharla y a aprender de usted. Si no, ore y espere en Dios para ver en quién quiere Él que usted siembre.  

Y para todas aquellas de ustedes que nunca han sido instruidas adecuadamente, ¡yo soy su mujer mayor! Mi comienzo muestra que no importa en donde usted esté, o de donde venga, Dios la puede liberar para verdaderamente disfrutar el convertir su casa en un hogar. Este libro le dará lineamientos, pero será DIOS quien la transforme y Su Espíritu Santo el que la guíe mientras usted lo busca a Él continuamente.

Mi ministerio consiste en motivar a las mujeres en cada área de sus vidas. Aparte de mi propio testimonio, mi misión es compartir principios que literalmente cambiarán su vida una vez que usted los ponga en práctica. A continuación encontrará el primero:

“Mirándolos Jesús, dijo: Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios.” (Marcos 10:27)

Si su problema es mantener un hogar limpio, puede parecerle imposible con su ajetreado horario, pero no con Dios—¡todas las cosas son posibles con Dios!

Si su problema es mantenerse organizada, puede parecerle imposible con su personalidad, pero no con Dios—¡todas las cosas son posibles con Dios!

Si su problema es mantener limpia la ropa, puede parecerle imposible con todos los niños que usted tiene, pero no con Dios—¡todas las cosas son posibles con Dios!

Si su problema es cocinar, puede parecerle imposible porque a usted nunca le ha gustado estar en la cocina, pero no con Dios—¡todas las cosas son posibles con Dios!

Dejar Entrar a Dios

No importa el área problemática de su vida, cuando Dios entra en esa parte de su vida, ¡cambiará! La mayoría de nosotras nunca dependemos de Dios o le pedimos Su ayuda, sino que luchamos por hacer las cosas con nuestras propias fuerzas, confiando en nuestro propio entendimiento de qué es lo que debemos hacer. No es sino hasta que ya no podemos dar más que clamamos a Dios por ayuda. ¿Por qué esperar? 

No importa lo grande o pequeño que sea su problema, el Señor quiere ayudarle. ¡Él ansía tener piedad de nosotros! ¡Maravilloso! “Por tanto, el Señor espera para tener piedad de vosotros, y por eso se levantará para tener compasión de vosotros. Porque el SEÑOR es un Dios de justicia; ¡cuán bienaventurados son todos los que en Él esperan!” (Isa. 30:18).

La Biblia dice que Él realmente está buscando corazones que estén totalmente entregados a buscarlo a Él, para que Él pueda sostenerlos fuertemente en sus esfuerzos. “Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente suyo... (2ª. Crónicas 16:9). Él quiere darnos los deseos de nuestro corazón, desde una casa limpia, hasta ropa limpia y un hogar que se administre eficientemente. “Pon tu delicia en el Señor, y Él te dará las peticiones de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino, confía en El, que El actuará.” (Salmos 37:4-5).

A Dios le encanta mostrarse fuerte en nuestro nombre, especialmente en los casos más desesperanzadores como el mío (y quizás como el suyo), ¡para que Él pueda obtener TODA la gloria! “He aquí, yo soy el Señor, el Dios de toda carne, ¿habrá algo imposible para Mí?” (Jer. 32:27)

¿Así que de qué manera alguien como yo aprendió a ser conocida por su organización y por mantener un hogar que se administra adecuadamente, a la vez que tenía siete niños que cuidar y un ministerio operando desde nuestro hogar? Buscándolo a Él y a través de la humildad.

Buscándolo a Él

Cuando aún era muy joven (quizás tenía unos doce años), me recordé de lo frustrante que era no encontrar ropa que ponerme. Mi madre nos daba una enorme cantidad de ropa (como una vez al mes), y luego nosotros la poníamos en cualquier gaveta en la que hubiera espacio. Mientras yo oraba a través de mi frustración (yo había aceptado al Señor como mi Salvador cuando tenía siete años, aunque fui criada en un hogar católico), ¡el Señor me dio una maravillosa idea! Yo pensé, “Hey, no sería una idea grandiosa si hubiera una gaveta para los tops, una gaveta para los pantalones, una para la ropa interior y calcetas, etc…?” Así que organicé mis gavetas, pensando siempre que se me había ocurrido una nueva idea. Fue hasta años después que descubrí que esta era la manera en la que la mayoría de personas vivían. 

Cuando me case con mi esposo, él me dijo que su madre limpiaba los baños regularmente. ¡Yo estaba sorprendida! ¡En verdad le dije! ¿qué tan seguido? Él me contestó, “creo que una vez a la semana.” Luego él me explicó que debía aspirar la casa regularmente y realizar otras “tareas” (una palabra que yo pensaba que únicamente se aplicaba a las personas que vivían en una granja) de forma diaria, semanal y mensual.

El conocimiento era de ayuda, pero como yo no había crecido en un ambiente como eso, yo no sabía cómo adecuarlo a mi vida diaria. Mientras oraba, el Señor trajo a mi mente un método que mi hermano me enseñó usando tarjetas de 3x5 que me ayudaron a tener excelentes notas en la universidad. Así fue como comenzó mi método de las tarjetas de 3x5. (Usted leerá de este método en uno de los capítulos más adelante.)

Humildad

Fue a través de la humildad que aprendí a cocinar. Durante los dos años que estuve buscando a Dios para la restauración de mi matrimonio, yo ayuné MUCHO. La Biblia dice que ayunar hace el corazón humilde.

Fue fácil comenzar a aprender a ayunar durante este período de mi vida, ¡porque en realidad yo no podía comer! Estaba muy dolida desde que mi esposo estaba viviendo con otra mujer y fui abandonada con cuatro niños pequeños que cuidar. En nuestro ministerio, llamamos a esto “la dieta de la infidelidad.”

Así que ya que yo “no podía” comer, pensé que sería bueno sacarle provecho a esta situación y ayunar con un propósito. Mientras ayunaba, me encontré por primera vez emocionada por cocinar y alimentar a mis hijos. Esto también debía ser “algo de Dios”—¡encontré que me resultaba placentero verlos comer!

Además, por primera vez, admití que no era una buena cocinera. Ya había comenzado mi ministerio para mujeres y durante nuestras reuniones, yo decía frecuentemente que no podía cocinar. El resultado fue que muchas mujeres vinieron en mi ayuda para enseñarme. Me dieron recetas fáciles e incluso se pararon a mi lado para enseñarme como hacer cosas tan simples como pelar una manzana para hacer un pastel de manzana.  

Para la época en la que Dios restauró mi matrimonio dos años después ¡Dios me había transformado en una buena cocinera! Mi esposo regresó al hogar a una esposa que podía cocinar (y muchos otros cambios). Dios incluso fue fiel en cambiar a mi esposo, quien debido a las muchas dificultades que vivió junto a la OM (otra mujer), que es lo que Dios nos dice que pasará a un hombre que está en adulterio, ¡aprendió a arreglar las cosas en la casa y en el carro! ¿Acaso no es Dios sumamente fiel?

La falta de humildad no era lo único que se interponía en mi camino en cuanto a cocinar. La causa principal era la creencia y aceptación de una mentira. Honestamente le diré que yo nunca quise ser una buena cocinera, porque pensaba que todos los buenos cocineros eran gordos. Mi madre era una mujer grande y yo no le quería agregar “ser una buena cocinera” a mi genética que se inclinaba hacia la obesidad. 

Si esa es su preocupación, entonces deje que la verdad la libere—¡eso es una mentira que de la fosa de “ya sabe dónde”! NO existe maldición que pueda tocarla porque fue rota cuando el Señor murió en la cruz por usted y por mí. Si usted es una hija de Dios, ¡la maldición no tendrá efectos sobre usted, a menos que usted la acepte! Aquí está la prueba:

Algunos años atrás, en realidad justo después de mi cumpleaños número 40, comencé a tener problemas con mi peso. Cuando mi séptimo hijo nació, y después del octavo (a quien tristemente perdí), fui incapaz de perder el peso que normalmente se pierde después del parto o de una pérdida. Allí fue cuando mi hermano y mi hermana comenzaron a insistir que tenía que aceptar la maldición que nuestra familia tiene en cuanto al metabolismo y el trastorno de la tiroides. Ellos estaban en lo correcto, yo tenía TODOS los síntomas, ¡pero me negaba a aceptarlo! 

Un día me pare frente al espejo y clamé a Dios para que me hiciera delgada. Me arrepentí de todas las veces que yo no tuve compasión de las mujeres que tenían sobrepeso, y por no darle la gloria a Dios por  haber sido capaz de permanecer delgada luego de tener tantos hijos (llegue a pesar más de 200 libras con todos mis embarazos, menos con uno). Por la gracia de Dios, logré ser bastante delgada cada vez cuando el bebé apenas tenía unos pocos meses de nacido. Luego de que me arrepentí de todo lo que el Señor trajo a mi mente, ¡yo le entregué mi peso y mi talla a Él!

La parte más difícil fue no tratar de ayudar a Dios para hacerlo. Pensamientos acerca de muchos tipos de dieta, tomar más agua, hacer ejercicio, etc. etc. venían a mi mente. Por tres o cuatro meses fue “tentada” en tratar de ayudar a Dios cuando de repente, ¡las cosas simplemente comenzaron a suceder!

Comencé a tener antojos de diferentes comidas, y empecé a sentir que mis pantalones de lona me quedaban más flojos. Yo NUNCA me subí a la pesa otra vez, así que no tenía la tentación de emocionarme con mi pérdida de peso y celebrar comiendo de más. Ni quería sentirme deprimida si ganaba peso. Le dejé mi talla al Señor, para que Él lo hiciera y Él me diera los deseos de mi corazón—que era ser una “talla 10 holgada.”

Honestamente no le puedo decir como Dios lo hizo. Las cosas cambiaron día a día, pero una cosa es segura—¡Él estaba en control! No había preocupación, inquietud, ni trabajo arduo. No había conteo de carbohidratos o calorías. No había hambre o negarme comidas, lo cual usualmente resultaba en una obsesión por la comida.

Tan solo cuatro meses después, yo era una talla 10 holgada. Comencé con una talla 16 ajustada, que para mi altura de casi cinco pies con diez no es tan malo, ¡pero esa no era yo, ni era ese “el deseo de mi corazón”! ¿Pero sabía usted que Dios AMA darnos por encima y más allá de lo que nosotros alguna vez podemos desear, pensar o pedir? ¡Él lo hace! ¡Yo continué encogiéndome, y llegué a ser una talla seis! ¡Esta es la talla que era cuando acompañé a mi esposo a su reunión de compañeros de secundaria! ¿Acaso no es Dios sumamente bueno?

¿Puedo agregar solo un pequeño epílogo para darle aún más alabanza a mi Amado? Fue en la reunión de compañeros de secundaria de mi exesposo que se encendió una antigua chispa con su novia de la secundaria, con quien se casó dentro del año siguiente a divorciarse de mí. A pesar de que he tenido conversaciones vía correo electrónico, aún no le visto otra vez luego de que se involucrara con mi esposo. ¡La última vez que ella me vio, yo estaba bronceada, hermosa y era una talla 6! ¿Acaso no es el Señor tan bueno como para ser verdad?   

¡Le estoy contando esto para que se motive a CONFIAR en que Dios lo hará! Clame a Él, y luego dé un paso atrás y deje que Él lo haga. ¡Probablemente esa sea la parte más difícil! No importa el área de su vida con la cual usted está luchando, si usted clama a Dios, le entrega el problema a Él, y se resiste a tratar de ayudarlo (que usualmente tarda alrededor de cuatro meses de tentaciones y de pruebas)—¡Dios lo hará por usted y sin esfuerzo! En su lugar, toda, y me refiero a TODA, la alabanza y la gloria será para Él! 

Como lo dije antes, este libro y todos mis libros le darán lineamientos, sabiduría y conocimiento—pero será Dios quien hará todos los cambios. ¡¡Entonces, dele la gloria a ÉL!! ¡¡Es todo lo que Él quiere a cambio de bendecirla!!

Sin embargo, espero que se haya percatado desde el principio de mi testimonio acerca de mi pérdida de peso, que el primer paso fue el arrepentimiento. Dios no se movería en esta área de mi vida hasta que yo me arrepintiera primero por mi falta de compasión hacia las mujeres que tenían sobrepeso. En segundo lugar, necesitaba arrepentirme por no haberle dado a Dios la gloria de lo que Él había hecho para mantenerme delgada después de cada uno de mis embarazos.

Cuando le pregunté a Dios “el por qué” hay tantos hogares con caos y con tendencias desordenadas, Dios trajo a mi mente un pasaje de la biblia como la causa principal. No solo se trata de una falta de conocimiento o una falta de humildad (o creer una mentira, como sucedió en mi caso), ¡sino que también está enraizada en un pecado común que está desenfrenado en nuestra sociedad feminista y de “primero yo”! 

 Ambición Egoísta

¿Hay realmente alguien que no quisiera tener un hogar limpio y que se manejara sin problemas? Sin embargo, la mayoría de hogares que yo veo no están tan bendecidos.  Tal y como lo dije en la dedicatoria, que su casa esté o no esté limpia y ordenada, bien organizada y viento en popa, calmada y tranquila, alegre y llena de gozo, dependerá completamente de usted.

Algunas de ustedes han escogido una vida muy ocupada con actividades fuera del hogar. Su casa refleja una vida competitiva, con caos y desorden. La causa principal para muchas de nosotras puede ser encontrada en Santiago 3:16 en donde dice, “Porque donde hay celos y ambición personal, allí hay confusión y toda cosa mala.” 

Cuando “mi propia agenda” va primero y se convierte en lo principal en mi vida, por encima de los planes de Dios, lo cual me da la responsabilidad de mantener mi hogar limpio y funcionando eficientemente, entonces eso es ambición egoísta. En cualquier momento en el que esto sucede en mi vida (por lo general a causa del egoísmo o autocompasión), mi vida y mi hogar se vuelven desordenados y la maldad corre desenfrenadamente.

Muchas mujeres que trabajan fuera del hogar no tienen un hogar bien administrado, por el contrario ¡generalmente está asqueroso! Pero sorprendentemente, incluso las madres que se quedan en casa pueden tener un hogar que se ve de la misma manera: desordenado, sucio y desorganizado.  

También podría ser a causa del pecado no confesado de los celos o la envidia el que mantiene su hogar en constante desorden. De nuevo, el verso dice: “Porque donde hay celos y ambición personal, allí hay confusión y toda cosa mala.” (Santiago 3:16) 

Vemos a alguien que tiene lo que nosotros creemos que debemos tener, en vez de lo que Dios quiere darnos. ¡Esto causa que estemos involucradas en actividades que harán que nuestras vidas, las vidas de nuestros hijos y la vida de nuestra familia se torne demasiado ocupada para poder mantenernos al tanto!

¿Está tratando de vivir al mismo nivel que sus amistades o impresionar a su familia, en vez de tratar simplemente de descansar en el Señor? Si usted es una persona a la que le gusta complacer a los demás, tratando de ganar la aprobación o el elogio de otros, usted se desgastará. Conozca quién es usted en Cristo. Conozca Su amor incondicional. Usted no necesita hacer NADA hoy para ganar Su amor—¡el Señor y Su amor están allí para usted incondicionalmente!

Dios NO es un Dios de confusión. Sabemos que Dios no es un Dios de confusión; por lo tanto, Él no quiere que usted viva en confusión o en desorden. La primera carta a los Corintios 14:33 dice, “Porque Dios NO es un Dios de confusión, sino de paz…”

La cosa más importante que usted puede hacer para ser una “trabajadora en casa” feliz y satisfecha (ya sea que trabaje afuera del hogar, o sea bendecida de poder quedarse en casa) es encontrar la paz en SABER que el Señor está feliz, satisfecho, y enamorado de usted, sin importar que fue lo que usted hizo o no hizo hoy. Encuentre esa paz y descanse en Su amor por usted. Una vez que usted sienta Su amor y Su paz, entonces todo comenzará a acomodarse.

Usted encontrará que su vida comenzará a cambiar. Algunas cosas se irán y serán reemplazadas por otras cosas. Todo comenzará a acomodarse en el orden adecuado, y con ello, la PAZ permanecerá. Su gozo rebosará sobre su familia. Su contentamiento fortalecerá cada área de su vida y cada una de sus relaciones. 

Mientras concluyo este primer capítulo, oro para que antes de que continúe leyendo el resto, usted lea y vuelva a leer este capítulo fundacional. Mientras lo haga …

Anote Sus Pensamientos

Al final de muchos de los capítulos hay espacios en blanco. Yo designé esta área para sus “notas.” Al leer las siguientes páginas, anote los pensamientos o planes que Dios le muestre al traerlos a su mente.

También puede usted usar un crayón o un lápiz de color (ninguno de los dos manchará a través de las hojas) mientras lee para resaltar aquellas cosas que aceleran su espíritu o que puedan ser la respuesta a su oración. Siéntase en la libertad de hacer anotaciones en los márgenes, y haga apuntes para sí misma. Lo más importante es que ¡disfrute! 

Escriba sus pensamientos acerca de este capítulo. ¿Qué le ha estado hablando el Señor acerca de su vida? ¿Ha estado Él tratando de motivarla dulcemente a dejar algunas cosas ir, o rendirse a Él? Anote los pensamientos de su corazón.

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